Esta publicación es parte de LinkedIn Influencers, una serie en que diversas personalidades comparten cómo transformaron los reveses en éxitos. Leer todas las historias aquí. (i)
Creo firmemente en el establecimiento de metas muy ambiciosas con el fin de impulsar a las comunidades y los países a adoptar medidas sobre cuestiones importantes. En 2003, cuando estaba en la Organización Mundial de la Salud (OMS), (i) adoptamos una meta denominada “3x5”, mediante la cual nos comprometimos a tratar a 3 millones de personas contagiadas con VIH/sida en el mundo en desarrollo a más tardar en 2005. (i)
En ese momento, solo unos pocos cientos de miles de enfermos en el mundo en desarrollo tenían acceso al tratamiento que podía salvarles la vida. Cuando anunciamos el objetivo, la comunidad mundial de la salud seguía debatiendo si el tratamiento del VIH en los países pobres era posible. Algunos lo llamaron un sueño imposible que daría falsas esperanzas a los afectados.
Yo respondí que nadie había dicho que dar tratamiento a 3 millones de personas sería fácil. Pero necesitábamos un objetivo medible y con un plazo para cambiar fundamentalmente la forma en que abordábamos el VIH en los países en desarrollo. Tal meta nos ayudó a modificar la forma de trabajar: discutimos menos sobre si debíamos hacerlo o no, y nos centramos más en cómo lograrlo.
En la OMS comenzamos a publicar cada semestre los avances logrados por los países, o la falta de ellos. La meta ayudó a impulsar muchas medidas: en los primeros seis meses, 56 países pidieron asistencia técnica a la OMS para ampliar rápidamente el tratamiento y la atención del VIH, y 12 países fijaron objetivos para tratar al menos al 50 % de los que necesitaban tratamiento a fines de 2005.
Sin embargo, los progresos no parecieron ser muy rápidos en ese primer año, de hecho fueron mucho más lentos de lo que esperaba. Pero estaba claro que con la ayuda del Gobierno de Estados Unidos -a través de su Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del Sida (PEPFAR, por sus siglas en inglés) (i) y otros importantes donantes y países afectados mediante el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y el Paludismo-, (i) poco a poco, más y más personas recibieron tratamiento.
También quedó claro a principios de 2005 que no íbamos a cumplir con nuestra meta de entregar terapia a 3 millones de personas a fines de ese año. Entonces, ¿qué hicimos?
Decidí que la mejor estrategia era reconocer que habíamos fracasado. A fines de 2005 les dije a los periodistas que no íbamos a alcanzar nuestra meta y que yo asumía la responsabilidad. Los periodistas me preguntaron si les había fallado a los millones de personas, la mayoría de ellos en África, que necesitaban desesperadamente el tratamiento para sobrevivir.
Admití que era verdad. Pero dije que también era cierto que la OMS había dado esperanzas a muchos y había dejado claro que la ayuda estaba en camino, que los pacientes en los países pobres merecían medicamentos contra el sida en la misma medida que cualquier otra persona en el mundo, y que los líderes mundiales tenían que seguir esforzándose para cumplir con nuestro objetivo, incluso si lo podíamos lograr más tarde de lo esperado.
El mundo finalmente alcanzó la marca de los 3 millones de tratamientos en 2007. Fueron necesarios cerca de cuatro años en lugar de dos años y medio para aumentar la cobertura de modo de alcanzar nuestro objetivo. Casi todos pensaban que “3x5” era algo imposible. Al final, tenían razón. Pero estoy contento de que fijamos una meta.
¿Qué alternativa teníamos? Cada minuto morían personas de sida porque no tenían acceso a los medicamentos, por la sencilla razón de que eran pobres. El establecimiento de un objetivo difícil nos obligó a buscar soluciones creativas para llevar medicamentos baratos a los pobres, crear sistemas de adquisición que redujeran los costos, y ampliar el tratamiento desde las ciudades a las comunidades rurales.
Desde entonces, este tipo de tratamiento ha aumentado de manera significativa. En la actualidad, más de 10 millones de personas contagiadas están recibiendo terapias contra el sida.
Así que no me arrepiento de haber fracasado. Hice lo mejor que pude. Seguiré presionando para que el mundo fije metas concretas, tal como acabar con la pobreza extrema para 2030, uno de nuestros objetivos que fue aprobado el año pasado por la Junta de Gobernadores del Grupo del Banco Mundial. Creo que ponernos metas es positivo (incluso cuando no podemos alcanzarlas) porque nos obliga a hacernos preguntas difíciles, pero que son muy importantes. ¿El objetivo que tenemos es lo correcto, independientemente de cuán abrumador sea? Si este es acertado, ¿nuestra organización es la adecuada para alcanzar ese objetivo? ¿Qué debemos hacer de manera diferente hoy en día para lograrlo?
En el Grupo del Banco Mundial agradecemos que nuestra Junta de Gobernadores, que representa a 188 países, nos haya dado una meta que nos obliga a preguntarnos y a respondernos estas mismas preguntas.
Foto: Cliff James.
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