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Nuevos estudios indican que los idiomas con consideraciones de género podrían limitar las oportunidades de las mujeres

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© David Pérez Vázquez/Bamco Mundial


En muchos países en desarrollo, las mujeres enfrentan barreras importantes que les impiden participar de manera igualitaria en la sociedad. Si bien algunos de estos obstáculos son fáciles de detectar, nuevas investigaciones han descubierto una posibilidad sorprendente y menos obvia: la estructura misma de ciertos idiomas puede determinar las normas de género de tal modo que limita las oportunidades de las mujeres.


“La igualdad de género es importante no solo porque puede ayudar a acelerar los avances hacia el fin de la pobreza, sino porque brinda a todos la oportunidad de desarrollar su potencial”, dijo Asli Demirüç-Kunt, directora de Investigación del Banco Mundial. “Comprender las causas más profundas de las barreras que enfrentan las mujeres puede ayudar a los países a ser más eficaces en sus esfuerzos por crear condiciones equitativas”.  

En el marco de la serie Charlas de investigaciones sobre políticas, (i) el economista Owen Ozier del Banco Mundial impartió un curso rápido sobre lingüística y su relación con las normas de género y los resultados económicos para las mujeres. Según Ozier, investigaciones actuales ya han mostrado indicios de un vínculo entre la gramática y el género.  Algunos idiomas, como el español y el ruso, por ejemplo, clasifican los sustantivos en masculinos y femeninos (o, a veces, incluso estos son neutros). Algunos experimentos en ciencias políticas llevados a cabo recientemente han indicado que los idiomas con consideraciones de género y que clasifican los sustantivos de acuerdo con ello se asocian con actitudes de género más regresivas. Las investigaciones económicas también señalan que los migrantes que llegan a Estados Unidos tienden a distribuir más las tareas domésticas según el sexo si hablan un idioma con un componente de género. 

Sin embargo, Ozier y su colega Pamela Jakiela del Centro para el Desarrollo Mundial querían obtener pruebas más concluyentes, y en un nuevo documento (i) presentan los resultados de “un viaje” para identificar la estructura gramatical en 4334 idiomas con consideraciones de género, que en conjunto representan el 99 % de la población mundial. Para lograr esta proeza lingüística, se basaron no solo en fuentes de información existentes como el Atlas Mundial de Estructuras Lingüísticas, sino también en análisis a fondo de libros de texto e investigaciones académicas, y en los conocimientos del personal del Banco Mundial en oficinas tan lejanas como en Fiji.

Su trabajo rindió frutos sacando a la luz datos esenciales sobre el lenguaje que se desconocían anteriormente. Por ejemplo, el 38 % de la población mundial tiene como lengua materna un idioma con consideraciones de género. Pero lo que es más importante, Ozier y Jakiela pudieron tomar este nuevo conjunto de datos y relacionarlo con resultados para las mujeres en todo el mundo, como la participación femenina en la fuerza laboral, el nivel educativo y las normas de género.

Sus hallazgos son sorprendentes. El género gramatical se asocia con una brecha de casi 15 puntos porcentuales en la participación de las mujeres en la fuerza laboral con respecto a la de los hombres, incluso después de controlar diversos factores geográficos y económicos que podrían estar impulsando la diferencia. En términos prácticos, los idiomas con consideraciones de género podrían representar a 125 millones de mujeres que están excluidas de la fuerza de trabajo en todo el mundo.  

Las actitudes hacia las mujeres también se ven afectadas por los idiomas con consideraciones de género, lo que explicaría por qué estos idiomas pueden traducirse en resultados como una menor participación femenina en la fuerza laboral.  A partir de los datos de la Encuesta Mundial de Valores, Ozier y Jakiela encontraron que aquellos que hablan un idioma con consideraciones de género tienen más probabilidades de estar de acuerdo con afirmaciones como: “En general, los hombres son mejores ejecutivos que las mujeres” o “Cuando los empleos son escasos, los hombres deberían tener más derecho a un trabajo que las mujeres”. Quizás lo más sorprendente es que las mujeres tienen las mismas probabilidades de apoyar estas posturas que los hombres, lo que indica cuán generalizado es el efecto del idioma en las creencias.

No satisfechos con el amplio análisis de países de todo el mundo, Ozier y Jakiela examinaron también de cerca algunos países —Kenya, Níger, Nigeria, Uganda e India— donde se hablan lenguas indígenas con y sin consideraciones de género. Ellos confirmaron sus conclusiones más generales: las lenguas con consideraciones de género se asocian sistemáticamente con una menor participación de la mujer en la fuerza laboral. En estos países, dichos lenguajes también guardan relación con tasas de finalización de la educación primaria y secundaria más bajas.
Dado que los idiomas cambian lentamente, y con frecuencia estos cambios escapan al control de las instituciones, las conclusiones podrían ser causa de resignación. No obstante, Ozier es optimista.

“El género gramatical es solo una entre las diversas estructuras lingüísticas que usamos, y solo uno de los numerosos incentivos psicológicos que experimentamos de manera constante”, dijo Ozier. “Incluso sin modificar el lenguaje, los cambios en las políticas y las normas sociales pueden afectar los niveles de participación en la fuerza laboral, los niveles de escolaridad y las oportunidades disponibles para las mujeres”.

Una nueva ola de estudios ha demostrado que destacar ejemplos positivos de mujeres puede cambiar la situación.  En uno realizado por Emma Riley de la Universidad de Oxford, estudiantes ugandeses obtuvieron mejores resultados en un examen de matemáticas luego de ver la película Queen of Katwe, que cuenta la historia de los logros de una joven ugandesa en torneos de ajedrez. En otro realizado por las profesoras Catherine Porter y Danila Serra, estudiantes mujeres que tenían un modelo a seguir femenino en su clase inicial de economía tenían más probabilidades de tomar un curso de economía más avanzado.

Los comportamientos y las creencias de los hombres también pueden cambiar. Después de que Quebec reformó su programa de permiso parental e incluyó el término “solo papá”, Ankita Patnaik de la Universidad de Cornell descubrió que el uso de dicha licencia por parte de los varones se duplicó y que estos tenían más probabilidades de contribuir a las responsabilidades domésticas y de crianza de los hijos. En hogares de Arabia Saudita, investigadores de la Universidad de Chicago y de la Universidad de Zúrich abordaron percepciones equivocadas sobre el nivel típico de apoyo que los hombres brindan a las mujeres que trabajan fuera del hogar, y que las mujeres en estos hogares tenían por consiguiente más probabilidades de participar en una entrevista de trabajo.

“Es alentador ver que hay intervenciones que pueden superar la prominencia del idioma, pero si sus efectos son duraderos o no es algo que aún no sabemos”, dijo Caren Grown, directora superior de Género del Banco Mundial. “Necesitamos más estudios en ciencias del comportamiento que identifiquen las políticas y los incentivos que pueden cambiar posibles actitudes de género profundamente arraigadas ”.


Autores

Ryan Hahn

Operations Officer

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