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Cinco pasos para mejorar educación y perspectivas de empleo de las niñas

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¿Qué es lo primero que le viene a la mente cuando piensa en la educación de las niñas? Es muy posible que recuerde a una que conoce en particular que no pudo ir a la escuela primaria. O tal vez visualice una de esas grandes fotos de niñas sonrientes y estudiosas que asisten a la educación básica en un país en desarrollo gracias a un proyecto o programa.

Ambas imágenes son correctas, pero solo representan una parte pequeña de la historia. 

Hasta hace poco, muchas niñas ni siquiera terminaban la escuela primaria. Sin embargo, se ha logrado un gran avance hacia la equidad de género en la educación básica como parte de los objetivos de desarrollo del milenio. Si bien aún queda mucho por hacer en el área del acceso, los desafíos para mejorar la educación, las habilidades, y las perspectivas de empleo de las niñas son diferentes en la actualidad.
 


Es importante prestar más atención a lo que sucede antes y después de la educación primaria. Para que las niñas y las jóvenes adquieran las habilidades requeridas, se necesitan cinco pasos, sugeridos por el marco de habilidades para el empleo y la productividad del Banco Mundial, denominado STEP. (i) La buena noticia es que, en cada paso, tenemos una buena idea de cuáles intervenciones pueden ayudar a las niñas a alcanzar su potencial.
 
Cinco pasos para mejorar educación, habilidades y perspectivas de empleo de las niñas
 
En primer lugar, brindar a las niñas una base sólida a través del desarrollo en la primera infancia (ECD, por sus siglas en inglés). Las desventajas que se crean en los primeros años de vida son difíciles de remediar, pero con programas eficaces de ECD estas se pueden evitar y de ese modo obtener grandes beneficios. Los programas de ECD ayudan a desarrollar habilidades técnicas, cognitivas y de comportamiento que conducen a una alta productividad en el futuro. Las intervenciones que dan mejores resultados ponen énfasis en la nutrición, la estimulación, y las habilidades cognitivas básicas, entre otras áreas.
 
Un nuevo estudio sugiere que en Jamaica, 20 años después de una intervención de ECD, los ingresos medios de los beneficiarios –niños y niñas– eran un 42% más altos que los del grupo de control. Aunque no se podrían obtener ganancias tan elevadas si todos los niños se beneficiaran de este tipo de intervenciones, que es el objetivo final, queda claro no obstante que la estimulación psicosocial temprana puede mejorar sustancialmente los ingresos futuros.
 
El segundo paso se centra en la educación básica. Seguramente sigue habiendo brechas. Los datos de un próximo documento sugieren que en 24 países de ingreso bajo, solo el 34% de las niñas del 20% de los hogares más pobres completa la escuela primaria, en comparación con el 72% de las niñas del 20% de los hogares más ricos. Estas diferencias relacionadas con el ingreso pueden superarse mediante intervenciones destinadas a reducir el costo de la escolarización de las niñas, tales como las transferencias monetarias condicionadas.
 
En Yemen, un nuevo programa dirigido a alumnas de cuarto a noveno grado de comunidades desfavorecidas está llegando a cerca de 40.000 niñas. Además de aumentar la matrícula y la asistencia, también es necesario garantizar que todas las niñas que van a la escuela puedan aprender, y esto se logra mediante la creación de sistemas escolares más sólidos con normas claras de aprendizaje, buenos profesores, recursos adecuados, y un entorno regulador apropiado que ponga énfasis en la rendición de cuentas.
 
Pero ¿aprender para qué? La educación por sí misma sin duda tiene un valor intrínseco, pero también son esenciales la enseñanza y la formación que resultan útiles en el lugar de trabajo. El tercer paso para ayudar a las niñas a desarrollarse consiste en darles las aptitudes laborales que los empleadores realmente demandan, o que ellas pueden usar en la creación de sus propias empresas.
 
Muchos países han logrado, o están avanzando rápidamente hacia la paridad de género en la educación básica. Por el contrario, la participación de las mujeres jóvenes en la fuerza laboral en la mayor parte de los países en desarrollo sigue siendo sustancialmente más baja en comparación con los hombres. En India, Nigeria y Sudáfrica, más de tres cuartas partes de todas las niñas de entre 15 y 24 años no tienen un trabajo remunerado y no están buscando empleo. Y según la Base de Datos Internacional de Distribución del Ingreso, casi el 40% de las mujeres jóvenes a nivel mundial están desempleadas o “inactivas”, es decir, no asisten a la escuela ni trabajan. Además, hay millones de mujeres jóvenes que se dedican a trabajos no remunerados o improductivos.
 
Esto representa, claramente, una pérdida significativa para sus familias y para el crecimiento económico. ¿Cómo podemos favorecer la integración de las mujeres jóvenes en el mundo productivo? Según una nueva investigación llevada a cabo como parte de la Iniciativa para las Niñas Adolescentes (i) del Banco Mundial, un programa en Liberia que proporcionó habilidades para la vida, capacitación, y ayuda para conseguir empleo a mujeres jóvenes de entre 16 y 27 años, aumentó la tasa de empleo en aproximadamente un 50%, y casi duplicó los ingresos. El programa también tuvo efectos positivos en la confianza de las participantes, la satisfacción con los resultados del trabajo, y la seguridad alimentaria de los hogares.
 
El cuarto paso se refiere a la creación de un entorno que fomente la inversión en conocimientos y creatividad. Para esto se necesitan habilidades relativas a la innovación específicas e inversiones para ayudar a que las personas estén más abiertas  a las nuevas ideas, y también herramientas de administración del riesgo que faciliten la innovación. Una vez más, las niñas están en desventaja en comparación con los varones, ya que tienen menos oportunidades y, por lo tanto, tasas más bajas de iniciativa empresarial en muchos países.
 
Un nuevo programa de Uganda, administrado por la organización no gubernamental BRAC, proporciona a niñas de entre 14 y 20 años un espacio seguro, formación en habilidades para la vida y capacitación en medios de subsistencia para el trabajo independiente en base a las condiciones del mercado local. Este programa generó ingresos significativos provenientes de empleos independientes, sin efectos adversos en los resultados escolares. Además, disminuyeron los embarazos entre las beneficiarias, aumentó la proporción de niñas que usan preservativos, y se redujo la incidencia de relaciones sexuales forzadas.
 
El quinto y último paso establece la importancia de que las sociedades promuevan mercados de trabajo flexibles, eficientes y seguros. Al margen de evitar regulaciones rígidas de protección del empleo y de fortalecer los sistemas de protección de los ingresos, es importante proporcionar servicios de intermediación para los trabajadores y las empresas a fin de transformar las habilidades en puestos de trabajo reales y productividad.

Autores

Mattias Lundberg

Senior Economist, Social Protection & Labor, World Bank

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