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El campeón mundial de lucha sirio ayuda a jóvenes refugiados a través de los deportes

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Amir Awaad soñaba con ganar medallas de oro. El 18 veces campeón nacional de lucha se entrenó toda la vida para representar a su país de origen, Siria, en las Olimpíadas. Su sueño se convirtió en fantasía cuando Amir tuvo que pelear fuera del cuadrilátero, esta vez por su vida. Un año después de estallar la guerra en Siria, Amir, su esposa y sus tres hijos pequeños huyeron hacia Egipto. Se establecieron en Alejandría, donde Amir abrió la Academia de Deportes Siria en 2016. Su propósito es reunir a los jóvenes refugiados y solicitantes de asilo de 12 países para que superen psicológicamente los traumas sufridos en sus naciones de origen. ¿El método para hacerlo? Entrenamiento intenso y proactivo en deportes de contacto y deportes de balón.

Conocí a Amir en el Foro Mundial de la Juventud en Sharm el-Sheikh (Egipto), donde se reunieron 3000 jóvenes de más de 130 países para discutir asuntos mundiales como el desplazamiento forzado, el espíritu empresarial y el buen gobierno.

"Usamos los deportes como medio para eliminar la energía negativa. Cuando los jóvenes hacen ejercicio y practican deportes, generan hormonas de la felicidad (endorfinas y serotonina) que los ayudan a participar en otras actividades. Ello ayuda a los niños a entender mejor el mundo. Mejora su estado de salud mental y física, y cuando compiten a nivel internacional pueden superar las divisiones de género y sectas, y centrarse en el deporte".

Amir espera que los niños y jóvenes que entrena puedan superar su identidad de refugiados apátridas y verse como campeones, atletas capaces de representar a sus países de origen con orgullo. Y de esa manera puedan superar al mismo tiempo las diferencias de raza, sectas, género y clanes. En la Academia de Deportes Siria no solo se entrena a los jóvenes en deportes, sino que se combina el ejercicio con las actividades de formación de equipos, de manera que los participantes generan cohesión social entre sus distintas comunidades.

Una de las actividades que organiza la Academia es la "Copa de la Esperanza", un campeonato de fútbol entre 12 equipos distintos de refugiados y 250 jóvenes. Estos equipos se entrenan juntos, pero después compiten de acuerdo con sus países de origen. Esto genera una competencia sana entre los jóvenes a la vez que crea un sentido de orgullo por pertenecer a sus países de origen, en lugar del sentido de vergüenza y separación que muchos sienten cuando se ven forzados a huir.

"En Brasil vimos como los deportes unían", dice refiriéndose al equipo olímpico de refugiados patrocinado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). "Le enseñamos a los niños la diferencia entre el bien y el mal, le enseñamos cómo deshacerse de la energía negativa y ver al prójimo en un nivel de igualdad. Cuando ganan, se sienten como campeones, a veces por primera vez en años, después de vivir rodeados de conflictos. En Alejandría, tenemos varios campeones sirios y los niños consideran a estos atletas como modelos".

Amir mismo es un ejemplo excepcional: ganó la medalla de oro en el Campeonato Asiático de 2012 en Arabia Saudita, retuvo el título hasta 2015, y consiguió varios títulos más en los campeonatos de la Federación Asiática y Árabe de Lucha. Espera usar los deportes como "idioma universal" para reunir a las personas y producir efectos secundarios positivos: "Reconstruir nuestro país (Siria) es un estado de ánimo. En la Academia de Deportes Siria, tratamos de desarrollar las aptitudes que los jóvenes necesitan para convertirse en atletas, sanar mentalmente y un día representar a sus países en competencias internacionales".

Cuatro años después de establecerse en Egipto en 2013, Amir espera internacionalizar las actividades que desarrolla en la Academia: "Sueño con un torneo deportivo internacional de refugiados, respaldado por sus países de acogida. No puedo representar a Siria en las Olimpíadas porque soy un refugiado, vivo fuera de mi país, tuve que abandonar mi sueño". Amir tal vez ya no pueda ganar medallas de oro pero, con su Academia, ha dado a otros jóvenes refugiados la oportunidad de entrenarse, competir y obtener medallas, y ha reforzado su sentido de identidad.

No solo son campeones los que cuelgan medallas de su cuello. Amir es un campeón en ambos sentidos.
 


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