La semana pasada, publicamos el informe Mujer, empresas y derecho, en que se concluyó que a pesar de los avances considerables en la mejora de los derechos legales de las mujeres en muchos países en la última década, a estas se les reconoce apenas el 75 % de los derechos legales de los que gozan los hombres, en promedio. Como resultado, se les restringe su capacidad para conseguir empleo, iniciar negocios y tomar decisiones económicas, con consecuencias económicas que afectan no solo a sus familias y comunidades.
Esta investigación es particularmente oportuna porque se celebra el Día Internacional de la Mujer, y constituye un recordatorio de la tarea que tenemos por delante: las mujeres sin protección legal para ir a la escuela o trabajar fuera del hogar son despojadas de sus derechos a expresar sus opiniones y participar , y no pueden invertir en capital humano para sí mismas o sus familias. Con el Proyecto de Capital Humano en plena marcha y funcionando en más de 50 países para mejorar las inversiones en las personas, establecer la igualdad de género como una máxima prioridad será fundamental para formular mejores políticas.
La igualdad de género no solo requiere leyes y regulaciones más equitativas, sino también educación y servicios de salud seguros e inclusivos, infraestructura y normas sociales, para que las mujeres tengan la facultad de tomar las decisiones necesarias para ellas y sus familias. Ese tipo de acceso y empoderamiento representa algo profundamente personal: crecí en Nueva Zelandia en la década de 1960, justo cuando las mujeres comenzaban a buscar empleo fuera del hogar. En ese momento, mis padres me alentaron a trabajar en áreas consideradas adecuadas para las mujeres, en lugar de continuar mi educación, y aunque nunca hubieran esperado que algún día tendría el privilegio de ocupar posiciones de liderazgo en varios ministerios del Gobierno de Nueva Zelandia y llegar a ser vicepresidenta del Banco Mundial, yo tenía las herramientas para sentirme empoderada a lo largo del camino. Mi recorrido fue posible porque además de la posibilidad de expresarme y participar, me dieron acceso seguro e inclusivo a la salud, la educación y el mercado laboral, todo lo cual fue fundamental para mi éxito. Sin embargo, el acceso seguro e inclusivo a estas oportunidades está fuera del alcance en numerosos países: la educación, por ejemplo, puede estar disponible, pero el acceso a menudo es inseguro o no es inclusivo porque los caminos a la escuela secundaria son peligrosos para las niñas. Las mujeres también pueden tener dificultades para acceder a servicios de salud seguros e inclusivos, como en Sudán del Sur, uno de los lugares más peligrosos para dar a luz, y donde el 86 % de los partos ocurre en el hogar y casi el 10 % de los niños no llegan a cumplir 5 años.
Los obstáculos son enormes: demasiadas niñas, por ejemplo, se casan o tienen hijos antes de los 18 años, cuando no están física ni emocionalmente preparadas para convertirse en esposas y madres. Asegurar que las niñas permanezcan en la escuela (i) es una de las mejores maneras de retrasar esto. Con demasiada frecuencia las jóvenes casadas y con hijos que desean continuar su educación enfrentan obstáculos para regresar a la escuela. Las mujeres y las niñas deben encarar, además, mayores riesgos de violencia de género en sus hogares, en el trabajo y en los espacios públicos. En algunos países, la prevalencia de la violencia contra las mujeres y las niñas es tan alta que las familias no envían sus hijas a la escuela y las mujeres no se atreven a trabajar fuera del hogar. Además, la pobreza hace que los niños no asistan o abandonen la escuela, un factor que la asistencia social (PDF, en inglés) puede ayudar a abordar. Estos factores afectan también a los hijos de madres jóvenes y sin educación, ya que estos suelen sufrir malnutrición, tener un bajo rendimiento escolar y morir antes de cumplir 5 años.
De hecho, cuando se trata de la riqueza del capital humano, las mujeres quedan rezagadas. Investigaciones recientes (i) revelan que las mujeres representan solo el 38 % del capital humano, con porcentajes aún más bajos en algunos países de ingreso bajo que pierden, según estimaciones, más de USD 20 000 por persona. Además, a pesar de que cada vez son más las mujeres que pueden asistir a la escuela, esta mejora del acceso aún no se traduce en una mayor participación de la mujer en la fuerza laboral. La responsabilidad del cuidado no remunerado de niños (i) y ancianos sigue recayendo de manera desproporcionada en las mujeres, y el resultado es perjudicial para las economías de todos los niveles de ingreso. La segregación ocupacional por razón de sexo, debido a la cual las mujeres se concentran en sectores de bajas remuneraciones o de bajas rentabilidades, es una fuente importante de la diferencia salarial entre hombres y mujeres en todo el mundo, y nueva evidencia muestra que la capacitación específica mejoró la autoconfianza de las mujeres y su capacidad para encontrar empleo en tecnologías de la información, un sector dominado por los hombres y donde se pagan salarios más altos. En el último informe del Grupo Banco Mundial Mujer, empresas y derecho, (i) se indica que las leyes que evitan la discriminación por razón de género se asocian con empleos e ingresos significativamente mayores entre las mujeres.
A medida que avanzamos, los países no deben perder de vista el objetivo y seguir mejorando la salud, la educación y la resiliencia mediante inversiones mayores y más acertadas a fin de que más niños sobrevivan y crezcan de manera saludable para asistir a la escuela y las familias mantengan a sus hijos e hijas en la escuela por más tiempo para mejorar sus posibilidades de aprendizaje, equipándolos con habilidades para los trabajos del futuro. Los países también deberían invertir en mejorar las condiciones para la creación de empleo a través de políticas que alienten la inversión privada. De esta manera, pueden hacer realidad el dividendo demográfico que acompaña el creciente porcentaje de población de adultos jóvenes. Esto significa ayudarlos a conseguir mejores empleos (i) donde puedan realizar sus potenciales de ingreso.
Sin una población sana, educada y resiliente, en que las mujeres y los hombres tengan las mismas oportunidades, los países no podrán competir de manera eficaz en la economía mundial del futuro . En este Día Internacional de la Mujer, unamos fuerzas para acelerar los avances proporcionando a las niñas y mujeres el mismo acceso a servicios y oportunidades que tienen los hombres para que todos puedan contribuir al crecimiento y la prosperidad y beneficiarse de ellos.
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