Aunque he dedicado la mayor parte de mi carrera a la lucha contra el VIH y el sida, el Día Mundial de este año es especial para mí por dos motivos. En primer lugar, ONUSIDA ha dado a conocer la destacada noticia de que más de 8 millones de personas en el mundo están actualmente en tratamiento, y 25 países han logrado una reducción mayor al 50% en la prevalencia del VIH. Con estos avances, soy más optimista que nunca sobre nuestra capacidad de terminar con la enfermedad.
Como lo demuestra el nuevo plan del Gobierno de EE. UU. para alcanzar una generación libre de sida, hoy contamos con la ciencia, el conocimiento, la experiencia y las herramientas para luchar contra la epidemia. Me alegró particularmente comprobar que dicho plan incluyó estrategias de sostenibilidad multianuales y que enfatizó en la necesidad de respaldar el liderazgo nacional. Con ese liderazgo, y con un programa a largo plazo de los países, estos esfuerzos pueden tener éxito.
En segundo lugar, en mi primer Día Mundial del Sida como presidente del Banco Mundial, también estoy reflexionando sobre cómo podemos aplicar las enseñanzas del movimiento contra esta enfermedad a la lucha más amplia para acabar con la pobreza en el mundo. El movimiento del sida nos ha mostrado cuán importante es invertir en iniciativas basadas en evidencias y crear sistemas para una efectiva prestación de servicios.
Además, el movimiento del sida ilustró el poder de la información y la transparencia para educar, reducir el estigma, y empoderar a los ciudadanos a tomar medidas. Este enfoque produjo resultados notables en países como India, donde el Banco Mundial ha colaborado con el Programa Nacional de Control del Sida para lograr una cobertura del 80% de los servicios en poblaciones de alto riesgo, mejorar los sistemas de salud, y evitar aproximadamente 3 millones de nuevas infecciones. Dos nuevos estudios revelan que los programas dirigidos a grupos en mayor peligro son efectivos en función del costo y pueden frenar significativamente la propagación del virus.
El movimiento ha demostrado también el valor de una fuerte asociación entre los Gobiernos y los grupos de la sociedad civil que pueden defender, innovar y llegar a las personas más vulnerables y marginadas socialmente. Y ha probado que el progreso sostenido exige un enfoque multisectorial y polifacético que se centre no solo en atender a los afectados, sino también en la prevención.
Todas estas enseñanzas aparecen repetidamente en los miles de mensajes e ideas que hemos recibido de todo el mundo en respuesta a nuestra campaña #quésenecesita para acabar con la pobreza.
En este Día Mundial del Sida, el objetivo de poner fin a la enfermedad está a nuestro alcance. Recordemos simplemente el comienzo de la epidemia, cuando escuchamos por primera vez los informes de un misterioso mal que estaba causando la muerte de las personas. Yo era estudiante del último año de la universidad, y recuerdo bien el miedo debido al gran desconocimiento. Ahora, 30 años más tarde, después de que muchas vidas se han perdido, sabemos mucho, y sabemos también que tenemos que hacer todo lo posible para terminar con el sida.
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