El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) describe -mediante escenarios de mayores riesgos como consecuencia del cambio climático que van desde el aumento del nivel del mar hasta la desaparición de poblaciones de peces, la inseguridad alimentaria y la muerte de bosques debido al calor extremo– el panorama de un futuro complicado del que nadie sale ileso, donde se exacerban las vulnerabilidades existentes, y donde, como dice tan acertadamente Fred Pearce, debemos “prepararnos para lo peor”. (i)
Pero, como señalan con razón los científicos, no tiene por qué ser así.
El documento concluye que el cambio climático es un desafío en cuanto a la gestión de riesgos y la planificación en situaciones de alta incertidumbre. Plantea que los efectos que ya se han producido son generalizados y “significativos” y deja en claro que el mundo está muy mal preparado para enfrentar los riesgos climáticos.
No es tarea de los científicos del IPCC proponer soluciones, pero hay medidas que se pueden aplicar en mayor escala que están al alcance de la mano. Los retos son las posibilidades de copiarlas, el ritmo de la innovación, y la rapidez con que se puedan cambiar los comportamientos.
Tomemos el caso de la agricultura.
Al igual que en los informes “Bajemos la temperatura” (i) del Grupo del Banco Mundial, que alertan sobre la escasez de alimentos, especialmente en África, el IPCC advierte sobre los importantes riesgos para la seguridad alimentaria a medida que cambian los patrones meteorológicos y en algunos casos que llegan a ser más extremos. Lo que es aún más preocupante es que los científicos dicen que las cosechas disminuirán de todas maneras, sin importar que se apliquen o no medidas de adaptación.
¿Cómo respondemos?
Hoy en día enfrentamos un posible precipicio en materia alimentaria, incluso antes de tener la necesidad de proveer alimentos a 9000 millones de personas en 2050.
El cambio climático exacerbará los actuales desafíos y planteará otros nuevos. Más de 840 millones de habitantes sufren de hambre crónica. Las reservas de alimentos han disminuido como porcentaje de lo que hoy consumimos, y se registran alzas y volatilidad de los precios de los alimentos. Unos 1000 millones de personas dependen del pescado como su principal fuente de proteínas, un recurso que se encuentra amenazado por el calentamiento y la acidificación de los océanos. Los cambios en la dieta y el consumo están impulsando una demanda con diferentes características. El aumento de calorías tiene un efecto “multiplicador” sobre los sistemas alimentarios. Por cada kilogramo extra en la demanda de carne, se requieren hasta 10 kilogramos de pienso adicionales para alimentar a los animales y en algunos casos aún más. (i) Esto ejerce una mayor presión sobre las tierras cultivables y los bosques, e impulsa la expansión agrícola. A este problema se suma un sistema alimentario en el que se pierde o desperdicia entre un cuarto y un tercio de la producción total de alimentos .
Y de este modo estamos esperando tener más alimentos con menos recursos en medio del empeoramiento de la escasez de agua, la degradación del suelo, la disminución de las poblaciones de peces, y los altos costos de los alimentos para los seres humanos y los animales y del combustible.
Se necesita prestar atención inmediata a la necesidad de mejorar los medios de subsistencia de quienes producen nuestros alimentos, aumentar la productividad agrícola de manera sostenible, crear capacidad de adaptación de los sistemas alimentarios, mejorar los resultados nutricionales, y contener las emisiones de los procesos agrícolas. En la actualidad, a este potencial de mayor seguridad, productividad, sostenibilidad y reducción de las emisiones se le denomina agricultura con un enfoque inteligente en relación con el clima (CSA, por sus siglas en inglés).
En el Grupo del Banco Mundial, definimos la CSA como: el aumento de la seguridad alimentaria y nutricional mediante la producción de más alimentos en formas que no perjudican el medioambiente y generan al mismo tiempo mayores ingresos; la mejora de la capacidad de adaptación a través de la reducción de la exposición a riesgos y crisis de corto plazo, como plagas y enfermedades causadas por la sequía; la creación de una mayor capacidad para adaptarse y desarrollarse ante tensiones de más largo plazo, como el acortamiento de las estaciones y patrones meteorológicos inestables; la generación de ecosistemas saludables, y el establecimiento de una menor huella de carbono mediante la búsqueda de emisiones más bajas por cada caloría o kilogramo producido, evitando la deforestación provocada por la agricultura y sacando carbono de la atmósfera.
En los últimos meses, hemos estado haciendo una serie de preguntas hipotéticas de modo de explorar el potencial que tiene la CSA para contribuir a nuestros objetivos de poner fin a la pobreza y aumentar la prosperidad al tiempo que se combate el cambio climático.
* ¿Y si el mundo pudiera hacer que todos los ganaderos fueran tan eficientes como el 10 % que logra los mejores resultados?
* ¿Y si la agrosilvicultura (i) se extendiera en toda África?
* ¿Y si el mundo cambiara la forma de cultivar el arroz y aplicara un enfoque de humedecimiento y secado alternativo en todo el planeta?
Este es el nivel de afán que necesitamos, de manera colectiva, para ayudar a controlar la situación sobre la que nos alertan los científicos del IPCC.
Cada vez hay más apoyo para una alianza amplia sobre la agricultura inteligente en relación con el clima. Esperamos que los países, las empresas y otros puedan trabajar juntos para garantizar que este tipo de prácticas agrícolas tenga los impactos transformadores que el mundo necesita.
Liderar la acción
En septiembre, el secretario general de las Naciones Unidas (ONU) será el anfitrión de una cumbre sobre el clima para aprovechar el actual impulso político y aumentar nuestras aspiraciones de medidas en relación con el cambio climático. Si nos centramos en lo que más importa, nuestra atención debería estar en las políticas económicas y la innovación financiera para estimular y apoyar las iniciativas en la agricultura o las ciudades o los sistemas energéticos o la gestión forestal.
La próxima semana, el Grupo del Banco Mundial congregará a ministros de Hacienda durante nuestras Reuniones de Primavera, antes de la cumbre del clima. Los convocaremos a liderar la toma de medidas en sus países, aplicando marcos de políticas que respondan a las necesidades existentes si vamos a diseñar un desarrollo basado en la reducción de las emisiones de carbono y a invertir en nuestra capacidad de adaptación.
Los directivos del Banco Mundial, la ONU y el Fondo Monetario Internacional (FMI) comprenden la gravedad de los riesgos que plantea el cambio climático. En muchas ciudades y países, las autoridades han comenzado a adoptar medidas y están viendo resultados. Ahora, el mundo necesita líderes que den respuestas en todas partes.
Foto: El agricultor Hai Van Huynh trabaja con centros internacionales dedicados a la investigación agrícola, incluidos integrantes del Consorcio del CGIAR, para poner a prueba variedades de arroz resistentes a las inundaciones y sequías en Viet Nam. G.Smith/CIAT
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