Este blog conjunto ha sido preparado por un grupo de panelistas luego de una conversación organizada por WISE, con ocasión del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), sobre las consecuencias de la pandemia en la educación de las niñas y las mujeres. A continuación se resumen sus contribuciones y se destacan las recomendaciones sobre posibles soluciones para resolver este problema. Se publicó originalmente en la página de WISE (i).
Los beneficios de la escolarización son especialmente altos para las mujeres. De hecho, el aumento de los ingresos relacionado con un mayor nivel de educación es mayor para las mujeres que para los hombres. Con un año más de estudios, los salarios de las mujeres suben un 12 % (i), en comparación con un 10 % en el caso de los hombres.
Sin embargo, los avances en la instrucción de las niñas y las mujeres están en peligro. Antes del cierre de las escuelas debido a la COVID-19, las niñas permanecían más tiempo en la escuela y aprendían más que en cualquier otro momento. La prolongada desventaja de las niñas en materia de matriculación había ido disminuyendo. En algunos casos, esto condujo a una "brecha inversa" (i) donde las niñas superan a los niños tanto en las tasas de matrícula como en los resultados de aprendizaje, lo que representa una compensación para las mujeres.
La COVID-19 puede detener temporalmente estos avances. El cierre de las escuelas provocado por la COVID-19 puede hacerlos más lentos o revertirlos y quizás impedir aún más que las niñas y las mujeres se den cuenta de los posibles beneficios, lo que representa un costo futuro "oculto". Es necesario actuar con urgencia para asegurar que las niñas y las mujeres puedan obtener los beneficios de su escolarización.
El Banco Mundial pronostica (i) niveles más bajos de escolaridad, aprendizaje e ingresos futuros debido al cierre de las escuelas provocado por la COVID-19. Se espera y se proyecta la pérdida de aprendizaje. Pruebas recientes de varios países muestran que el «tobogán» de la COVID-19 es real. En el caso de las mujeres y las niñas, que ya se ven muy afectadas por la pandemia, existe un riesgo particular en el ámbito de la educación. La pandemia pone a las niñas en un mayor riesgo de:
- Dejar la escuela
- Ser vulnerables a la violencia doméstica y a otros tipos de violencia de género
- Estar expuestas al matrimonio infantil
- Quedar embarazadas
- Ser explotadas como mano de obra infantil
Según UNESCO, 11millones de niñas podrían no volver a la escuela después de la pandemia de COVID-19.
¿Qué se puede hacer; qué podría funcionar?
El aprendizaje a distancia fue una medida útil en la primavera de 2020, pero no es la respuesta en el presente. Más bien, debemos reabrir las escuelas de manera segura para mitigar y revertir las pérdidas de aprendizaje y lograr que las niñas vuelvan a la escuela. Para muchas niñas, especialmente las más pequeñas, el aprendizaje perdido durante la pandemia se puede limitar e incluso revertir mejorando la educación a distancia durante el cierre de las escuelas e implementando programas de recuperación del aprendizaje, como Teaching At the Right Level (i) y las tutorías (i) de «alta dosis», que según evidencias disponibles han demostrado ser eficaces. Sin embargo, en el caso de las niñas mayores, el riesgo de deserción escolar es real, y pueden abandonar la escuela antes de que se recuperen las pérdidas de aprendizaje, a menos que se pongan en marcha programas innovadores de manera oportuna.
El riesgo de deserción debe abordarse de inmediato brindando apoyo adicional a los estudiantes, y sus familias, para que permanezcan en la escuela y asegurar que las niñas sean el foco de atención ya que tienen un alto riesgo de abandonar la escuela y sufrir pérdidas de aprendizaje. También puede ser necesario un apoyo específico para superar las limitaciones específicas de las niñas, especialmente las adolescentes. Por ejemplo, el programa para mantener a las niñas en la escuela en Zambia (i) proporciona transferencias de efectivo a las familias de las estudiantes adolescentes para que cuenten con los recursos para mantener a sus hijas en la escuela, y ha establecido un sistema de alerta temprana para identificar a las niñas en riesgo de deserción escolar y de otras vulnerabilidades.
Las organizaciones y comunidades pueden trabajar para garantizar que los estudiantes continúen su educación mientras están en casa, pero al mismo tiempo asegurarse de que también reciben otros servicios esenciales, de modo que no pierdan el ritmo de su educación.
La Fundación Malaika, en la República Democrática del Congo, que abarca una escuela para 370 niñas, un centro comunitario que atiende a 5000 jóvenes y adultos al año, una iniciativa de 20 pozos que proporcionan agua potable a más de 32 000 personas y un programa de agricultura sostenible, elaboró un plan integral con personal para distribuir alimentos, artículos de higiene y otras necesidades básicas a sus estudiantes durante los confinamientos, manteniéndolos seguros y sanos mientras se mantienen al día académicamente. Como resultado, el 98 % de los estudiantes regresaron a clases después del cierre de las escuelas, una tasa muy superior al promedio.
De cara al futuro, sabemos que las aulas han cambiado para siempre. Las salas de clases después de la pandemia dispondrán de equipos modernos y los hogares de los estudiantes tendrán que conectarse vía internet. El sistema educativo será una combinación de educación tradicional y a distancia (en línea). Por esta y otras razones, debemos invertir en las habilidades de las niñas, incluidas herramientas de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC).
En este sentido, la función del Gobierno es fundamental. Solo se lograrán avances cuando este sistema híbrido se pueda implementar a gran escala, y una vez que los encargados de la formulación de las políticas, los directivos empresariales, las organizaciones sin fines de lucro y las comunidades trabajen de manera mancomunada.
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