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El filósofo John Dewey escribió alguna vez que “la persona que realmente piensa aprende tanto de sus fracasos como de sus éxitos”.
Como presidente del Grupo del Banco Mundial, en el que trabajamos todos los días por un “mundo libre de pobreza”, debo enfrentar el problema de cómo convertir los reveses en enseñanzas. Cada madre o niño que muere debido a una enfermedad que se puede prevenir, cada país que no puede alimentar a sus habitantes, nos recuerda que cuando fallamos, a menudo trágicamente, no aprendemos de esta situación tanto como deberíamos.
En la última década, muchos líderes internacionales han hecho gran hincapié en la medición de los resultados y el aprendizaje a partir de los éxitos y fracasos. En el Banco, el desafío consiste ahora en desarrollar herramientas que aceleren nuestra capacidad de aprender de los errores y aciertos. Estoy convencido de que los avances revolucionarios en las comunicaciones y el procesamiento de la información, cuando se vinculan a un tratamiento acertado de los fracasos, pueden ayudar a transformar nuestra búsqueda de capacidad para lograr resultados de desarrollo, incluso en los países más pobres.
Permítanme dar dos ejemplos. No hace mucho tiempo estuve en Sudáfrica. Allí, los líderes me hablaron con lujo de detalle sobre su lucha por mejorar la educación de los jóvenes. Dijeron que habían tenido mucho éxito en lograr que casi toda la población escolar se matriculara en la escuela primaria, pero también manifestaron que muchos niños fallan en la escuela y que no están preparando a los jóvenes de manera adecuada para el mercado laboral. Me impresionó su franqueza, y me fui de Johannesburgo con la esperanza de que Sudáfrica continuará avanzando en el mejoramiento de su sistema educativo. Estaban decididos a aprender de sus errores y encontrar soluciones que podrían funcionar en su país.
También visité recientemente China, un país que está experimentando una migración histórica desde las zonas rurales a las ciudades. Esto ha dado lugar a importantes problemas como la contaminación y la congestión del tránsito. Sin embargo, China ha hecho enormes innovaciones en materia de urbanización que deben ser compartidas de manera más amplia, y los líderes con los que hablé estaban muy interesados en aprender de las experiencias de otras naciones, especialmente en el sector del transporte. Al igual que los sudafricanos, los chinos estaban dispuestos a aprender de los éxitos y fracasos de otros, orgullosos de sus logros en planificación urbana y muy conscientes de las áreas en las que debían hacer mayores progresos.
Para ayudar a China, Sudáfrica, y todos nuestros países miembros, el Grupo del Banco Mundial creará lo que hemos denominado centros de conocimiento, los que comenzarán a recopilar y difundir estudios de casos de éxitos y fracasos en la lucha contra los más importantes desafíos en materia de desarrollo a través de todo el mundo.
Cuando era presidente del Dartmouth College, un director general de una empresa Fortune 500 me dio un consejo que me quedó grabado. Cuando se piensa cómo abordar problemas complejos y difíciles, “no importa cuánto sabes, sino cuán rápido aprendes”.
Aprender de los reveses es una tarea dura y complicada. Sin embargo, todos los líderes podrían beneficiarse si admiten lo que no saben y aprenden de sus propias experiencias y las de otros. En el Grupo del Banco Mundial estamos dispuestos a colaborar con los dirigentes del sector público y privado para aprender de los éxitos y fracasos. Para tomar una página del manual de estrategias de Google, si “nos equivocamos rápido y aprendemos rápido”, tendremos una mejor posibilidad de terminar con la extrema pobreza y crear una prosperidad compartida en todos los rincones del mundo.
Jim Yong Kim es presidente del Grupo del Banco Mundial.
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