Una región que aún no puede avanzar por la intervención del Estado y los intereses creados
La Cumbre de Inversión entre el Reino Unido y África de esta semana constituirá un foro de bienvenida centrado en los negocios para que los líderes evalúen los desafíos y las oportunidades de los países africanos. A lo largo de la cumbre, haré hincapié en la importancia —y la dificultad— de aplicar mejoras transformadoras en los programas económicos. Un crecimiento más acelerado, más sostenido y de base amplia es el único camino posible para crear los empleos y la estabilidad que necesitan los millones de jóvenes que alcanzan la edad laboral, y es vital para la misión del Banco Mundial de aliviar la pobreza y elevar los niveles de vida.
Los inversionistas están deseosos de generar un impacto positivo en el desarrollo mientras buscan una diversificación de su cartera y rendimientos sólidos. Ha sido difícil atraer estas inversiones, pero con esfuerzo y liderazgo, hay una posibilidad de que muchos países africanos se vuelvan competitivos. En la última década se han logrado avances considerables en África, gracias a los esfuerzos de una nueva generación de encargados de la formulación de políticas y líderes de empresas que aparecen en todo el continente.
En países como Etiopía, los habitantes ya instan a sus Gobiernos a promover reformas ambiciosas. La difusión de nuevas tecnologías y regulaciones financieras más modernas, especialmente en Kenya, ha abierto las puertas a los servicios financieros digitales, lo que otorga oportunidades económicas a millones de personas más, incluidas las mujeres y los emprendedores de pequeña escala. Las inversiones en producción de energía con bajas emisiones de carbono, como las que respalda la Corporación Financiera Internacional del Grupo Banco Mundial, pueden ayudarnos a activar el crecimiento.
Los casos exitosos de África demuestran que los países pueden crecer. La inversión extranjera y la asistencia internacional para el desarrollo —en particular del Reino Unido— han desempeñado funciones importantes. Sin embargo, queda mucho más por hacer.
Ya se conocen las bases del progreso. Los países necesitan reglas que alienten la competencia y se cumplan. Moneda estable, disciplina en los gastos, agua limpia y un servicio de electricidad confiable: todos son elementos necesarios para poder avanzar. Los impuestos y las regulaciones deben estar equilibrados y fomentar un crecimiento sostenible, promoviendo desde el inicio el desarrollo de sectores agrícolas más productivos y basados en el mercado. Es importante contar con un capital adecuado, y el capital humano es el más valioso. Puede constituirse a partir de sistemas de salud y educación sólidos, una firme orientación a los resultados, y un marco jurídico que ofrezca a todos la oportunidad de avanzar.
Muchos países de África tienen un largo camino por recorrer para crear estas condiciones. Muy a menudo, los programas y políticas amplios, generales y poco centrados en objetivos concretos generan espacio para que los intereses personales —tanto nacionales como extranjeros— lleven a buscar el beneficio individual y generen resistencia a la apertura de los mercados, lo que hace que el entorno de negocios en África sea menos atractivo para la inversión. Con demasiada frecuencia, los encargados de la planificación de políticas se ven influenciados por este tipo de intereses. Esto ha frenado el desarrollo y ha dejado a millones de personas sumidos en situaciones de fragilidad y conflicto.
Uno de los principales obstáculos a la inversión extranjera es que algunas de las economías más grandes de África —por ejemplo, Nigeria, Sudáfrica y Angola— no han logrado buenos resultados en los últimos años. Otro desafío es que el comercio y la inversión transfronterizos, que son vitales para el desarrollo, no están avanzando lo suficiente para elevar la tasa de crecimiento promedio de África. Los intereses personales están detrás de ambas cuestiones.
Cuatro esferas requieren atención urgente. Primero, es necesario reformar las empresas estatales y desmonopolizar los mercados para aumentar la competencia. Para muchos países, la intervención del Gobierno continúa siendo muy elevada y esto desplaza la actividad del sector privado en la agricultura, el transporte y la energía.
Segundo, África debe reducir las barreras al comercio transfronterizo. La burocracia y la regulación excesivas impiden que los bienes, los servicios, las ideas y los recursos pasen libremente de un país a otro. Un mayor comercio intrarregional puede generar la presión y los recursos necesarios para mejorar la infraestructura.
Tercero, las deudas y las inversiones de los Gobiernos deben ser más transparentes. Esto dará a la gente mayores posibilidades de opinar sobre los contratos y los compromisos de los Gobiernos, un elemento clave para instituir el Estado de derecho.
Cuarto, la región debe abordar la “pobreza de aprendizajes”. En un estudio que realizamos recientemente se analizó la capacidad de los niños de 10 años de leer un relato sencillo. En algunos países africanos, el 80 % no podía hacerlo. Los líderes del Reino Unido, en particular el primer ministro, han respaldado claramente los programas destinados a que las niñas asistan a la escuela el tiempo suficiente para aprender ciertas habilidades y puedan salir de la pobreza.
Como donantes e inversionistas, todos estamos de acuerdo en que este es el momento de África. No debemos esperar a que se propicien todas las condiciones económicas. Aprovechemos la ocasión y comencemos a generar beneficios inmediatos que transformen las economías rápidamente y mejoren las vidas de las personas.
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