Mujeres: Si creían que era seguro salir de la cocina, conducir, votar, o usar pantalones, piensen de nuevo. Prueben buscar en Google “Las mujeres no deberían”, y vean los resultados. Las respuestas más destacadas incluyen “poder votar”, “estar en una zona de combate” y “ocupar cargos en la iglesia”. Este vistazo del profundo y generalizado sexismo en nuestro consciente colectivo inspiró una campaña de anuncios de Naciones Unidas, que incluye retratos de mujeres con sus bocas cubiertas con los textos de las búsquedas en Google.
Estos mensajes perturbadores no aparecieron de la nada. Ellos reflejan pautas sociales, y su rígida permanencia nos recuerda que las normas cuando cambian aunque sea de manera mínima, lo hacen lentamente. Según la Organización Mundial de la Salud, al menos un 35% de las mujeres del planeta han sido agredidas en algún momento, y muchos hombres y niños también han sido víctimas, especialmente cuando su comportamiento va en contra de las normas predominantes.
Es fácil pensar que los patrones se han modificado cuando vemos que las personas realizan cosas que no hacían tradicionalmente. Vemos que las mujeres usan pantalones, votan, asisten a la escuela y viajan en transporte público en muchos de los países donde trabajamos. Vemos que los hombres asumen roles que han sido considerados tradicionalmente “femeninos”, como por ejemplo cuidar a los niños. Es fácil olvidar que queda un espacio crítico entre el momento cuando comportamientos como este son aceptados como “algo que las personas hacen”, y cuando se establecen como normas.
Nos ha ido bastante bien dando un empujoncito a las personas, en especial las mujeres, hacia ese espacio. Creamos escuelas, conectamos a la gente a través de la tecnología y el transporte, abrimos centros de salud que aumentan el acceso de grupos marginados a los servicios, y mucho más. Algunas pocas personas valientes ingresan a dicho espacio. Pero a veces olvidamos que es un lugar peligroso para las mujeres, y también para los hombres que no se ajustan a los patrones dominantes. Un programa de microcréditos para las mujeres puede incrementar sus ingresos y autonomía, pero también puede alterar las dinámicas de poder en el hogar y la comunidad, exponiéndolas al riesgo de sufrir violencia. Una nueva carretera puede ofrecer a las mujeres oportunidades para generar ingresos al conectarlas con un mercado público, pero también las pone en peligro de acoso y ataques sexuales. ¿Qué estamos haciendo para mitigar estos riesgos en nuestras actividades? Y más allá de nuestros proyectos, ¿qué hacemos para reducir y prevenir la violencia en general?
Teniendo esto en cuenta, nuestro equipo de la unidad de Desarrollo Social (i) revisó la respuesta del Banco Mundial frente a la violencia de género (i) y sexual. Encontramos 38 proyectos activos en 2008 o años posteriores que abordan el tema de alguna manera, con una inversión de aproximadamente US$22,5 millones. Si bien la cifra parece grande, hay que considerar que US$17 millones de ese monto se destinan a un préstamo (en Honduras), lo que hace que la inversión media por proyecto llegue solo a unos US$200 000. La mayoría de los recursos proviene de fondos fiduciarios, se traduce en estudios analíticos, y se centra en zonas donde la violencia es tan intensa que no puede ser ignorada, como la República Democrática del Congo o Haití .
Dicho esto, estamos prestando más atención –y entregando más dinero– al tratamiento de esta crucial preocupación del desarrollo. Desde 2012, se han aprobado 12 nuevos proyectos destinados a abordar la violencia sexual y de género, y se han iniciado seis nuevos préstamos para políticas de desarrollo que respaldan de alguna manera reformas relativas a estas materias.
Podemos hacer mucho más. Nuestro informe estará disponible después del debate que se realizará el 13 de noviembre entre las 12.30 y 14.00 horas, en la sede del Banco Mundial (sala MC C2-131). En esta mesa redonda, se analizará qué hemos hecho, qué hemos aprendido y qué más podemos hacer. Para tener acceso al debate, los visitantes externos al Banco pueden contactar a Joyce Chinsen en jchinsen@worldbank.org o ver el webcast aquí. (i)
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