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Visité por primera vez la República Democrática del Congo en 2007 y mi intención como investigadora de temas de salud pública era tratar de entender el complejo problema del reclutamiento de hombres jóvenes por grupos rebeldes en regiones de África central devastadas por guerras . Lo que aprendí me sorprendió y conmovió: es más probable que una persona que sufre violencia bélica durante su infancia se involucre en conflictos armados durante su juventud. Los hombres jóvenes que fueron víctimas de violencia bélica extrema señalan que es o es una raz ón para tomar las armas . Y lo que es aún más trágico es que estos mismos jóvenes tienen dificultades para reintegrarse de manera pacífica en sus comunidades cuando las hostilidades han cesado. La violencia experimentada durante la guerra continúa al interior de sus hogares y comunidades incluso cuando la paz se ha declarado formalmente.
Me impactó la “ ciclicidad ” de los conflictos. La guerra traumatizó a las poblaciones que sufrieron altos niveles de violencia, incluso cuando se había logrado la paz . Estas personas se vieron profundamente afectadas por esas experiencias . Cabe preguntarse entonces :
¿la violencia bélica se transforma en formas de violencia menos visibles que siguen produciendo daño a las comunidades incluso después que las balas se detuvieron? Lamentablemente, esta es ahora una pregunta apremiante .
Hoy en el mundo se registran los niveles más altos de conflictos políticos desde la Guerra Fría. Además, existe la mayor cantidad de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. La necesidad de entender cómo poner fin a los conflictos realmente y edificar una paz sostenible es más acuciante que nunca . Para responder a estas crisis , el Banco Mundial y las Naciones Unidas publicaron un importante informe titulado
Pathways for Peace: Inclusive Approaches to Preventing Violent Conflict (Opciones de paz: Planteamientos inclusivos para prevenir los conflictos violentos). (i) El documento destaca la importancia de abordar los impactos a largo plazo de los conflictos . Esto es particularmente difícil cuando las guerras han llegado a ser cada vez más complejas, prolongadas y extensas .
Como parte del informe
Pathways for Peace , (i) llevé a cabo investigaciones para analizar los efectos a largo plazo de los conflictos. Al combinar datos sobre la salud y los conflictos, y usar técnicas de modelos matemáticos, podemos sacar a la luz patrones de la conducta humana que con anterioridad no se podían observar.
Quería investigar si la guerra puede afectar los niveles de violencia contra las mujeres en una sociedad, incluso tras declararse la paz. Para ello, analicé datos de tres países afectados por conflictos: Côte d’Ivoire, Kenya y Liberia. Si bien cada país enfrentaba un tipo diferente de conflicto, emergieron patrones similares de los tres contextos. En las zonas donde se registraron altos niveles de violencia debido a los conflictos, la violencia infligida por la pareja (es decir, violencia física, sexual o sicológica cometida por una pareja o cónyuge ) contra las mujeres fue también significativamente más elevada luego del término del conflicto.
En Kenya y Liberia, las mujeres que vivían en zonas en que se produjeron víctimas fatales tuvieron 50 % más probabilidades de sufrir violencia infligida por la pareja que las mujeres que vivían en zonas en que no se produjeron muertos. Cuando el conflicto se divide en niveles bajo, medio y alto, Côte d’Ivoire y Kenya registraron mucha más violencia de pareja en las zonas de nivel alto de conflicto en comparación con las zonas de nivel bajo de conflicto .
La violencia de pareja es obviamente difícil de estudiar la mayoría de las veces debido a la falta de información sobre este delicado problema. En los países que recién salen de guerras, es fácil que las formas de violencia encubiertas caigan en el olvido. No obstante, la violencia contra la pareja y otras formas de violencia sexual tienen consecuencias devastadoras. La violencia contra la pareja no afecta solo a la víctima, sino también a los hijos y la familia de la víctima, y a la comunidad en su conjunto. Los niños que viven en hogares en que se produce violencia doméstica tienen mayores probabilidades de convertirse en víctimas o autores de este abuso cuando crecen, perpetuando los ciclos del conflicto. Pero programas de salud pública bien diseñados pueden ayudar a prevenir y abordar la violencia contra la pareja y otras formas de violencia.
Estos resultados indican que los actos de agresión no cesan inmediatamente con la firma de los acuerdos de paz. Más bien, continúan y se transforman posteriormente en otras formas que causan daño, como la violencia de pareja y la violencia sexual. El ignorar la violencia posterior a los conflictos, durante la etapa de reconstrucción, puede obstaculizar la resiliencia y la recuperación social y económica de un país. Si la violencia contra la pareja y la violencia sexual no se reconocen como un problema que se registra con posterioridad a los conflictos, entonces la resolución de conflictos equivaldrá solo a una paz precaria, y la estabilidad de los países se verá socavada .
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