En África oriental y occidental, alrededor de 300 millones de personas que viven en zonas áridas dependen de actividades naturales basadas en recursos para subsistir. En 2030, este número podría subir a 540 millones. Al mismo tiempo, debido al cambio climático, las zonas áridas podrían aumentar en un 20 % en África.
La degradación de la tierra, el agua y los bosques afectan los límites institucionales y geográficos. Al igual que lo hacen las sequías y las inundaciones recurrentes. Estos desafíos nos obligan a redoblar nuestro compromiso con el uso sostenible de los recursos naturales para colaborar con la adaptación al cambio climático y la mitigación de este, y a mejorar la seguridad alimentaria e hídrica.
Cuando se trata de las zonas áridas no es una opción viable seguir enfrentando la situación de la misma manera como hasta ahora. Al contrario, se necesitan intervenciones basadas en los recursos naturales, tales como la restauración y el manejo sostenible del paisaje, complementadas con mejores redes de protección social, mecanismos financieros de contingencia y medios de subsistencia alternativos.
Esto es precisamente lo que los países africanos están haciendo ahora, reafirmando sus compromisos y metas para alcanzarlos, y movilizando de manera conjunta los recursos para restaurar en gran escala los paisajes de África.
Hace poco regresé de Ghana, donde asistí a una conferencia junto a representantes de 12 países que participan en el Programa del Sahel y África Occidental (SAWAP), (en francés) una iniciativa de USD 1100 millones financiada por el Banco Mundial, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) y otros asociados en el marco de la alianza TerrAfrica (i) en respaldo de la Iniciativa de la Gran Muralla Verde, una visión continental de la Unión Africana para detener la desertificación y la degradación de la tierra.
Equipos de Benin, Burkina Faso, Chad, Etiopía, Ghana, Malí, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal, Sudán y Togo analizaron sus avances, compartieron experiencias y debatieron sobre las oportunidades futuras en materia de restauración del paisaje. Se citaron muchos resultados inspiradores, innovaciones, y casos exitosos de todo el continente. Ellos nos están haciendo creer que la desertificación no es nuestro destino.
A través del SAWAP, unas 5894 instituciones del continente han aumentado su capacidad de adaptación, siendo beneficiados de manera directa unos 14,9 millones de habitantes. Estos compromisos nos motivan a hacer más.
En Etiopía, (i) donde la rehabilitación del paisaje en gran escala ya es una realidad, la entrega de certificados legales de tenencia de la tierra y el apoyo para los jóvenes que antes no poseían tierras —a cambio de restaurar las tierras comunales degradadas— representan innovaciones exitosas. Esto ha permitido proporcionar empleo, más medios de subsistencia y de empoderamiento para los jóvenes, y una vía alternativa a la migración. También ha ayudado a diversificar y equilibrar usos de la tierra contrapuestos y a aumentar la adaptación al cambio climático en los paisajes productivos. Más de 740 grupos juveniles integrados por más de 15 000 miembros (el 40 % de ellos mujeres) han sido beneficiados. Con el financiamiento adecuado, se podría llegar a alrededor de 100 000 jóvenes que no poseen tierras.
En Ghana, una serie programática de proyectos del Banco ha evolucionado a través de tres fases de manejo sostenible de la tierra, que han permitido ampliar el alcance y el ámbito de la intervención. Esta serie se ha centrado en conectar hábitats fragmentados en zonas protegidas, reservas forestales, bosques, tierras destinadas a agrosilvicultura, pastizales y tierras de cultivo.
Hasta ahora, se ha apoyado a más de 14 000 usuarios de la tierra que adoptaron medidas de conservación en 150 comunidades.
En Burkina Faso, en el Proyecto de Gestión Integrada de los Ecosistemas en las Tierras Bajas del Sahel se introdujo el concepto de biodiversidad en los paisajes productivos de 180 aldeas. Esto ha propiciado una dinámica comunitaria en la gestión sostenible de los recursos naturales a nivel de microcuencas, implementando incentivos, creando un marco de inversiones y recompensando los conocimientos técnicos individuales y colectivos.
Se necesita un impulso mayor
Una de las conclusiones de la reunión del SAWAP es que se debe hacer mucho más para mantener el impulso, ampliar los casos exitosos y enfrentar los desafíos derivados de los impactos del cambio climático. El Banco Mundial está prestando apoyo de manera acelerada para aumentar la resiliencia del continente en el marco del Plan de Acción para África relativo al Cambio Climático. (i) La inversión en paisajes resilientes al cambio climático es uno de los pilares fundamentales del plan, en que se ha asumido el compromiso de movilizar USD 755 millones para tales medidas antes de 2024.
La transformación de las zonas áridas de África es posible, pero para ello se requiere una visión a nivel continental, un fuerte compromiso, amplias alianzas y un financiamiento proporcional. Sabemos que no podemos transformar los medios de subsistencia si no se restauran los paisajes y no se fortalece la resiliencia de los ecosistemas de los que dependen las personas para tener alimentos, agua y seguridad.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS), el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, (i) la aspiración de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) para construir un mundo con un saldo neutro de degradación de las tierras, (i) la iniciativa Africa Resilient Landscapes, la African Forest Landscape Restoration Initiative, (i) y la Declaración de Windhoek sobre la sequía (PDF, en inglés) nos recuerdan que la acción colaborativa es la única oportunidad para tener éxito.
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