Durante décadas, los métodos no contaminantes para cocinar y, específicamente, las tecnologías de este tipo han sido más que un tema de discusión relacionado con la energía . Las cocinas han sido diseñadas por ingenieros, promovidas por los Ministerios de Energía y vendidas en el marco de esfuerzos para mejorar la combustión y obtener soluciones más limpias para cocinar. En el pasado, la agricultura ha estado notoriamente ausente en tales discusiones, pese al estrecho vínculo de esta con los granjeros rurales y con la producción de los alimentos en sí.
El problema de los métodos para cocinar es de gran magnitud. La proporción de hogares que cocina principalmente con leña, carbón vegetal, carbón, desechos de cultivos o estiércol representa más de la mitad de la población del mundo en desarrollo y en la actualidad esta proporción va en aumento o se ha estancado en la mayoría de las regiones. África registra uno de los porcentajes más altos en el mundo. Según un informe del Banco Mundial de 2014, (PDF, en inglés) más de 700 millones de africanos utilizan combustibles sólidos como la principal fuente de combustible, y el 98 % de los hogares en zonas rurales depende de ellos . La dependencia de combustibles sólidos; de combustibles modernos potencialmente dañinos como el queroseno, y de cocinas ineficientes y contaminantes es uno de los principales desafíos en materia de salud pública a nivel mundial, causando más muertes prematuras que el VIH/sida, el paludismo y la tuberculosis en conjunto. El uso de combustibles sólidos y cocinas también impone grandes costos económicos sobre las sociedades que cuentan con menos recursos para pagarlos y contribuye a efectos ambientales adversos y al cambio climático (ESMAP 2015).
Además, muchas de las personas que cocinan con combustibles sólidos pertenecen a las poblaciones más pobres del mundo, viven en zonas rurales y su actividad principal es la agricultura . Por lo tanto, debe haber un nexo claro y necesario entre los métodos menos contaminantes para cocinar y la producción agrícola.
De acuerdo con un estudio de Heegde y Sonder 2007 (PDF, en inglés) realizado por la SNV (Organización de los Países Bajos para el Desarrollo) y el Instituto Internacional de Agricultura Tropical, cocinar con biogás es técnicamente factible para 18,5 millones de hogares (aproximadamente 93 millones de personas) en 24 países africanos. Estas cifras se basan en el número de propietarios de ganado, (i) la disponibilidad de agua, la escasez de leña, (i) la densidad demográfica (i) y el clima. Un trabajo más reciente de SNV, que no ha sido publicado todavía, indica que este número es mucho mayor. Los agricultores que producen residuos agrícolas o abono animal disponen de fuentes de forraje que se pueden convertir en energía para cocinar. Gracias a las tecnologías de biodigestores a pequeña escala, los desechos agrícolas se pueden transformar en gas, y posiblemente proporcionar una solución no contaminante para cocinar a los agricultores de África.
En un nuevo informe del Banco Mundial titulado The Power of Dung: Lessons Learned from on-farm Biodigester Programas in Africa (El poder del estiércol: Enseñanzas extraídas de los programas de biodigestores en las granjas de África” (i) se examinan estudios de caso en Burkina Faso, Etiopía y Kenya sobre programas de biodigestores exitosos y se comienza a responder la pregunta: ¿cómo pueden los programas agrícolas apoyar la ampliación de las tecnologías no contaminantes para cocinar? En el documento se analiza de qué manera se han implementado las tecnologías de biodigestores en los países africanos, los numerosos desafíos que enfrentan estos aparatos (como la durabilidad de la tecnología y la interacción del usuario), y las maneras de mejorar los futuros programas de biodigestores.
Una de las conclusiones interesantes del informe es que muchos agricultores encuestados valoraron los biodigestores por su capacidad de producir biolodo, un fertilizante líquido que se pueda utilizar en los cultivos. Reemplazar los fertilizantes sintéticos o proporcionar acceso a fertilizantes donde antes no había puede ayudar a disminuir los costos de producción y aumentar la productividad de los agricultores. Los agricultores valoran esto: en algunos casos más que el acceso al biogás.
Es evidente que la agricultura tiene una función que desempeñar para ayudar a los agricultores a acceder a tecnologías menos contaminantes para cocinar. En cierto sentido, los biodigestores están al alcance de todos, y la tecnología es buena, el gas es limpio y los beneficios son excelentes (impactos en la salud, el acceso a fertilizantes, la gestión de desechos, el aumento de la productividad y el cambio climático). Aunque quizás los biodigestores no son la solución para cocinar de manera menos contaminante en todo el mundo, sí pueden ser la solución adecuada para al menos 18,5 millones de familias de agricultores en África.
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