Tras décadas de violentos conflictos en Burundi, Rwanda, Sudán del Sur y la República Democrática del Congo, Tanzanía se transformó en el hogar de miles de refugiados en busca de abrigo. A fines de 1994, este país —conocido por su hospitalidad y su política de puertas abiertas— albergaba a cerca de 1,3 millones de personas refugiadas en su región noroeste, lo que lo convertía en uno de los cuatro países de África al sur del Sahara que más refugiados había recibido. La mayoría de ellos se establecieron en 13 campamentos principales en los distritos de Karagwe, Ngara, Kasulu, Kigoma y Kibondo, situados al noroeste. En algunos de estos distritos, los refugiados superaban en número a los tanzanos en una proporción de cinco a uno, lo que probablemente hacía que la crisis de desplazamiento forzado fuera la más pronunciada de la historia moderna. Para finales de mayo de 1994, el campamento de Benaco, ubicado en Ngara, se había convertido en el más grande del mundo.
La llegada repentina de refugiados generó profundos efectos a corto y largo plazo en los medios de subsistencia y las actividades económicas de los tanzanos que los recibían. Recientemente publicamos un documento titulado Intergenerational Impact of Population Shocks on Children’s Health: Evidence from the 1993-2001 Refugee Crisis in Tanzania (i) (Impacto intergeneracional de las perturbaciones demográficas en la salud de los niños: Evidencias recogidas de la crisis de refugiados ocurrida entre 1993 y 2001 en Tanzanía), en el que se analizan las consecuencias a largo plazo de este arribo imprevisto de refugiados en los padres y sus hijos dentro de las comunidades receptoras. En el estudio se busca determinar si los impactos documentados en la salud de los niños cuyos padres experimentaron trastornos importantes (como desastres naturales, hambruna, guerra o contaminación) durante la primera infancia también se observan en los casos de conmociones demográficas temporarias como las crisis de refugiados.
Específicamente, se pregunta: los niños nacidos alrededor de 15 años después de la llegada masiva de personas refugiadas y que son hijos de padres que vivieron en zonas de refugiados y estuvieron expuestos a un gran flujo de desplazados por la fuerza durante la primera infancia, ¿experimentan efectos intergeneracionales en la salud?
Para definir los impactos en la salud de estos niños, analizamos el puntaje Z de la estatura para la edad (HAZ), un indicador de salud clave utilizado para determinar la probabilidad de retraso en el crecimiento infantil, que permite detectar eficazmente los efectos a largo plazo en la salud y las perspectivas de desarrollo socioeconómico de un niño durante su vida.
Utilizamos datos de la Encuesta Demográfica y de Salud de Tanzanía recopilados entre 2015 y 2016, que contiene el historial de migraciones de madres y padres, y los años exactos en que estos se mudaron a la zona donde viven actualmente. Los datos incluían información de geolocalización específica sobre cada conglomerado de hogares, lo que permitió evaluar de manera precisa la intensidad del flujo de refugiados calculando la distancia entre los hogares de las comunidades receptoras y cada uno de los 13 campamentos. En total, el análisis se basó en una muestra de 13 266 mujeres de entre 15 y 49 años y 10 223 niños menores de 5 años que vivían en 608 conglomerados distribuidos por todo el país.
Los resultados fueron alarmantes. Las conclusiones de las estadísticas descriptivas preliminares sugieren que los niños menores de 5 años nacidos de madres que vivían más cerca de los campos de refugiados tenían, en promedio, 10,1 puntos porcentuales más probabilidades de sufrir retraso en el crecimiento (45,1 %) que sus pares de zonas que recibían pocos refugiados (35 %). Del mismo modo, los hijos de madres que habían vivido sus primeros cinco años de vida en zonas que recibían a un gran número de refugiados (41,7 %) tenían, en promedio, 7,4 puntos porcentuales más probabilidades de sufrir retraso en el crecimiento que los hijos de madres que se encontraban al final de la infancia o vivían en zonas que recibían pocos refugiados (34,2%).
Nuestro principal análisis econométrico confirma estas conclusiones. Se determinó que los hijos de madres que habían vivido más cerca de los 13 campamentos durante la primera infancia tenían una estatura más baja para su edad en comparación con sus pares.
¿Cómo pueden explicarse estas conclusiones? En estudios anteriores realizados en Tanzanía (consulte esta página [i] y esta otra página [i]) se demostró que, si bien las oportunidades socioeconómicas aumentaron para los hogares que vivían más cerca de los campamentos de refugiados, la salud y la prestación de servicios se deterioraron debido a la crisis de refugiados. La llegada imprevista de estos generó oportunidades laborales secundarias temporales para las madres y los padres que posiblemente hayan afectado la división de tareas y el cuidado de los hijos en el hogar. Al mismo tiempo, el flujo de ayuda para los refugiados generó oportunidades de trabajo calificado en el mercado laboral, pero hizo que disminuyeran la calidad y el volumen de los servicios de salud y educación en las comunidades receptoras. En otras palabras, el aumento de las oportunidades laborales para la población receptora durante la crisis de refugiados probablemente haya sido perjudicial para el bienestar de los niños de dichas comunidades en lo que se refiere a cuidado, nutrición, morbilidad y educación.
Si bien los resultados aún son muy preliminares, en el documento se brinda cierto respaldo a esta hipótesis. Las madres que habían pasado los primeros cinco años de vida cerca de refugiados tenían más probabilidades de participar en el mercado laboral que sus pares de mayor edad. En cambio, las madres que tenían 5 años o menos cuando llegaron los refugiados en general accedían a menos años de educación y poseían menos activos clave como tierras o una casa. En resumen, el menor nivel de escolarización y el hecho de tener menos activos incidieron negativamente en la salud de sus hijos, lo que se ve reflejado en las tasas de retraso en el crecimiento de estos últimos. Los padres que habían pasado sus primeros cinco años de vida con refugiados también tenían menos probabilidades de poseer tierras y una casa. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedió con las madres, la exposición a los refugiados en la primera infancia no tuvo impactos a largo plazo en su participación en el mercado laboral ni en sus posibilidades de acceder a la educación postsecundaria. Para entender la diferencia entre los efectos a largo plazo entre las madres y los padres, se debe tener en cuenta que a menudo, cuando hay perturbaciones en el hogar, se tiende a descuidar más a las mujeres que a los varones. Por lo tanto, las perturbaciones que sufren las madres en los primeros años de vida probablemente afecten más a los hijos que las experimentadas por los padres.
Estas conclusiones iniciales son potencialmente importantes en el ámbito normativo. Si bien el aumento de las oportunidades laborales resulta imprescindible para mantener la estabilidad durante una crisis de refugiados, deben abordarse los posibles efectos indirectos de las políticas de asistencia (por ejemplo, el menor tiempo que se dedica al cuidado de los hijos y las interrupciones en la prestación de servicios esenciales como el de salud) a fin de reducir las consecuencias a largo plazo de las crisis de refugiados en las comunidades receptoras.
Esta investigación forma parte de un programa de recopilación de datos empíricos sobre el desplazamiento forzado que se prolonga en el tiempo (i). La iniciativa es impulsada por una alianza de varias partes interesadas y recibe financiamiento del Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID).
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