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Las ciudades pueden tomar la iniciativa en el tema del cambio climático para un futuro con mayor capacidad de adaptación

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En todo el mundo, las ciudades están tomando la iniciativa de abordar el desafío del cambio climático. Si bien los funcionarios gubernamentales de alto nivel están paralizados, los líderes urbanos están respondiendo a la necesidad urgente de hacer que nuestras ciudades tengan mayor capacidad de adaptación a medida que los impactos del cambio climático se intensifican.
 
 En Vancouver, estamos persiguiendo tenazmente nuestro objetivo de ser la ciudad más ecológica en el mundo para 2020. Es una meta audaz, pero —al tratar de conseguirla— estamos protegiendo nuestro medio ambiente y haciendo crecer nuestra economía. Las ciudades exitosas del futuro serán aquellas que realicen las inversiones y los cambios necesarios para adaptarse a los efectos del cambio climático. Este representa un grave riesgo para la estabilidad económica y social a nivel mundial, y las ciudades  resilientes resultarán muy atractivas para las personas y el capital.

Con un liderazgo firme, las decisiones cotidianas de los gobiernos municipales pueden preparar a nuestras comunidades para el cambio climático. Si tenemos en cuenta este problema cuando evaluamos nuevas propuestas de desarrollo o infraestructura para nuestras ciudades, se pueden salvar vidas, crear empleos y mejorar las condiciones de nuestras calles y barrios.
  
Una fijación clara del precio del carbono permite a los Gobiernos, las empresas, las organizaciones sin fines de lucro y los ciudadanos tomar decisiones más inteligentes que tendrán un impacto real. Las compañías innovadoras no esperan a que los Gobiernos actúen; muchas de ellas ya están poniendo precios internamente a las emisiones de gases de efecto invernadero para obtener una ventaja competitiva. Las empresas y regiones con visión de futuro que establecen el precio del carbono hoy, tendrán más flexibilidad y capacidad de respuesta frente a las inciertas condiciones del mañana.
 
En Vancouver, tenemos la suerte de que nuestro gobierno provincial instituyó el primer impuesto sobre el carbono de América del Norte. En solo seis años, esta medida ha conducido a nuestra provincia hacia un futuro más verde. Al mismo tiempo, nuestra economía es próspera, y en Vancouver se ha impulsado un rápido crecimiento del empleo en una economía más ecológica. Las empresas de energía renovable y tecnología limpia están optando por invertir en Vancouver, precisamente porque con la aplicación del impuesto sobre el carbono estamos más avanzados.
 
En nuestra ciudad, estamos aprovechando esta oportunidad mediante el apoyo a proyectos con bajos niveles de emisiones de carbono. Una nueva estrategia de energía renovable para los vecindarios reducirá drásticamente la contaminación por el carbono y hará que nuestro suministro de energía local sea más resiliente. Vancouver tiene ahora el código de construcción más ecológico de América del Norte, imponiendo estándares más audaces para la conservación de la energía y la reducción del consumo del agua y los residuos. Tenemos como meta máxima poner fin a nuestra dependencia de los combustibles fósiles y bajar drásticamente el consumo de estos, para que nuestra huella ecológica sea sostenible.
 
La aplicación de un impuesto sobre el carbono y la toma de decisiones políticas que dan prioridad a la lucha contra el cambio climático permiten que los beneficios sean claros. Las emisiones de gases de efecto invernadero están disminuyendo en toda la provincia. Vancouver tiene la tasa per cápita más baja de este tipo de gases en América del Norte. En nuestra ciudad se ha producido un gran aumento de los empleos ecológicos, que están creciendo cuatro veces más que la tasa nacional.
 
Si actuamos ahora, nuestras inversiones serán más eficientes en función del costo y permitirán a los ciudadanos disfrutar de viviendas, infraestructura y empleos adaptados al cambio climático. Si desaprovechamos esta oportunidad de tomar medidas hoy, corremos el riesgo de tener que adoptar decisiones más urgentes y costosas en el futuro. 
 
Para abordar de modo directo el desafío del cambio climático, debemos ampliar rápidamente estas medidas exitosas. Aunque el impuesto sobre el carbono de Columbia Británica ha sido positivo, existe aún un resquicio para las exportaciones de combustibles fósiles, una concesión a la resistencia de los poderosos intereses del sector del carbón, el petróleo y el gas. Si bien los países y las empresas se están preparando para una economía poscarbono, todavía se proponen en todo momento infraestructuras con alto nivel de emisiones de carbono, tales como oleoductos para transportar combustibles fósiles y puertos para carbón térmico. Estas decisiones con poca visión de futuro hacen que nuestra transición sea más cara, desperdiciando el capital que se necesita con urgencia para transporte ecológico e infraestructura energética, modernizaciones en materia de eficiencia energética y otros proyectos que tienen fuerte respaldo de los dirigentes locales.
 
El costo de la inacción aumenta cada día. Sobre la base de las lecciones de Vancouver y otros lugares, las ciudades pueden asegurarse una buena posición para poder prosperar en la economía mundial poscarbono.


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