En un día caluroso y seco a principios de junio, una mujer que tiene algo más de 40 años se está preparando para viajar a un pueblo cercano. Está entusiasmada, aunque va a tener que caminar más de tres horas: se reunirá con un funcionario de préstamos gubernamental para intentar conseguir el dinero que le falta para comprar fertilizantes y otros suministros para su granja. Necesita crecer y vender bastantes cultivos para que su hijo pueda seguir yendo a la escuela el próximo año.
Saca un jarro de agua de una cubeta para apagar el fuego de leña que usa para cocinar las comidas de su familia. Después, toma sus pantuflas del techo de paja y sale de su choza.
Mientras camina, se siente esperanzada. Cree que este préstamo cambiará el futuro de su familia. Durante los últimos seis meses, ha ido varias veces a esta oficina porque el funcionario gubernamental le dijo que antes de considerar su postulación, el papeleo debe ser correcto y estar completo.
Llega y espera dos horas en una larga fila. Finalmente, un funcionario de préstamos recibe su postulación y la deja en su escritorio. Él se para y le pide que lo siga. En una esquina, le dice que su postulación solo podrá ser considerada si ella le paga una cantidad de 1000 en moneda local. Antes de que ella pueda responder, el funcionario le advierte que la postulación solamente será aprobada si ella acepta pagarle el 10 % del préstamo como soborno.
Ella se va frustrada del edificio, pensando que tal vez le convendría más pedir un crédito con altos intereses a un prestamista local.
Esta es una historia ficticia, pero la corrupción afecta las vidas diarias de mujeres y hombres en todo el mundo. La corrupción es el enemigo público número uno en los países en desarrollo.
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El buen gobierno es un tema central de la lucha contra la pobreza. El buen gobierno puede impedir la corrupción.
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