La economía mundial está creciendo, pero un ataque de ansiedad de año nuevo se ha instalado, imponiendo desafíos a nuestra misión mundial: aumentar la prosperidad del 40 % más pobre de la población, poner fin a la pobreza extrema para 2030, y evitar un colapso climático.
Cuando los líderes mundiales de los Gobiernos, la industria y sectores que van desde el entretenimiento a los medios de comunicación se reúnan en Davos esta semana, uno de los principales temas de debate serán los diversos factores que afectan a la economía mundial. Ahora vivimos en un mundo con caída del precio del petróleo, tipos de cambio volátiles, y debilidad en muchos países de ingreso alto que todavía están luchando por dejar detrás de sí las secuelas de la crisis financiera mundial. Además, las economías emergentes en su conjunto son menos dinámicas que en el pasado.
En nuestro informe Perspectivas de la economía mundial, recién publicado, redujimos nuestras estimaciones de crecimiento y mostramos que la economía mundial sigue creciendo, aunque un poco más lentamente de lo que habíamos proyectado en junio pasado. El crecimiento mundial registró un modesto 2,6 % en 2014 y se espera que aumente un 3 % en 2015. Este año se espera un crecimiento del 4,8 % para los países en desarrollo y es probable que las economías de ingreso alto crezcan un 2,2 %, impulsadas por los Estados Unidos.
Esto es mucho mejor que la recesión, pero los motores del crecimiento todavía están vacilantes. Japón y la zona del euro podrían caer en un período prolongado de estancamiento o deflación y el comercio mundial podría debilitarse aún más a menos que los responsables de formular políticas administren bien los presupuestos y planifiquen con cuidado para estar bien preparados cuando se produzcan crisis en el futuro.
Además, la caída de los precios del petróleo genera incertidumbre, ganadores y perdedores, y presión económica. De hecho, los bajos precios del petróleo presentan desafíos importantes para los principales países exportadores de petróleo, que se verán afectados por el debilitamiento de las perspectivas de crecimiento.
En un entorno tan incierto, ¿cómo deberán reaccionar los líderes?
En la mayoría de los países de ingreso alto, la aún frágil recuperación económica exige una política monetaria acomodaticia continua y un enfoque flexible de la política fiscal. En otras palabras, se necesita un delicado equilibrio entre respaldar el crecimiento y al mismo tiempo establecer planes de consolidación y reformas estructurales a mediano plazo.
En los países en desarrollo, el crecimiento después de la crisis se ha visto obstaculizado por persistentes tensiones geopolíticas, episodios de mayor volatilidad de los mercados de productos básicos, y debilidades estructurales. Las debilidades estructurales varían de un lugar a otro, pero en muchos países se relacionan con rígidas regulaciones laborales, mala calidad de las carreteras, los puertos y los sistemas de tecnología de la información y las comunicaciones que se necesitan para que los negocios prosperen, y servicios básicos confiables, así como acceso al financiamiento. Todo esto es esencial para la prosperidad inclusiva y el bienestar.
Un dato positivo para el mundo son los países de ingreso bajo, que, como grupo, registraron un sólido crecimiento de alrededor del 6 % el año pasado. Ese crecimiento fue impulsado por el aumento de la inversión pública, fuertes influjos de capital, buenas cosechas, y la mejora de las condiciones de seguridad en varios países en conflicto. Se espera un ritmo de crecimiento similar para este grupo en 2015, aunque es muy probable que los precios deprimidos del petróleo ensombrezcan las perspectivas en algunos países exportadores.
Como señalan acertadamente muchos defensores del clima y ambientalistas, ahora es el momento de impulsar al mundo hacia un futuro de bajas emisiones de carbono, lo que significa encontrar maneras de reducir nuestra dependencia del petróleo e invertir en energías renovables.
Debido al bajo precio del petróleo, los países importadores de este producto tienen un espacio de oportunidades para recaudar impuestos a los combustibles y eliminar los subsidios al combustible mal orientados. Los ingresos adicionales podrían ser usados para redes de protección social, programas de empleo, inversiones en infraestructura que tanto se necesita y otras inversiones que impulsan el crecimiento.
Estas inversiones en las personas también podrían reducir sustancialmente los niveles de pobreza e impulsar la prosperidad compartida de los más vulnerables. Estimamos que tasas de crecimiento per cápita sostenidas del orden del 4 % permitirían que el porcentaje de la población mundial que vive con menos de US$1,25 al día se redujera al 3 % para 2030. Esto marcaría el virtual fin de la pobreza extrema, dado que volatilidades tales como los conflictos y los desastres relacionados con el clima siempre mantendrán una cierta cantidad de personas empobrecidas. Pero es difícil pensar hoy con optimismo que alcanzaremos y mantendremos niveles de crecimiento tan fuertes por los próximos 15 años.
Podemos obtener logros ahora para revertir los niveles peligrosos de contaminantes que causan el cambio climático, y podemos reducir drásticamente el número de personas que viven en la pobreza, incluso en estos tiempos de incertidumbre. Por primera vez en la historia humana, tenemos la oportunidad de acabar con la pobreza extrema en el curso de una generación. También por primera vez en la historia, los líderes mundiales se centran seriamente en soluciones iguales al desafío de contener el cambio climático.
Davos tiene una historia de abrir nuevos caminos al reunir a enemigos políticos, y abordar difíciles problemas mundiales con una claridad sorprendente. Para la reunión de este año, debemos mantenernos centrados en las cuestiones verdaderamente abrumadoras que nos rodean, y ponernos de acuerdo para construir un mundo que impulse la prosperidad compartida, ponga fin a la pobreza extrema, y combata el cambio climático.
Este artículo fue publicado por primera vez en LinkedIn.
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