Esta semana se cumplen 100 años del fin de la Primera Guerra Mundial. Ha pasado un siglo desde que un armisticio alentó a los bandos en batalla a dejar las armas y anunciar la paz. Muchos de nosotros, los afortunados, todavía disfrutamos de una época de paz. Vamos al trabajo, la escuela, los parques infantiles, las tiendas y los restaurantes, y lo hacemos con una sensación de seguridad. Pero ese no es el caso de muchas personas en todo el mundo. Las guerras continúan en Siria, Yemen e Iraq, y los conflictos violentos afectan a comunidades de todas las regiones del mundo.
Esta semana, además, líderes mundiales se reúnen en Francia, sede de la firma del Armisticio de 1918, para asistir al Foro de París sobre la Paz. (i) Aprovechan la ocasión para analizar las tensiones internacionales que causan disturbios en nuestros días y las iniciativas orientadas a evitarlas, tales como la cooperación para abordar el cambio climático, la escasez de recursos, la globalización y las perturbaciones tecnológicas; las instituciones para encauzar las rivalidades por el poder y administrar los bienes públicos mundiales; los sistemas de justicia para aplacar agravios y frustraciones y las regulaciones para enfrentar las desigualdades y los abusos de poder, y los esfuerzos de consolidación de la paz y en materia de seguridad.
Ayer participé en el foro con otros colegas del Banco Mundial y puse de relieve la difícil situación de los pobres para los cuales el conflicto y la fragilidad empeoran una situación ya de por sí complicada.
En 2030, el 50 % de los pobres del mundo podría vivir en países afectados por situaciones de fragilidad, conflicto y violencia. Además, el número de refugiados y desplazados internos se encuentra en su nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial. En un mundo cada vez más interconectado, donde los eventos que se originan en una parte del mundo pueden propagarse rápidamente a otros lugares, estos desafíos hacen peligrar los esfuerzos mundiales por reducir la pobreza e impulsar la prosperidad compartida.
Para enfrentar esos problemas —en los países pobres y cada vez más en los países de ingreso mediano afectados— aquellos de nosotros que trabajamos en soluciones de desarrollo, humanitarias y de seguridad para abordar la fragilidad, el conflicto y la violencia estamos formulando nuevos enfoques, entre ellos cambiar la dirección hacia la prevención; desplegando nuevas herramientas, como nuevos instrumentos de financiamiento, y aprovechando nuevas asociaciones para prestar servicios de manera más eficaz en los países y las comunidades. ¿Cómo se refleja esto?
A partir del informe emblemático del Banco Mundial y la ONU titulado Pathways for Peace (Senderos hacia la paz) (i) sabemos que por cada USD 1 invertido en prevención, se ahorran aproximadamente USD 16 en el futuro. Por lo tanto, al enfocarnos en la prevención, podemos destinar una mayor cantidad de nuestros recursos a resultados de desarrollo sostenible, en lugar de responder continuamente a las emergencias. En la actualidad, estamos incorporando las conclusiones de dicho informe y realizando más inversiones para abordar riesgos mundiales —como conflictos, desastres naturales, hambrunas y otros— antes de que se conviertan en verdaderas crisis.
Usamos nuevas herramientas para hacer esto. Un ejemplo es el Régimen para la Mitigación de Riesgos (RMR, por sus siglas en inglés), que cuenta con USD 1000 millones en financiamiento de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Banco Mundial para programas dirigidos específicamente a factores que amenazan con avivar los conflictos.
En Níger, por ejemplo, aprovechamos el financiamiento del RMR para aumentar las oportunidades económicas de los jóvenes y las mujeres en las regiones afectadas por conflictos. Trabajando estrechamente con el Gobierno, mejoramos la infraestructura de transporte rural y aseguramos a las comunidades agrícolas el acceso por carretera a los mercados. El objetivo de este proyecto es ayudar al Gobierno en sus esfuerzos para abordar los desequilibrios y reclamos regionales en torno a la prestación de servicios, promover la gestión pacífica de los recursos y mejorar los medios de subsistencia de los grupos marginados, factores que pueden marcar la diferencia entre la guerra y la paz. Además de Níger, aprovechamos el financiamiento del RMR en Guinea, Nepal y Tayikistán.
Este nuevo enfoque de prevención de conflictos y las herramientas que usamos para hacer que funcione se sustentan en la firme convicción de que las asociaciones son esenciales y deben ser la nueva normalidad para evitar conflictos, crear resiliencia y mantener la paz en un mundo cada vez más complejo. Por eso estamos disminuyendo la fragmentación y trabajando en estrecha colaboración con actores dedicados a la consolidación de la paz, tareas humanitarias y esfuerzos de seguridad en países como la República Democrática del Congo (RDC) a fin de profundizar las alianzas con organizaciones que trabajan en terreno y que pueden llevar a cabo una programación que responda a los conflictos.
En la RDC, ampliaremos nuestra participación en la zona de Kivu del Norte, afectada por conflictos, estableciendo asociaciones con las Naciones Unidas, y en particular con la misión de paz de la MONUSCO [Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo], para ayudar a proporcionar recursos logísticos y de seguridad necesarios para realizar tareas de respaldo al desarrollo en los entornos más difíciles.
Y se llevan a cabo tareas en muchos otros países. Dos iniciativas financiadas por el Banco Mundial serán reconocidas durante el Foro de París: el Proyecto LONDO (“Ponerse de pie”) (i) en la República Centroafricana que proporciona empleo temporal a personas vulnerables en todo el país, y el informe titulado Garantizar un desarrollo con seguridad: Las finanzas públicas y el sector de seguridad publicado en 2017 por el Banco Mundial en colaboración con el Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz (DOMP) de la ONU, en que se ofrece un marco para una mejor gestión y mejores políticas del gasto público para permitir que los organismos financieros y los funcionarios militares y de seguridad trabajen de manera más coordinada en la planificación presupuestaria, la gestión de las finanzas públicas, la rendición de cuentas financieras y la supervisión de los sistemas policiales, de defensa y de justicia penal.
Cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, pese a los grandes avances, el mundo todavía sufre los efectos de los conflictos. Tenemos la responsabilidad colectiva de promover la paz y la prosperidad comprometiéndonos a apoyar a nuestros conciudadanos —y cada vez más a los pobres del mundo— que aún están atrapados en las redes de la fragilidad. En el Banco Mundial, estamos desarrollando nuevas iniciativas, herramientas y asociaciones para enfrentar estos desafíos. El Foro de París sobre la Paz es un recordatorio, no solo de las enormes necesidades, sino también de la existencia de una coalición mundial de países, organizaciones, empresas y ciudadanos que también trabajan juntos de manera innovadora para promover una paz duradera.
Únase a la conversación