Tal vez usted no lo sepa, pero la agricultura y los cambios de uso de la tierra ya son responsables del 25 % de las emisiones de gases de efecto invernadero . Este es un dato estadístico importante a la luz de dos retos inexorables que enfrenta el planeta: cómo hacer realidad las promesas que se hicieron en el histórico Acuerdo de París sobre Cambio Climático firmado en diciembre de 2015, y cómo alimentar a la creciente población mundial.
El número de personas desnutridas en todo el mundo ya supera los 1000 millones , y de aquí a 2050 habrá que producir al menos un 50 % más de alimentos para nutrir a unos 9000 millones de personas . Y tenemos que conseguirlo cumpliendo al mismo tiempo lo convenido en París: lograr que el aumento de la temperatura mundial sea muy inferior a los 2 °C, e impulsar iniciativas para limitarlo aún más —a 1,5 °C por encima de los niveles de la era preindustrial.
En un continente como África, ya sabemos que el cambio climático está afectando a los agricultores que intentan alimentar a sus familias y generar algún ingreso. Consideremos el caso de África occidental, donde las estaciones lluviosas más cortas e irregulares y la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones, han afectado las cosechas. Y según las proyecciones, el cambio climático podría reducir aún más los rendimientos, en hasta un 25 % en el futuro.
Para adaptarse al cambio climático, los agricultores de África occidental se han estado informando sobre las ventajas de la agricultura inteligente con respecto al clima (o “agricultura climáticamente inteligente”) —un enfoque integrado que ayuda a los agricultores a obtener mayores rendimientos de los cultivos, aumentar la resiliencia al cambio climático y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el ganado, los cultivos y los cambios de uso de la tierra.
A través del Programa de Productividad Agrícola para África Occidental (PPAAO) financiado por el Banco Mundial, cerca de 6 millones de agricultores han aprendido sobre esa modalidad de agricultura y utilizan 160 variedades de cultivos desarrolladas en el marco de dicho programa. El resultado ha sido un incremento de la productividad de por lo menos el 30 %.
Con apoyo del Banco, 1,7 millones de familias dedicadas a la lechería en 18 estados de la India están adoptando prácticas de forraje y alimentación más adecuadas para sus vacas. El uso de cereales y pasto fresco estacionales y de procedencia local ha incrementado la producción de leche, reducido los costos de producción y disminuido en alrededor del 12 % las emisiones de metano, lo que se ha traducido en un incremento de los ingresos netos diarios de casi 25 rupias por vaca.
Los agricultores que han adoptado la agrosilvicultura están obteniendo abundantes cosechas sin necesidad de aplicar fertilizantes, que son caros. Por ejemplo, en Zambia, los rendimientos del maíz cultivado bajo espinos del género Faidherbia han sido tres veces más altos que lo habitual. En Senegal, los cultivos se han marchitado y los rendimientos han bajado debido a la falta de lluvias durante la temporada de siembra, y los agricultores se han visto obligados a resembrar para tratar de recuperar las pérdidas. Un programa de emergencia en el marco del PPAAO está otorgando un subsidio excepcional a la venta de casi 2000 toneladas de semillas certificadas de maíz, mijo y sorgo. Las semillas mejoradas producen cultivos más resistentes a la sequía y con ciclos de maduración más cortos, lo que se traduce en mayores rendimientos.
Y en Asia, las técnicas de alternancia humectación/secado aplicadas en el cultivo del arroz en Viet Nam han ayudado a más de 33 000 agricultores a incrementar la producción en hasta un 10 %. Este aumento se ha conseguido utilizando menos fertilizantes, lo cual ha reducido las emisiones de metano y óxido nitroso que generan los arrozales.
También se reconoce cada vez más la incidencia de la agricultura sobre el total de emisiones que debemos reducir a nivel mundial para alcanzar las metas globales establecidas en París. En el 21.er período de sesiones de la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 21), 113 países se comprometieron a reducir las emisiones generadas por el sector agrícola como parte de sus contribuciones previstas determinadas a nivel nacional (CPDN), es decir, sus planes nacionales de acción relativos al cambio climático.
Si bien Gobiernos, científicos y agricultores de todo el mundo están tomando medidas para hacer realidad un sistema alimentario mundial inteligente con respecto al clima, es necesario hacer más.
Sabemos que para los países más pobres del mundo —sobre todo aquellos que reciben financiamiento de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo del Grupo Banco Mundial para los más pobres—, la agricultura inteligente con respecto al clima es de vital importancia para ayudar a los agricultores a aumentar el rendimiento de los cultivos y reducir las pérdidas poscosecha, de manera de poder contar con más alimentos frente a un clima cambiante.
En toda África, la mayoría de las CPDN elaboradas para la Conferencia de París priorizan la adaptación. Por ejemplo, en las CPDN de Níger se incluía la gestión sostenible de la tierra y los bosques, así como la agricultura inteligente con respecto al clima, con énfasis especial en la seguridad alimentaria, las explotaciones agrícolas y las comunidades ganaderas.
Esta forma de agricultura también se pone de relieve en el Plan de Acción para África relativo al Cambio Climático elaborado por el Banco Mundial y dado a conocer en la Conferencia de París, y en el Plan de Acción sobre el Cambio Climático, del propio Grupo Banco Mundial, que fue formulado con posterioridad a dicha conferencia a fin de establecer una hoja de ruta que ayudara a los países a cumplir las promesas hechas en París.
En el Banco Mundial ya nos hemos puesto en acción. En mayo de este año se aprobó el Proyecto de Apoyo a la Agricultura Inteligente con Respecto al Clima en Níger —el primer proyecto del Banco en África diseñado específicamente para adoptar sistemas agrícolas de esa índole, como se expone en el Plan de Acción para África relativo al Cambio Climático. El proyecto beneficiará directamente a unos 500 000 agricultores y productores agropecuarios de 44 comunas. Ese fue un paso muy importante. Esperamos que este proyecto prepare el camino para el establecimiento, en Níger y en otros países, de un sistema alimentario acorde financiado por la AIF.
Asimismo, en todas nuestras operaciones hemos incorporado la agricultura inteligente con respecto al clima como un componente clave. El año pasado, el 50 % de los proyectos agrícolas del Banco cumplieron los tres objetivos de esta forma de agricultura: aumentar la productividad, incrementar la resiliencia y reducir la huella de carbono. Entre sus beneficios cabe mencionar la reducción de la contaminación por nitrógeno en los sistemas acuáticos y de su impacto en la diversidad biológica.
Sabemos que cada país seguirá un camino diferente para adoptar la agricultura inteligente con respecto al clima y que la falta de recursos dificulta aún más las cosas. Por eso, el Banco ha llevado a cabo análisis y creado herramientas para ayudar a los países a evaluar las posibilidades, encontrar soluciones de compromiso, priorizar las inversiones y determinar las áreas clave donde comenzar a adoptar esta modalidad de agricultura.
La transición a un sistema alimentario inteligente con respecto al clima ha dejado de ser una mera aspiración de unos pocos. Aun así, tenemos que ser más ambiciosos. Nuestra capacidad para alimentar a la población mundial en el futuro depende de que todos lleguemos a ser “climáticamente inteligentes” .
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