Publicado en Voces

No hay un planeta B

Zanizbar, Tanzania. Photo by Sonu Jani / World Bank

En la Cumbre sobre el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ONU) que se celebra esta semana, los océanos del mundo van a tener toda la atención que merecen desde hace tiempo, pero que no siempre han recibido. Ellos son el tema de interés del Objetivo de Desarrollo Sostenible 14: “Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible”.
 
La inclusión de los océanos por primera vez en el programa internacional de desarrollo ilustra los desafíos ambiciosos y las soluciones integrales que las naciones están adoptando. Con la aceptación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los países están exigiendo un futuro en el cual la gestión de la naturaleza se realice de manera que impulse las economías, mejore el bienestar y proteja vidas, ya sea en la ciudad de Washington o Nairobi, en la tierra o en el mar.
 
Hace 15 años, las naciones se pusieron de acuerdo en la ONU y crearon un conjunto de hitos sin precedentes; los objetivos de desarrollo del milenio. En ese periodo, el número de personas que vivía en pobreza extrema se redujo a menos de la mitad. Pero los océanos no eran parte de esos objetivos. Ahora tenemos la oportunidad de centrarnos globalmente en restaurar la salud de los océanos para tener economías resilientes y comunidades prósperas.
 
Esta atención no llega sin embargo tan a tiempo. Más del 75 % de la superficie de la tierra ha sido descuidada, y vivimos con resultados como basureros flotantes, arrecifes de coral decolorados, aguas en que hay pesca excesiva y temperaturas cada vez mayores, pérdida de hábitats y eventos climáticos extremos. El reciente Informe “Living Blue Planet”, (i) del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), proporciona datos que confirman este desalentador panorama: por ejemplo, los vertebrados marinos disminuyeron un 49 % entre 1970 y 2012.
 
Una de las metas incluidas en el ODS 14 apunta a aumentar los beneficios económicos para los pequeños Estados insulares, los países que hicieron el arduo trabajo de colocar el tema de los océanos en la agenda mundial. Ellos dependen del océano para su seguridad alimentaria, y su existencia misma está en peligro debido al cambio climático. Ya han visto de primera mano los efectos del aumento del nivel del mar, los eventos climáticos extremos,  las aguas más cálidas y la acidificación del océano. Los peces de los que depende su subsistencia están trasladándose a nuevas áreas, mientras que las playas que generan ingresos turísticos están desapareciendo.
 
Otra meta del ODS persigue terminar con la pesca excesiva y no regulada y otras prácticas destructivas, de manera de restablecer las poblaciones de peces. El modelo de países individuales que compiten por pescar más que otros se acabó. Por profundos y vastos que parezcan, los recursos en nuestros océanos no son ilimitados. Al buscar el cambio, necesitamos privilegiar a los pequeños pescadores que proporcionan la gran mayoría de la mano de obra y la mitad de la captura de peces a nivel mundial, pero quienes sufren de una falta de acceso al financiamiento y la falta de seguridad en los derechos de propiedad.
 
Otras metas incluyen: prevenir y reducir la contaminación y los detritos marinos; conservar por lo menos el 10 % de las zonas costeras, y reducir al mínimo los efectos de la acidificación, por mencionar solo algunas.
 
La labor que tenemos por delante es gigantesca.
 
El Banco Mundial tiene la firme determinación de ayudar a los países costeros e insulares a “cambiar la marea a su favor” con una serie de inversiones sostenibles en tramitación que protegen y aumentan el capital natural.
 
Alrededor del 40 % de la población en el mundo vive a 100 kilómetros de la costa, y más del 60 % del producto interno bruto (PIB) mundial se produce en las proximidades de los mares. Nuestra colaboración se centra en trabajar con los pequeños pescadores y el sector público, mejorando el potencial productivo de las economías marinas y reconstruyendo las industrias pesqueras, y al mismo tiempo ampliando la acuicultura sostenible. Nuestra investigación — “Sunken Billions” (Los miles de millones hundidos) y los resultados preliminares de la revisión de “Sunken Billions”—, (PDF, en inglés) ha indicado que entre US$50 000 millones y US$100 000 millones se pierden cada año debido a la mala gestión de la industria pesquera. Por lo tanto, el restablecimiento de la salud y la gestión de los recursos oceánicos representan un potencial enorme para el crecimiento de las economías.
 
Nuestra experiencia demuestra que esto se puede hacer.
 
En Indonesia, el Banco colaboró con más de 350 aldeas para proteger los arrecifes de coral y, al mismo tiempo, mejorar las prácticas pesqueras. Ahora vemos que los arrecifes de coral aumentan tal como lo hacen los ingresos de las comunidades. En su tercera fase, el Programa de rehabilitación y ordenación de los arrecifes coralinos (COREMAP) tiene como objetivo institucionalizar la planificación de la protección de los arrecifes de coral y mejorar el bienestar de las comunidades costeras.
 
En el Caribe, las catástrofes naturales son desastrosas. En conjunto con el Departamento de Estado de Estados Unidos, el Banco Mundial busca aumentar el acceso de las comunidades que dependen de la pesca a seguros de riesgos contra desastres, promoviendo simultáneamente más y mejores mecanismos para esta cobertura y garantizando la asistencia a los Estados insulares.
 
En Liberia y Sierra Leona, (i) las pesquerías están contribuyendo a la recuperación de la seguridad alimentaria, tras la epidemia del ébola con la ayuda de nuestro Programa de Pesca Regional de África Occidental. El Banco Mundial ha apoyado a Liberia a obtener resultados exitosos en la disminución de la pesca ilegal en sus costas, que no es denunciada ni regulada, de acuerdo a datos provistos por imágenes satelitales recientes.
 
La adopción de los ODS es un momento histórico desde muchos puntos de vista. La comunidad internacional se está dando cuenta de que no hay un planeta B, un “traspaís”, un remanso. La salud de nuestros océanos está inextricablemente vinculada a nuestro futuro colectivo. Mi esperanza es que el ODS 14 ayude a los países, las empresas y los ciudadanos a concentrarse en las señales vitales de los océanos, en invertir e innovar. Si lo hacemos, todos seremos mucho más fuertes.

Editado para remover la referencia al número de pescadores en el Caribe.

Autores

Paula Caballero

Former Senior Director, Environment and Natural Resources Global Practice

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