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Esforzándose por invertir en la gente: el éxito del Perú en la superación de la crisis de retraso del crecimiento infantil

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Claudia y Olga tienen motivos para estar orgullosas. Estas dos mujeres, junto con varios padres de su comunidad comenzaron una revolución hace 16 años. Dejaron en claro que el lugar de nacimiento o la situación socioeconómica de un niño no tiene porqué determinar su destino.  Todos sus esfuerzos se vieron guiados por un mandato: acabar con la malnutrición crónica y garantizar que los niños afianzaran un buen comienzo de su existencia en los primeros 1000 días de vida.

Y si bien Claudia y Olga habrían dado inicio al movimiento, la eficacia del Perú en la reducción del retraso del crecimiento infantil fue posible gracias a los esfuerzos incansables y estratégicos del Gobierno e innumerables asociados. 

En estos momentos, en el mundo hay 155 millones de niños con retraso del crecimiento  (baja estatura en relación con la edad), y en consecuencia se ven privados de su derecho a crecer, progresar en la escuela y, en última instancia, ayudar a sus países a alcanzar la prosperidad económica. Empero, en algunas aldeas remotas de las regiones andinas del Perú, cientos de miles de niños están creciendo más en altura y gozando de mejor estado de salud que nunca.

ImageEn un informe reciente del Banco Mundial, Dando la talla: El éxito del Perú en la lucha contra la desnutrición crónica, (PDF) se relata cómo el Perú, en menos de una década, redujo a la mitad su tasa de malnutrición crónica de los niños menores de 5 años de edad, del 28 % al 13 %, entre 2008 y 2016. 

El Gobierno del Perú, en coordinación con organizaciones de la sociedad civil y la comunidad internacional, hizo suya la tarea de reducir la malnutrición crónica. Al darse cuenda de que ningún país podía prosperar sin inversiones sostenidas en su población, el Perú hizo de la lucha contra el retraso del crecimiento infantil su prioridad nacional absoluta al involucrar a todos: niños, familias y comunidades.

Compromiso político
 
El retraso del crecimiento infantil se convirtió en una prioridad política sostenida. Se trató como una cuestión seria de desarrollo humano. Se la reconoció como un desafío social, económico y sanitario. Un Gobierno tras otro demostró su compromiso de abordar el problema al fijar una serie de metas nuevas y elevadas.
 
Durante varias campañas electorales (desde 2006 hasta 2016), las organizaciones de la sociedad civil convencieron a los candidatos presidenciales de que debían invertir más en el capital humano, y fijar metas específicas para el país y tomar medidas importantes para garantizar que los niños afianzaran un buen comienzo de su existencia en sus primeros 1000 días de vida.
 
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Políticas inteligentes
 
En el pasado, los padres de los hogares pobres de comunidades rurales remotas con frecuencia ignoraban que sus hijos sufrían malnutrición crónica. Creyendo que la altura era una cuestión estrictamente hereditaria que no se veía influida por las prácticas de alimentación y cuidado, muchos peruanos aceptaban esta característica como un hecho. Esta creencia se perpetuó por generaciones, y frenó el desarrollo de los niños y del país.

En consecuencia, superar la prevalencia del retraso del crecimiento infantil en el corazón de las zonas altoandinas fue toda una hazaña. A 2002, el Perú había estado gastando un monto estimado de USD 250 millones al año en programas de alimentación y nutrición. Sin embargo, gran parte de ese gasto se destinó a niños mayores de 2 años de edad, lo que hizo que los efectos no se sintieran mucho. Se hizo evidente que hacían falta otras políticas.
 
Mientras el país registraba un crecimiento económico debido al auge de la inversión extranjera, la mejora de la infraestructura y el acceso al agua, seguía prevaleciendo la crisis del retraso del crecimiento infantil.
 
Considerando las causas reales de la malnutrición crónica en el mundo, el Gobierno del Perú empezó a asignar prioridad a sus inversiones en áreas clave. Orientó específicamente el gasto social hacia las mujeres embarazadas y los niños en sus primeros 2 años de vida, período en que la nutrición, la higiene y la salud también desempeñan una función de vital importancia.
 
En virtud del Programa de Transferencias Monetarias Condicionadas (TMC), conocido como Juntos, se proporcionaba efectivo a las madres al mismo tiempo que se les pedía que llevaran a sus hijos de corta edad a realizarse controles de salud, vigilancia y promoción del crecimiento en los centros de salud y que garantizaran que sus niños mayores asistieran a la escuela. Además, se dieron incentivos a los Gobiernos regionales para crear una hoja de ruta estratégica para reducir las tasas de retraso del crecimiento infantil, y establecer un sistema que garantizara que el dinero se gastara bien.
 
La idea era ajustar los recursos a los resultados. El Ministerio de Economía asignó recursos a áreas específicas en que más se los necesitaba de acuerdo con las tasas de retraso del crecimiento infantil.

De modo que a medida que los centros de salud empezaron a medrar en lo que se refiere a actividad y demanda de servicios, y un mayor número de madres e hijos asistían para vigilar su salud, se hizo un seguimiento preciso de todos los resultados de modo que las comunidades y los Gobiernos de las provincias pudieran recibir incentivos para prestar mejores servicios de salud y nutrición.

Como los resultados estaban disponibles y todos podían verlos, se generó una especie de competencia amistosa entre las comunidades para tratar de eliminar la malnutrición crónica.

A Sonia Girón García, una enfermera en la comunidad de Nueva Esperanza que hizo el seguimiento del progreso logrado entre 2006 y 2016, se le informó cuando empezó a trabajar allí en 2006 que el retraso del crecimiento infantil en la comunidad era del 79 %. Cuando se fue de allí en 2016, el porcentaje se había reducido al 19 %.

Todas esas políticas inteligentes se combinaron para generar convergencia en el enfoque del Gobierno para reducir el retraso del crecimiento infantil.   



Comunicación y cambios de comportamiento
 
Para que el compromiso político y las políticas más inteligentes tuvieran un impacto duradero, se debió educar y empoderar a los padres. Además, ellos necesitaban que el Gobierno prestara servicios sociales y de salud para garantizar que sus hijos crecieran a una tasa saludable.
 
Una estrategia de comunicaciones extraordinaria dirigida por organizaciones no gubernamentales (ONG), el Gobierno y asociados internacionales crearon un entendimiento y concienciación amplios acerca del impacto devastador de la malnutrición crónica. A medida que más madres se reunían con mayor frecuencia con médicos, enfermeros y nutricionistas en las clínicas, sus hábitos comenzaron a modificarse y así también la salud de millones de niños peruanos.

La enseñanza que puede extraerse del Perú

En la actualidad, el Perú se destaca en el mundo por abordar eficazmente el retraso del crecimiento infantil.  Ha acogido con beneplácito a varios Gobiernos —de Camerún, Ecuador, Guatemala, Indonesia, Madagascar, Mozambique y Tanzanía— que encaran situaciones semejantes y que quisieron aprender de su éxito.

El Perú nos proporciona un ejemplo excepcional de cómo, a través de inversiones oportunas que abarcan varios sectores en su población, una nación puede convertir el compromiso político, las buenas políticas y la gobernanza en mejores servicios sociales, de salud y educación para las comunidades más pobres.


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Autores

Carlos Ferreyra

Líder del equipo corporativo de la web en la vicepresidencia de relaciones externas y corporativas del Banco Mundial

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