Por tercera vez en sus 66 años de historia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado una emergencia de salud pública a nivel global. Esta vez se trata del brote del virus del Ébola en tres países de África occidental: Guinea, Liberia y Sierra Leona. Después de la terrible experiencia de los últimos meses, los Gobiernos y las comunidades de estas tres naciones están buscando desesperadamente señales de que la enfermedad se puede detener.
Como médicos, que comprendemos bien tanto la situación del continente africano como el control de las enfermedades infecciosas, estamos seguros de que el plan de respuesta al ébola, que llevan adelante los países y la OMS, puede contener este brote y acabar con él en cuestión de meses. Tengamos presente también que no se trata solo de un problema de África, sino también de una cuestión humanitaria que casualmente ocurre en una pequeña parte de ese continente.
La respuesta de emergencia debe centrarse en cuatro áreas clave.
En primer lugar, debemos apoyar a los trabajadores de la salud que conforman la primera línea en la lucha contra esta epidemia. Han pagado un precio demasiado alto: hasta el momento han fallecido casi 100 de estos funcionarios mientras asistían a los enfermos. Debemos proporcionarles equipos protectores adecuados, ofrecerles acceso a los suministros necesarios, darles una remuneración acorde con su heroica labor y poner a su disposición una atención inmediata de alta calidad si se enferman. El Grupo del Banco Mundial anunció la semana pasada la entrega de US$200 millones para ayudar a contener la propagación del ébola, y algunos de estos fondos serán destinados a aportar asistencia inmediata para los trabajadores de la salud.
En segundo lugar, los tres países necesitan más de todo. Liberia tiene 1 médico por cada 70 000 habitantes y Sierra Leona 1 por cada 45 000 personas. (El Reino Unido, en contraste, tiene 1 médico por cada 360 personas y Estados Unidos 1 por cada 410 habitantes). Debemos actuar con rapidez para desplegar más trabajadores de la salud y proporcionar más laboratorios móviles, clínicas y equipos de pruebas rápidas.
En tercer lugar, los países y sus asociados internacionales deben informar con mayor eficacia a las comunidades sobre el brote de ébola. El virus se transmite de los animales silvestres a las personas. Se propaga a través de la transmisión entre humanos, produciéndose la infección por el contacto directo con los fluidos corporales de los infectados y el contacto indirecto con ambientes contaminados. Otro mensaje importante es que cuanto antes los pacientes reciban atención de salud, incluida la rehidratación con líquidos intravenosos, más rápido se pueden recuperar.
Y en cuarto lugar, tenemos que crear sistemas de salud más sólidos en estos tres países para que, cuando se produzca otro brote de una enfermedad infecciosa, puedan responder con mayor eficacia. El ébola podría regresar, o un nuevo agente patógeno infeccioso podría pasar del mundo animal al mundo humano.
Parte de la solución es contar con sistemas de salud pública y de vigilancia veterinaria más eficientes que localicen y prevengan nuevas enfermedades antes de que se afiancen y provoquen muertes entre la población. El costo de la creación de sistemas de salud más eficaces no es menor —casi la mitad del paquete de emergencia de US$200 millones del Banco Mundial para combatir este brote se destinará al fortalecimiento de los sistemas de salud— pero no se puede comparar con las pérdidas humanas y económicas que ya se sufrieron por el brote. Tenemos que establecer sistemas de atención pública que sean accesibles y que funcionen, de modo que puedan prevenir, detectar y responder a este tipo de epidemias mucho antes.
La comunidad internacional está empezando a acudir en ayuda de Guinea, Liberia y Sierra Leona. Debemos reconocer, sin embargo, que esta tragedia es una llamada de atención. Todos sabíamos que en estos tres países, y en muchos otros del mundo en desarrollo, los sistemas de salud eran muy débiles y no podían contener eficazmente un brote de enfermedades infecciosas, como la epidemia de ébola. También debemos fortalecer la capacidad institucional regional en África para la prevención y el control de las enfermedades.
Ahora estamos siendo testigos de los resultados de nuestra aceptación del statu quo. Podremos detener el virus del Ébola en las próximas semanas y meses. Pero ese no es el final de la historia. ¿Podremos también crear sistemas de salud suficientemente fuertes como para detener los próximos brotes? Creemos que hacer esto es un imperativo moral y económico, y todos debemos trabajar en pos de ese objetivo.
Jim Yong Kim es presidente del Grupo del Banco Mundial. Nkosazana Dlamini Zuma es presidenta de la Comisión de la Unión Africana.
Este artículo fue publicado por primera vez en: Huffington Post
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