La historia del progreso es la historia de cómo la humanidad ha cosechado prosperidad gracias a la innovación agrícola. En el documento titulado Harvesting Prosperity: Technology and Productivity Growth in Agriculture (Cosechar prosperidad: La tecnología y el aumento de la productividad en la agricultura) (PDF, en inglés) sostenemos que este énfasis en el incremento de la productividad agrícola es hoy más necesario que nunca. Veamos algunos hechos estilizados:
- Casi el 80 % de los pobres de todo el mundo viven en las zonas rurales, y muchos de ellos dependen de la agricultura para obtener sus medios de subsistencia. El aumento de la productividad agrícola es el factor que más impacto genera en la reducción de la pobreza, aproximadamente el doble del de las manufacturas. (Véase el gráfico incluido más abajo). El incremento de la productividad en China y en otros países de Asia oriental ha contribuido a lograr una notable reducción de la pobreza, pero ha sido demasiado bajo como para generar impactos similares en África y Asia meridional, precisamente los sitios donde se observan los focos de pobreza extrema más grandes.
- A pesar de los aumentos registrados en la productividad agrícola en las últimas décadas, la desnutrición aún muestra niveles significativos en todo el mundo y va en aumento: en 2017 alcanzó a 821 millones de personas (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura [FAO] y otros, 2018).
- El cambio climático perjudicará fuertemente la agricultura, en particular en los lugares habitados por gran cantidad de personas pobres. Los modelos de cambio climático sugieren que para 2050, el calentamiento global llegará a entre 1 °C y 2 °C por encima de los niveles preindustriales (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático [IPCC], 2018), y la FAO estima una caída de entre el 3 % y el 10 % en el rendimiento promedio mundial de los cereales por cada grado centígrado de aumento de la temperatura.
- La productividad agrícola es menor y crece a un ritmo más lento en los países pobres, lo que les impide lograr la convergencia de ingresos con las economías avanzadas.
En todo el mundo, la gran mayoría de los aumentos en la producción se han dado precisamente a través de incrementos en la productividad total de los factores, y no en la ampliación del uso de la tierra o de los insumos. Esto también se verifica cada vez más en los países en desarrollo. No obstante, esos avances no han sido uniformes en las distintas regiones del mundo. En particular, el aumento de la productividad ha sido lento en algunas de las zonas más pobres, como Asia meridional y África al sur del Sahara.
En consecuencia, es fundamental comprender los factores que determinan el crecimiento de la productividad. Una corriente de pensamiento considera que el sector de los pequeños agricultores es ineficiente en el uso de los recursos, constituye una carga para el desarrollo y, por lo tanto, los mercados de factores comprometidos les impiden pasar a empleos más productivos. En el informe Harvesting Prosperity se presentan evidencias que indican que los beneficios derivados de reasignar tierras y mano de obra probablemente sean menores de lo que suele pensarse, pero que pueden obtenerse enormes beneficios con las inversiones en generación y difusión de conocimientos. Allí se muestra que una medida habitual (aunque conceptualmente defectuosa) de la distorsión de los mercados laborales, esto es, la diferencia en la productividad promedio de la mano de obra en la agricultura y la industria, en realidad desaparece cuando se la corrige teniendo en cuenta el tiempo real que el trabajador pasa en el campo. Según la teoría, la eficiencia exige que las productividades marginales se igualen y, según el informe, en India el elemento indicativo más adecuado disponible (los salarios) es sorprendentemente similar en todos los sectores. Asimismo, diversos trabajos recientes sugieren que ni la fragmentación de grandes extensiones ni la consolidación de propiedades pequeñas generarían beneficios importantes. La productividad puede crecer fácilmente en ambos tipos de explotación.
Por otro lado, las inversiones en creación y difusión de conocimientos sí parecen dar lugar a importantes beneficios potenciales. Como ejemplo, las estimaciones de las tasas de rentabilidad de las actividades de investigación y desarrollo (ID) en la agricultura se ubican sistemáticamente entre el 30 % y el 40 %, un valor más alto que muchas inversiones alternativas. No obstante, la proporción de los fondos destinados a ID respecto del producto interno bruto agrícola es seis veces más alta en las economías avanzadas que en los países en desarrollo, y la relación ID/trabajador es 50 veces mayor. Los niveles de gasto real van en aumento en China y en ciertas partes de Asia, pero decrecen en la mitad de los países africanos. Y esto se da justamente en un momento en el que dichos países enfrentan dificultades en la lucha contra la pobreza, la seguridad alimentaria y la adaptación al cambio climático.
En consecuencia, la atención debe centrarse en ver cómo los países pueden subsanar esta diferencia en las investigaciones y facilitar la adopción de nuevas tecnologías en la agricultura. En lo que respecta al primer punto, además de asignar más adecuadamente los recursos públicos destinados al sector, el surgimiento de entidades privadas que brindan servicios de ID puede contribuir a consolidar los esfuerzos de los países en esta área. No obstante, esto exige la creación de un entorno propicio que atraiga a tales actores. En relación con el segundo punto, las investigaciones recientes sobre la función del sesgo en contra de la agricultura, la incertidumbre, las asimetrías en la información, las deficiencias en el capital humano, y el escaso acceso a los mercados de productos, seguros y servicios financieros señalan numerosas deficiencias que los Gobiernos deben abordar más o menos simultáneamente para facilitar la adopción de estas nuevas tecnologías entre los agricultores.
Otro actor surgido recientemente (las cadenas de valor mundiales [CVM]) ofrece tanto una nueva forma de ampliar los mercados como un medio alternativo para subsanar sus deficiencias de manera más sincronizada que las intervenciones gubernamentales directas. En las condiciones adecuadas, las CVM ofrecen a los agricultores que participan en ellas mercados de créditos, seguros y productos. Lo que se necesita, nuevamente, es un entorno propicio que garantice la rentabilidad para la empresa principal de la CVM, así como un sistema jurídico que haga cumplir los contratos en las distintas compañías. Por ejemplo, si la empresa principal brinda fertilizantes y crédito, necesita asegurarse de que realmente le venderán a ella el producto final.
La tarea de incrementar la productividad agrícola y lograr que los pobres de las zonas rurales se vuelvan más resilientes a las probables crisis es hoy más urgente que nunca . Afortunadamente, los Gobiernos pueden contar ahora con nuevas herramientas y actores del sector privado, si implementan las reformas necesarias.
Nota: El documento Harvesting Prosperity: Technology and Productivity in Agriculture es el cuarto volumen de la serie del Banco Mundial titulada Productivity Project (Proyecto de productividad), (i) en la que se analiza la “paradoja de la productividad” reflejada en la desaceleración persistente en el aumento de la productividad a pesar de los avances tecnológicos.
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