Por ANDREW STEER
Imagine que vive en una aldea de África, que se encuentra por ejemplo en Níger. Su familia ha estado cultivando la misma parcela durante generaciones. Nunca ha sido fácil. Sin embargo, en los últimos tiempos parece haberse vuelto más difícil. El clima parece más variable, las precipitaciones menos predecibles, los rendimientos más inciertos y los precios más inestables.
Ahora imagine el escenario dentro de una, dos, tres o cinco décadas. ¿Cómo será la agricultura en su aldea?
Podría ser mucho peor: más sequías, peores inundaciones, menores rendimientos, ingresos más bajos. Es bastante probable que en estas circunstancias la aldea no haya podido sobrevivir.
O podría ser mucho mejor: suelos más resistentes, mejores rendimientos, cosechas más predecibles, cultivos más variados y nutritivos y crecientes flujos de efectivo en poder del agricultor cada año obtenidos por atrapar más carbono en sus tierras.
Ahora, podemos elegir cuál de estos panoramas será una realidad.
Y eso dependerá de nuestras decisiones en dos aspectos: si el planeta se compromete en su conjunto a disminuir las emisiones de carbono en por lo menos el 50% hacia 2050 y de lo que hagamos todos para ayudar al agricultor y al sistema de labranza en todo el mundo.
Mientras escribo estas líneas, 1.000 personas de 100 países se encuentran en La Haya, en los Países Bajos, debatiendo este último tema durante una semana.
El Gobierno holandés y el Banco Mundial han organizado una conferencia bajo el título “Down2Earth” (i), a sólo cuatro semanas antes del encuentro de Cancún, con el objeto de brindar impulso a un tema que a menudo ha sido descuidado en el debate sobre el cambio climático. Éste último constituye una mayor amenaza para los agricultores, quienes podrían sin embargo cumplir un papel fundamental para enfrentarlo. La agricultura es responsable de aproximadamente el 15% de las emisiones de carbono a nivel mundial, y otro tanto es producto de la deforestación y la degradación de los bosques.
Resulta que es bastante posible que en realidad la agricultura secuestre ─o absorba─ el carbono dentro de la tierra en lugar de emitirlo. Pero para lograrlo, ¿se debe sacrificar la productividad y el rendimiento? Sorprendentemente, no es así.
Un momento. Es aun mejor. ¿Sería posible lograr mejores rendimientos, más carbón en el suelo y también mayor capacidad de recuperación frente a las sequías y el calor? Increíblemente, ¡la respuesta es afirmativa otra vez!
Éste es el campo de esa fabulosa victoria triple: planificar intervenciones que aumenten los rendimientos (reducción de la pobreza y seguridad alimentaria), lograr que los cultivos tengan mayor capacidad de recuperación en condiciones extremas (adaptación) y conseguir que la agricultura sea una solución al cambio climático en lugar de ser parte del problema (mitigación).
Eso no es sencillo, y no crea a quien lo pregone. Queda todavía mucho por comprender y es probable que esta victoria triple exija implementar un paquete de intervenciones específicas para cada país y localidad. A pesar de ello, una cantidad significativa de países está demostrando que es posible. China ha sido líder en este sentido, con programas como Loess Plateau, que en la actualidad goza de fama internacional. Brasil también ha invertido en investigación y extensión de buena calidad y está consiguiendo estos resultados triples. Por su parte, los pequeños agricultores de Kenya ya están recibiendo pagos en efectivo como resultado de un plan piloto de nuevas técnicas agrícolas que retendrán más carbono en la tierra, aumentando al mismo tiempo la fertilidad del suelo.
Los participantes analizarán en detalle estos planes piloto y muchos otros y prepararán un Plan de Acción que será debatido en la sección de Alto Nivel de la conferencia esta semana en presencia de más de 60 ministros.
Mis elogios para Juergen Voegele y su imaginativo equipo del Departamento de Agricultura del Banco Mundial, incluidas las personas asignadas por esta institución: Marjory-Anne Bromhead y Patrick Verkooijen, por avanzar en estos importantes asuntos. Tuve el placer de dirigirme a los asistentes en la sesión inaugural de la Conferencia, y aprendí tanto que ¡volveré para la sesión ministerial del jueves!
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