Cuando escucho historias como la de Jean Bosco Hakizimana, un agricultor de Burundi (i), cuya vida fue transformada por una vaca, me entusiasma el cambio que podemos lograr entre todos. Los ingresos de Jean Bosco están mejorando, sus hijos comen mejor, su esposa tiene alguna ropa bonita, y sus campos de mandioca están dando mejores cosechas, y todo gracias a la leche y el fertilizante que produce esta vaca.
Una historia similar se está desarrollando en más de 2.600 comunidades de todo Burundi, ofreciendo una nueva vida a un pueblo que alguna vez fue diezmado por la guerra civil. Estos programas agrícolas comunitarios patrocinados por la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo del Banco Mundial para los más pobres, demuestran que el desarrollo no tiene por qué ser tan complicado y que el esfuerzo colectivo puede marcar la diferencia.
Hace 13 años, la comunidad internacional se reunió con la histórica voluntad de reducir la pobreza mundial a la mitad para 2015. En medio del escepticismo, hemos demostrado que cuando trabajamos juntos por el bien común, como en Burundi, podemos lograr un cambio de proporciones históricas. La comunidad internacional se encuentra una vez más en una encrucijada importante: faltan menos de 1.000 días para alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio (i) 2015 y queda el objetivo aún más ambicioso de poner fin a la pobreza extrema para 2030.
Hemos aprendido mucho sobre la lucha contra la pobreza en los últimos 13 años, mejorando cada vez más la calidad de nuestras inversiones mediante mediciones integradas, evaluación, experimentación, colaboración, y mucho trabajo. Hacer bien las cosas es fundamental para obtener resultados. Pero aunque la calidad de la ayuda es obviamente importante, no es lo único que cuenta en esta lucha.
La realidad es que todavía debemos pensar en cómo pagar por el desarrollo, incluso en un momento de limitación fiscal en algunas economías desarrolladas. En efecto, estamos buscando enfoques creativos para el financiamiento, que incluyen nuevos asociados y mecanismos de financiación. Pero independientemente de cómo lo hagamos, todos debemos formar parte de la solución. Ahora que los problemas son mundiales y hay tantas cosas en juego, no es momento de retroceder.
Este es precisamente el caso de la AIF, cuya reserva de fondos se repone este año con aportaciones de accionistas de países asociados desarrollados y en desarrollo, así como del Grupo del Banco Mundial. Nos reunimos con representantes de 60 países durante tres días a comienzos de julio en Managua, Nicaragua, para debatir las opciones de financiamiento y las orientaciones estratégicas del fondo para los próximos tres años. Una parte clave del debate se centró en el papel y el impacto de la AIF.
Nuestros asociados del desarrollo están familiarizados con nuestro historial de asumir los desafíos más difíciles y complejos de los últimos 50 años y más. Una de las mayores fuentes de financiamiento para el desarrollo, la AIF, proporciona respaldo a la salud, la educación, la infraestructura, la agricultura, la economía, y el desarrollo institucional de los países más pobres del mundo.
El mundo sigue contando con la AIF para abordar los grandes problemas, como el alivio para los países altamente endeudados, la reconstrucción de Haití y Afganistán, la energía limpia para millones de africanos que carecen de electricidad, y las recientes crisis mundiales económica y de los alimentos. Ninguna otra institución internacional tiene el mandato, el conocimiento intersectorial, y los recursos para responder a los complejos desafíos mundiales, con un enfoque exclusivo en los países más pobres del mundo. Pero no lo hacemos solos: trabajamos en estrecha colaboración con nuestras contrapartes bilaterales y multilaterales de todo el mundo para garantizar que los esfuerzos sean coordinados y generen el mayor impacto posible.
Además, la AIF es innovadora. Estamos ayudando a los países a dejar de lado las fuentes tradicionales de energía mediante el aprovechamiento del sol para iluminar los hogares y abastecer de energía a las empresas, y a abordar los efectos de un medio ambiente cambiante, mientras crean resiliencia climáticamente inteligente para el largo plazo. Estamos trabajando para encontrar nuevos disparadores para integrar a las mujeres y otros ciudadanos vulnerables en la sociedad en pie de igualdad. Y estamos aquí para el largo plazo, ayudando a encaminar a los países hacia la estabilidad y el crecimiento después de los conflictos y otros desastres.
Con la ayuda de la AIF, cientos de millones de personas han salido de la pobreza mediante nuevos puestos de trabajo, acceso a agua limpia, escuelas, carreteras, nutrición, electricidad, etc. Durante la última década, la AIF financió vacunas para casi 500 millones de niños, proporcionó acceso a mejores fuentes de agua para 123 millones de personas, y ayudó a que 65 millones de personas recibieran servicios de salud. Durante la crisis de los alimentos, ayudamos a conseguir semillas y fertilizantes para 8,5 millones de familias de agricultores, dinero en efectivo o programas de alimentos por trabajo para 1,7 millones de personas, y comida para 923.000 niños en edad escolar.
Con la ayuda de la AIF, se han “graduado” 28 países, en los que habitan 2.100 millones de personas, es decir, 34% de la población mundial. Su desarrollo económico significa que ya no dependen de la AIF, y muchos han comenzado a prestar apoyo financiero al fondo. Ayudar a los países a crear las instituciones y capacidades para ayudarse a sí mismos y ponerlos en el camino del financiamiento de su propio desarrollo es una de nuestras principales prioridades.
Finalmente, no es tan complicado en realidad. Como humanidad tenemos la opción de asumir la responsabilidad de los problemas mundiales. Con un fuerte crecimiento en muchas partes del mundo en desarrollo, ahora es el momento de aprovechar la oportunidad e invertir en la creación de capacidades para los grandes resultados del futuro. Ahora es el momento de asegurar que los Jean Bosco de todas partes tengan la oportunidad de una vida mejor.
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