Primero fue la sorpresa, de la que muchos desconfiaron. En 2009 la región resistió el embate de la crisis global mejor que los países ricos u otras regiones como Europa del Este. Ahora, en 2010, llegará a un crecimiento mayor del esperado con cifras de alrededor del 5.5%, siguiéndole los pasos a los países del Asia. Ya dejó de ser casualidad.
Es que la gestión económica latinoamericana, tanto en materia macroeconómica como fiscal y financiera, se ha solidificado de tal forma que ha abierto el paso a políticas sociales que, por primera vez en los últimos 30 años, han revertido la tendencia de desigualdad social tan marcada en la región.
Los gobiernos cambian, pero el sustento de la política económica se mantiene. Esto es novedoso y marca una nueva madurez, donde si bien hay espacio para matices --más estado para unos, menos para otros -- se mantiene la previsibilidad y la continuidad de una política económica inspirada en el crecimiento con vocación social.
Pero además, los países exportadores de materias primas, tanto minerales como agrícolas, han sabido aprovechar el aumento doble de la demanda y los precios, logrando ingresos que, de aprovecharse estratégicamente, pueden resultar en una palanca de desarrollo, como señala el reciente informe Recursos naturales en América Latina y el Caribe: ¿más allá del ciclo de auge y caída?
Y así, con Brasil a la cabeza, la región es parte de una dinámica económica global a través de la cual se ha asociado a China y es parte del nuevo grupo de naciones emergentes que se ha convertido en el motor del crecimiento global.
En lo social, el impacto de la crisis fue menor del previsto, gracias a la capacidad de los sistemas de protección social. Inicialmente los expertos proyectaron que diez millones de latinoamericanos podrían caer en la pobreza. Empero, nuevos resultados empíricos demuestran que la cifra fue de 3,5 millones y que, de continuar el crecimiento en los niveles esperados para 2011 y 2012, la cifra puede desaparecer.
Así las cosas, América Latina estaría en condiciones de continuar la senda forjada entre 2002-2008, cuando 60 millones de latinoamericanos dejaron de ser pobres y la clase media regional comenzó junto a la asiática a convertirse en los grandes compradores de mercancías de los países ricos.
Para seguir por este camino cada país deberá explotar al máximo sus propias ventajas comparativas y para ello elegir su propio camino en cuanto a cómo modernizar su infraestructura, expandir el uso de la ciencia y tecnología y mejorar los resultados del sistema educativo. Así estaremos más cerca de construir sociedades que generen oportunidades para todos sus ciudadanos.
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