Cuando se trata del cambio climático, tenemos la oportunidad de escoger entre un titular terrible o uno más esperanzador, por diversas razones que suelen generar un amplio debate. Independientemente de cuál escojamos, la urgencia y la motivación para actuar nunca han sido tan claras.
Primero, el titular “se avecina el invierno”.
Los desafíos que enfrentamos debido al cambio climático jamás han sido tan inmediatos y reales. Según un nuevo pronóstico publicado por científicos del Servicio Meteorológico del Reino Unido, “es probable que la temperatura media anual en el mundo aumente 1 °C y llegue a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales durante los próximos cinco años (2018-2022). Existe también una pequeña probabilidad (alrededor del 10 %) de que el calentamiento global sea de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales (1850-1900) al menos un año en dicho periodo, aunque no se prevé que esto ocurra el presente año. Es la primera vez que se mencionan valores tan altos en estas proyecciones”.
Y, luego, gracias a las recientes perspectivas de la energía limpia, (i) podemos tener el titular “sí, podemos”.
Por ejemplo, se espera que este año haya más de 100 GW de capacidad instalada de energía solar (107 GW) en todo el mundo en comparación con 98 GW en 2017. Y, lo que es más importante, se prevé que se registren en nuevos mercados, aumentando así la participación de las regiones de América Latina y de Oriente Medio y Norte de África (MENA) en el sector de la energía solar.
Se anticipa que, solo en 2018, se utilizarán más de 2 GW de energía almacenada en el mundo, en parte debido a la creciente demanda de energía renovable, así como a una mayor confianza en la tecnología en que se basa. Con las medidas normativas y económicas correctas, es posible aumentar la aceptación de la tecnología y lograr un impacto significativo en los sectores de transporte y energía.
El año pasado, se registraron inversiones en energía limpia en el mundo por un monto impactante de USD 333 000 millones, que representa un aumento de 3 % con respecto al año anterior. Casi la mitad de los fondos se destinaron a energía solar, en su mayoría en Asia y el Pacífico, utilizándose principalmente instrumentos de financiamiento respaldados por activos. Se proyecta un aumento similar para 2018.
Los bonos verdes siguieron siendo una modalidad popular de financiamiento, (PDF, en inglés) ya que las emisiones casi se duplicaron, subiendo de USD 87 000 millones en 2016 a USD 155 000 millones en 2017. Por un lado, una gran parte de los ingresos recaudados se destinaron a energías renovables, y, por otro, en el mercado se observó un aumento importante en la proporción de edificios de bajo nivel de emisiones de carbono y actividades de eficiencia energética en comparación con años anteriores, con lo cual queda en evidencia el creciente interés en estas actividades. Si bien las emisiones de los bancos de desarrollo disminuyeron levemente, se registró un repunte significativo en las emisiones de bonos verdes de entidades soberanas y subsoberanas gracias, en gran medida, a las emisiones de Estados Unidos, Francia, China e India, entre otros. Se espera que las emisiones de bonos verdes superen los USD 250 000 millones durante el presente año.
Pero estos son solo titulares. Queda mucho, mucho más por hacer.
Según cálculos, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) tienen un elevado costo anual de USD 4,5 billones, únicamente en los países en desarrollo. India por sí sola necesita USD 1 billón en inversiones de infraestructura para 2030, con el fin de proporcionar acceso universal a electricidad. En el futuro cercano, los países de Sudamérica necesitarán más de USD 8000 millones en nuevas inversiones en energía eólica y solar en 2018 y 2019 , de acuerdo con otras estimaciones.
Una cosa está clara: un marco normativo apropiado, que ayude a reducir los riesgos, los costos de la tecnología y de la adopción de esta, será crucial para movilizar financiamiento privado y fuentes de financiamiento desaprovechadas anteriormente.
Un ejemplo reciente es la emisión del Banco Mundial de bonos para catástrofes por un total de USD 1400 millones con los que se brindará cobertura contra terremotos a Perú, México, Chile y Colombia. Se afirma que esta es la mayor transferencia de riesgos de catástrofes naturales desde Estados soberanos a los mercados financieros.
El ODS 17 se refiere específicamente a fortalecer los medios de implementación y revitalizar la alianza mundial para alcanzar todos los ODS. Añadiría el concepto de “reimaginar” a la segunda parte. Un ejemplo en este ámbito son las nuevas asociaciones entre actores del sector privado —como inversionistas de patrimonio privado e institucionales— y los bancos multilaterales de desarrollo. Estas nuevas alianzas deberían aprovechar las competencias específicas de las partes involucradas, como la movilización de capital, la gestión, y las salvaguardias ambientales y sociales, para maximizar el financiamiento disponible para un futuro sostenible.
En una época de recursos públicos limitados, y restringidos aún más debido a demandas locales contrapuestas, pensar de manera innovadora será fundamental para desbloquear vías hacia un desarrollo sostenible con bajo nivel de emisiones de carbono en el futuro. Y estas nuevas soluciones deben ser respaldadas por líderes de todos los niveles si queremos resolver el mayor desafío mundial que enfrentaremos en nuestro tiempo.
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