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Los refugiados encuentran un nuevo hogar en Uganda

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Los refugiados encuentran un nuevo hogar en Uganda

Nuestro avión aterrizó en una pista casi de tierra, construida de manera precaria entre los arbustos en el distrito de Adjumani (norte de Uganda), que limita al noroeste con Sudán del Sur. En este distrito viven unos 227 000 refugiados, que representan alrededor del 60 % de la población total. Inmediatamente después de desembarcar, manejamos a través de un camino de tierra, rodeado de campos de maíz, plantaciones de plátano y árboles de mangos y que formaban una densa cobertura vegetal separada por estrechos senderos conducentes a chozas de barro. A medida que nos acercábamos al centro del distrito, traté de detectar las señales habituales de los barrios de refugiados, tales como cercas u otro tipo de demarcaciones.

No había ninguna.

En vez de ello, y para mi grata sorpresa, no existen zonas cercadas para los refugiados. Ellos viven junto a la población local. Este enfoque integrador no se limita a Adjumani. De hecho, Uganda ha sido elogiada por tener la política de refugiados más compasiva en el mundo. Aquí, se recibe cálidamente a los refugiados; se les entregan provisiones y parcelas de tierra, y se les anima a integrarse en la sociedad. Mientras viajaba por los caminos de tierra, era imposible distinguir entre las viviendas de los lugareños y los asentamientos de los recién llegados. También se comparten los servicios públicos comunitarios, tales como hospitales, clínicas de salud, escuelas, suministro de energía, agua potable y otros servicios.

Incluso la palabra “campamento” es mal vista por los funcionarios gubernamentales, quienes orgullosamente llaman “asentamientos” a los albergues.

Como representante especial del Grupo Banco Mundial (GBM) ante las Naciones Unidas, viajé a este país el mes pasado para participar en la Cumbre de Solidaridad sobre Refugiados en Uganda. El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, y el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, convocaron a la comunidad internacional para llamar la atención sobre la situación en Uganda.

En la actualidad, Uganda da acogida a más de 1,3 millones de refugiados, la cifra más alta entre los países africanos.  Alrededor del 75 % de los refugiados proviene de Sudán del Sur, quienes en su mayoría huyen de la violencia y algunos escapan de la amenaza del hambre. Dado el flujo repentino —un promedio de 2000 personas ha arribado a diario desde julio de 2016—, la presión sobre los servicios públicos y los recursos locales es enorme, y las autoridades y los residentes locales tienen dificultades para responder a esta demanda.

Más allá de la magnitud del flujo de refugiados, el perfil de estos es sorprendente: alrededor del 60 % son niños. Vi pocos hombres. La mayoría de los refugiados son extremadamente pobres y casi no traen recursos con ellos, así sea monetarios o competencias profesionales. Algo muy distinto con lo que pasa en Europa donde muchos de los refugiados son profesionales calificados y menos del 15 % son niños. La falta de apoyo para la educación y la adquisición de habilidades limita claramente en el futuro inmediato un posible aporte de los refugiados al desarrollo de Uganda.

Para mantener este nivel de solidaridad de la comunidad de acogida, es importante que los residentes locales sientan que ellos también se están beneficiando de su propia generosidad. Existe un sólido argumento en favor de la promoción de esfuerzos de desarrollo de largo plazo —tales como inversiones comerciales o en infraestructura— para asegurar que estos distritos se beneficien en su conjunto, lo que también puede facilitar la aceptación de los recién llegados. Resulta que, al menos en Uganda, las mismas zonas en que se asientan los refugiados son también las partes más desfavorecidas del país con tasas extremas de pobreza. Por ejemplo, alrededor del 43 % de los residentes en la subregión del noreste vive con menos de USD 1 dólar al día (años 2012-13). ¿Dónde pueden las intervenciones en favor del desarrollo ser más pertinentes, especialmente si la meta es poner fin a la pobreza extrema y promover la prosperidad compartida?

En la jornada de compromisos, el secretario general Guterres y el presidente Museveni copresidieron la cumbre, en que se recaudaron promesas por valor de unos USD 358 millones, menos de la meta de USD 2000 millones, pero aun así una cifra considerable. El secretario general de la ONU calificó la cumbre como un “buen punto de partida”, y pidió a la comunidad internacional que continuara ayudando a los refugiados y a los ugandeses que les han brindado acogida.

El Banco Mundial (BM) ya está contribuyendo con un crédito por un monto de USD 50 millones, (PDF, en inglés) destinado a mejorar el acceso a servicios sociales básicos, aumentar las oportunidades económicas y mejorar la gestión ambiental. El Banco seguirá proporcionando apoyo adicional a Uganda en términos muy favorables a través de un nuevo subservicio en el marco de la AIF-18 para financiar inversiones a mediano y largo plazo que beneficiarán a los refugiados y las comunidades de acogida.

El GBM está también reforzando su colaboración con la ONU y otros asociados en las labores humanitarias de modo que podamos complementar nuestras tareas para beneficiar a los refugiados y las comunidades de acogida y administrar mejor la transición desde una asistencia de emergencia a soluciones de desarrollo de largo plazo. En ese sentido, la Estrategia de Empoderamiento de los Refugiados y la Población de Acogida (ReHoPE) (PDF, en inglés) —una iniciativa conjunta del Gobierno, los asociados de la ONU y el GBM— representa un componente clave para salvar la brecha entre las iniciativas humanitarias y de desarrollo y tener un impacto transformador. La premisa es que cuando las comunidades reconocen que los refugiados son agentes de desarrollo, que contribuyen positivamente al desarrollo sostenible de sus distritos, se fortalece y amplía el espacio de asilo para los refugiados. Un aspecto importante es que las inversiones derivadas del programa deberían destinarse tanto a los refugiados como a las comunidades que los acogen. La implementación y el seguimiento de este compromiso es difícil, pero crucial.

Para mí, esto parece una ilustración perfecta de cómo el GBM puede cooperar en el nexo entre la labor humanitaria y la de desarrollo. Es gratificante ver cuán sólida es la colaboración en terreno del GBM con la ONU y otros actores del ámbito humanitario, y de qué manera se está avanzando en conjunto con los esfuerzos a nivel de las sedes principales, como quedó demostrado a través del marco para aumentar la resiliencia y mantener la paz en zonas de conflicto firmado recientemente por la ONU y el Banco Mundial. (i)


Autores

Björn Gillsäter

Jefe, Centro Conjunto de Datos sobre el Desplazamiento Forzado del ACNUR y el Banco Mundial

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