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Una cesación de pagos de Rusia acumularía más riesgos para un mundo sometido a estrés

Photo: Carmen Reinhart/World Bank Photo: Carmen Reinhart/World Bank

Este artículo se publicó originalmente en BARRON'S (i) el 1 de abril de 2022.


La economía mundial enfrenta una combinación de desafíos rara vez vista antes, y la guerra de Rusia contra Ucrania acumula una serie de nuevos riesgos sobre los ya existentes  que fueron creados o agravados por una pandemia única en el siglo. Un aumento de la inflación mundial y una recuperación económica desigual tras el desplome de 2020 que amplió la brecha entre las naciones ricas y pobres ocupa un lugar destacado en la larga lista de riesgos que caracterizan al año 2022.

La guerra ya está avivando la inflación mundial. Sus impactos económicos inmediatos se sintieron con fuerza en los mercados de productos básicos  al provocar una crisis de la oferta que recuerda la crisis del petróleo de los años setenta, salvo que esta vez también incluye un alza de los precios de los alimentos. Sabemos que la pandemia ha afectado gravemente las cadenas de suministro mundiales y ha provocado que se disparen los costos del transporte. Las intervenciones de los Gobiernos y los bancos centrales apoyaron la demanda agregada, pero no hicieron mucho para solucionar el problema de la oferta agregada. Este desequilibrio se sumó a los costos y estableció las bases para el retorno de la inflación mundial. Las perturbaciones a causa de la guerra han dañado aún más los vínculos comerciales y han paralizado la producción agrícola de dos proveedores globales clave. Esto recaerá sobre todo en los países en desarrollo y los pobres, que verán subir mucho los precios de los alimentos y otros productos básicos. Sin embargo, no deberían tampoco subestimarse los efectos adversos de la guerra en las economías avanzadas de Europa.

A este problema preexistente se añade uno nuevo: las posibles consecuencias en los mercados financieros de un probable incumplimiento de pagos de Rusia en algún momento. En este caso, el pasado más reciente no proporciona necesariamente una buena hoja de ruta, ya que el colapso de Lehman Brothers y la implosión del mercado de la vivienda en 2008 tuvieron mucho que ver con las economías avanzadas. Esta vez, es probable que muchos mercados emergentes y países en desarrollo sean los más afectados. A menudo, esas repercusiones se subestiman porque se producen en países que están fuera del radar y no se consideran de importancia sistémica. Son la antítesis de la expresión demasiado grande para caer.

En cuanto al primer desafío, antes de la guerra, la inflación ya mostraba ser mucho más alta, persistente y amplia de lo que los principales bancos centrales creían inicialmente. En más de la mitad de las economías avanzadas, la inflación de 12 meses hasta febrero de 2022 superó el 5 %. Más del 70 % de los mercados emergentes y las economías en desarrollo registraron una inflación de ese nivel o superior, más del doble de la proporción vista antes del brote de COVID-19.

La inflación de los alimentos es especialmente elevada. Los riesgos de que vuelvan a surgir crisis alimentarias y disturbios sociales en muchas partes del mundo se ciernen sobre nosotros y no deben ser subestimados.  Alrededor del 80 % de las economías de mercados emergentes experimentaron una inflación de precios de los alimentos superior al 5 % en el año anterior a la guerra.  Además, es probable que las repercusiones de la guerra sean persistentes, ya que el conflicto en curso continuará interrumpiendo los ciclos de siembra, producción y transporte de alimentos, empeorando una mala situación. La inflación es un impuesto muy regresivo, y la inflación de los alimentos aún más. En los países de ingreso bajo, al igual que en los hogares más pobres dentro de los países, el gasto en alimentos y energía representa una parte mucho mayor del gasto, y los precios más altos se “devoran” una proporción mucho mayor de sus ingresos. En muchos países en desarrollo, las finanzas públicas están a punto de deteriorarse a medida que se intensifica la presión por el aumento de los precios de los alimentos y los subsidios a los combustibles.

Con respecto al segundo desafío, la posibilidad de que Rusia deje de pagar su deuda externa soberana debido a las sanciones impuestas en su contra, los riesgos pueden agruparse en lo que no vemos y no podemos cuantificar. Si bien los mercados se centran en la deuda soberana, las empresas rusas también enfrentan la perspectiva de una cesación de pagos. Hasta ahora, los efectos secundarios financieros han sido limitados, pero es prematuro declarar la victoria en ese frente. Según el Banco de Pagos Internacionales, los bancos europeos tienen una exposición limitada a Rusia, pero el alcance de la exposición no bancaria es mucho más difícil de determinar. Las interrelaciones no bancarias a menudo se revelan solo en el momento del incumplimiento de pagos. La volatilidad del mercado que siguió a la cesación de pagos de Rusia en el verano boreal de 1998 hizo caer el fondo de cobertura estadounidense Long-Term Capital Management e impulsó a la Reserva Federal a intervenir para calmar los mercados de capital internacionales.

Las consecuencias financieras de una suspensión de pagos de Rusia también pueden recaer de manera desproporcionada en los mercados emergentes y los países en desarrollo , donde la recuperación económica de la pandemia ha sido, en su mayoría, decepcionante. Muchos simplemente no se han recuperado aún. A los países en desarrollo ya les resultaba cada vez más difícil pagar sus deudas. Casi el 60 % de los países más pobres del mundo que reunían los requisitos para participar en la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda, que finalizó el año pasado, presentan un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya están sobreendeudados. La mayor aversión al riesgo y el aumento de las tasas de interés internacionales harán que sea más costoso atraer nuevo financiamiento y atender el servicio de la deuda existente. Según las Estadísticas de la deuda internacional (i) del Banco Mundial, el servicio de la deuda externa total en relación con las exportaciones aproximadamente se duplicó entre 2010 y 2020. Y esto fue durante un período de tasas de interés internacionales excepcionalmente bajas.

Una crisis de los países en desarrollo no es inevitable, pero los riesgos se acumulan. Nunca es un buen momento para que haya una guerra, no obstante esta llega en un momento con algunas grietas evidentes en la economía mundial.


Autores

Carmen Reinhart

Vicepresidenta sénior y economista en jefe, Grupo Banco Mundial

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