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La salud y la riqueza de las naciones

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© Dominic Chavez/Banco Mundial



Hace más de 20 años, atendí a un joven llamado Melquíades Huaya Ore en Carabayllo, Perú, que tenía tuberculosis multirresistente. Según la concepción tradicional de ese momento, tratar a los pacientes pobres como él con los mismos medicamentos que se utilizaban en los países ricos era insostenible, demasiado caro y no valía la pena el esfuerzo.

En contra de todos los consejos, hallamos la manera de llevar los medicamentos y, con la ayuda de un grupo de trabajadores sanitarios comunitarios muy dedicados, pudimos tratar con éxito a Melquíades. Me alegra contar que hoy en día es contador en Perú y está prosperando.

La experiencia y las evidencias nos muestran que no hay receta mejor para la salud, la riqueza y la seguridad que un sistema de atención sanitaria que brinde a todas las personas la misma cobertura. 

No obstante, solo la mitad de la población tiene acceso a servicios de salud esenciales.  Y cada año casi 100 millones de personas caen en la pobreza extrema debido a los gastos en salud.  El número de personas que destinan al menos el 10 % de su presupuesto familiar a la salud ha aumentado de 600 millones en 2000 a 800 millones en la actualidad.

Cada año, casi 100 millones de personas caen en la pobreza extrema debido a los gastos en salud. 

Estas son las conclusiones de un nuevo informe (i) elaborado conjuntamente por el Grupo Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud y muestran lo lejos que estamos de un mundo donde todos tengan acceso a servicios de atención médica asequibles.

Detrás de las estadísticas hay historias desgarradoras de personas cuyas vidas se arruinaron o cuyas aspiraciones nunca se hacen realidad por completo debido a la carga de morbilidad.

Hace pocos días estuve en Tokio para asistir al Foro de 2017 sobre Cobertura Sanitaria Universal, en el que se analizó cómo acelerar los avances en esta área. Allí observé un fuerte impulso político en favor de la cobertura sanitaria universal, tanto entre los líderes como entre los ministros y grupos de la sociedad civil presentes. Japón puso en marcha el encuentro formulando el compromiso de destinar USD 2900 millones para respaldar la cobertura sanitaria universal en todo el mundo. 

Pero las inversiones de los propios países en desarrollo en esta área a menudo son insuficientes. Con demasiada frecuencia, los Gobiernos prefieren destinar fondos a construir caminos y puentes y desarrollar proyectos de energía antes que invertir en salud, o solo financian proyectos sanitarios si reciben ayuda de donantes.

Si realmente queremos lograr la cobertura sanitaria universal para 2030 (una meta clave de los Objetivos de Desarrollo Sostenible), tenemos que convencer a los jefes de Estado y a los ministros de Finanzas de que invertir en salud no solo es lo correcto, sino que además probablemente sea la medida más inteligente que se puede adoptar. 

La cobertura sanitaria universal constituye una inversión muy valiosa porque permite enfrentar la pobreza de forma directa, protegiendo a las personas de los brotes de enfermedades en gran escala y de los gastos catastróficos en salud.

La cobertura sanitaria universal acelera el crecimiento inclusivo: la Comisión Lancet sobre Inversión en Salud estimó que los beneficios en términos de supervivencia que se derivan de la cobertura universal representan un tercio del crecimiento económico registrado entre 2000 y 2011 y equivalen a un rendimiento de la inversión mayor que 1 a 1.

La cobertura universal estimula al sector de la salud y genera empleo. En África, durante la última década este sector creció cerca de un 6 % al año, mientras que las economías del continente en su conjunto crecieron un 5 %.

La cobertura universal también ayuda a generar capital humano, esto es, el cúmulo de conocimientos, capacidades y saberes prácticos de cada país. Nuestras investigaciones indican que el capital humano es uno de los motores más potentes para el crecimiento sostenible e inclusivo del mundo actual.

Cuando converso con los jefes de Estado y los ministros de Finanzas, siempre me hacen la misma pregunta: ¿de dónde sacarán dinero para pagar la cobertura universal? Mi respuesta es que se puede recaudar mucho dinero de diversas formas. Aquí presento algunas ideas.
  • Mejorar la recaudación impositiva y la gestión de las finanzas públicas.
  • Poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles y fijar un precio para el carbono.
  • Eliminar las subvenciones agrícolas ineficientes.
  • Fortalecer los programas de cobro de impuestos al tabaco, que generan beneficios tanto para la salud pública como para la recaudación de ingresos internos.
  • Y sacar provecho de la creatividad del sector privado (por ejemplo, las billeteras de salud para los trabajadores informales) manteniendo a la vez nuestro firme compromiso de dar prioridad a los más desfavorecidos.
La conclusión es que, si seguimos como hasta ahora, no lograremos la cobertura sanitaria universal. Debemos abocarnos a la innovación en todas las esferas y a una escala que permita transformar los sistemas de salud, ya sea a través de la innovación financiera, la profesionalización de los trabajadores sanitarios de las comunidades o el uso de tecnologías innovadoras para descongestionar las cadenas de suministro y supervisar los resultados. 

Por otro lado, mediante el nuevo Proyecto de Capital Humano del Grupo Banco Mundial se crearán incentivos para que los países inviertan en las áreas que generan capital humano: mejores resultados en salud, nutrición y educación.

Estamos trabajando con algunos de los mejores economistas del mundo para cuantificar el acervo de capital humano de los países y evaluar la calidad y cantidad de sus inversiones en esa área.

En el futuro, el proyecto incluirá una clasificación por puntajes, que sin dudas generará controversias. Pero creo que tenemos la obligación moral de mostrar a los jefes de Estado y a los ministros de Finanzas las nefastas consecuencias de no invertir en su gente.

Nunca ha sido tan importante como ahora concretar esas inversiones fundamentales para generar capital humano. En todo el mundo, las aspiraciones de las personas se están incrementando. Al mismo tiempo, la innovación y las nuevas tecnologías modifican la naturaleza del trabajo y eliminan numerosas tareas, lo que provocará la desaparición de muchos empleos de baja calificación y creará otros nuevos que requerirán capacidades más especializadas. La única forma en que los países pueden aspirar a competir en el futuro es invirtiendo ahora en su población.

Esto no será fácil, y en un principio no serán tampoco medidas populares, pero a fin de cuentas, se lo debemos a los miles de millones de personas que no tienen acceso a la atención médica y a una educación adecuada, muchos de los cuales morirán simplemente a causa del lugar donde les tocó nacer.

Ahora que iniciamos el año 2018 (y cuando restan solo 12 años para lograr el objetivo de la cobertura sanitaria universal para 2030), debemos redoblar nuestros esfuerzos por generar una verdadera igualdad de oportunidades, y esta solo surgirá cuando alcancemos por fin la cobertura sanitaria universal.

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Autores

Jim Yong Kim

Ex Presidente del Grupo del Banco Mundial

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