He leído los numerosos informes que resumen el alarmante estado del clima y las perspectivas de empeoramiento de las condiciones del planeta. Conozco las duras estadísticas que documentan el aumento de la temperatura, la mayor intensidad de los desastres naturales y el calentamiento de los mares. Me he reunido con representantes de países en desarrollo que tienen un solo pedido: menos conversación y más acción en materia de clima .
Los gobiernos de países de bajos ingresos están buscando la manera de elevar los niveles de vida y sacar a las personas de la pobreza, sin olvidar la reducción de emisiones y la adaptación de su modelo económico a patrones meteorológicos más severos y variables.
En mayo del año pasado, hubo lluvias torrenciales que forzaron a cientos de miles de personas del África oriental a dejar sus hogares: hubo 260 000 desplazados en Kenya y medio millón en Somalia. Las inundaciones se presentaron justo cuando muchos se estaban recuperando de la sequía y la hambruna que habían arrasado el Cuerno de África y la región de África oriental, lo que trajo una desaceleración de la producción de cultivos, un aumento del precio de los alimentos, una mayor inflación y menor crecimiento económico.
La complejidad del desafío es aún mayor en los estados frágiles, donde los gobiernos solo cuentan con medios limitados para ayudar a la población a adaptarse a las nuevas condiciones. No obstante, los incentivos para pasar a la acción son igual de fuertes porque, al relegar las cuestiones relacionadas con el clima, se pueden exacerbar las tensiones políticas, económicas y sociales.
Para proteger a las personas y al planeta, fomentando al mismo tiempo el crecimiento de la economía, los gobiernos deben tomar medidas y hacer especial hincapié en cuatro dimensiones: incorporar políticas para reducir las emisiones e impulsar la adaptación; incentivar la inversión privada dirigida a la acción climática, porque el financiamiento público no será suficiente; abordar las necesidades de las poblaciones marginadas y vulnerables, y ayudar a las personas y los hogares que están padeciendo los impactos inmediatos del cambio climático.
Primero, con los ajustes adecuados en los marcos de políticas, los países pueden facilitar el aumento de las inversiones para hacer frente al cambio climático y respaldar el crecimiento con bajas emisiones de carbono. En este contexto, el Reino Unido ha demostrado lo que se puede hacer: entre 1990 y 2018 redujo sus emisiones de gases de efecto invernadero cerca de un 40 % y, al mismo tiempo, logró un aumento del 75 % en el producto interno bruto real.
Ahora hay más países que aceptan el desafío y llenan el vacío de políticas fiscales en las deliberaciones sobre el clima. La Coalición de Ministros de Finanzas para la Acción Climática, que se creó en abril de este año y está conformada por nada menos que 51 miembros encabezados por Finlandia y Chile, ha promovido la acción a través de la política fiscal, el financiamiento privado y el gasto público “inteligente”. Este programa quedó registrado en los principios de Helsinki, y la coalición brindará apoyo a los ministros a través de asistencia técnica y el intercambio de ideas de políticas que dan buenos resultados.
Segundo, las buenas políticas pueden ayudar a atraer importantes inversiones del sector privado. Por ejemplo, las entidades del Grupo Banco Mundial que se ocupan del sector privado se están dedicando a impulsar inversiones en energías renovables en los países en desarrollo para incrementar el acceso a la electricidad y aprovechar el descenso de los precios de las energías eólica y solar. Más recientemente, ayudamos al Gobierno de Senegal a utilizar el enfoque “Más Energía Solar” para establecer un nuevo punto de referencia de aproximadamente USD 0,05 por kilovatio hora de energía en una de las fuentes de electricidad más económicas de toda África al sur del Sahara. Tras lograr una reducción de dos tercios del costo del almacenamiento de energía en baterías, la revolución energética ofrece nuevas alternativas de soluciones con y sin conexión a la red en los países pobres.
Tercero, si bien las deliberaciones sobre el clima se suelen centrar en los grandes países y las fuentes de emisiones más destacadas, no se debe ignorar la grave situación de los países más pequeños o los grupos de personas vulnerables que ya sufren los efectos del cambio climático.
Por ejemplo, sabemos que, en las islas pequeñas del Caribe y el Pacífico, ha aumentado la intensidad de las tormentas y el daño ocasionado equivale a un valor que va desde el 25 % a más del 200 % su producto interno bruto. Es esencial contar con infraestructura, viviendas y servicios públicos más resilientes, además de estar preparados para reconstruir mejor en casos de desastre. Por este motivo, los pequeños Estados insulares se cuentan entre los principales beneficiarios del financiamiento del Banco Mundial para los países más pobres.
Por último, las políticas eficaces se centran en las personas que ya están sufriendo los efectos del calentamiento global. En términos generales, nuestros equipos se están dedicando cada vez más a ayudar a los países y las comunidades a adaptarse al cambio, y esta actividad ya representa el 50 % de nuestras inversiones relacionadas con el cambio climático.
Para las personas más pobres, una medida que parece pequeña puede generar una diferencia enorme. A nivel de los hogares, por ejemplo, el Banco Mundial está ayudando a las personas a empezar a utilizar cocinas no contaminantes. En la actualidad, casi 3000 millones de personas cocinan a diario con leña o carbón, lo que genera serios impactos en la salud y el medio ambiente. Al reemplazar las cocinas tradicionales de leña y carbón vegetal con tecnologías más limpias, la temperatura mundial podría bajar casi una décima de grado y se podrían salvar más de 10 millones de vidas de aquí a 2050.
Para hacer frente a los enormes desafíos que plantea el cambio climático, debemos actuar colectivamente en todo el mundo y tomar medidas decisivas. Ya en 2008, la Asociación Internacional de Fomento, el fondo del Banco dirigido a los países más pobres, estableció que el clima era una cuestión prioritaria. Mediante la aplicación de toda la gama de recursos del Grupo Banco Mundial, nuestra intención original se está traduciendo en una creciente cantidad de inversiones relacionadas con el clima, que harán un total de aproximadamente USD 335 000 millones para 2030. Esto constituye una marcada diferencia respecto de la década anterior de inversiones de este tipo, que totalizaron cerca de USD 120 000 millones entre 2010 y 2019.
El Grupo Banco Mundial está aplicando un esquema serio e integral, y utilizando todas las herramientas disponibles para incorporar las consideraciones de cambio climático en sus operaciones. Los enfoques que respaldan un crecimiento resiliente, limpio e inclusivo serán el fundamento de nuestro diálogo e interacción con los gobiernos en los próximos años.
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