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No existe una solución fácil para el problema de la deserción escolar

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Adolecentes en la escuela. © Banco Mundial


Cuando me incorporé al Ministerio de Educación de México en 2008, uno de los primeros desafíos que enfrenté fue determinar políticas eficaces para reducir las tasas de deserción en la escuela secundaria superior (en los grados décimo, undécimo y duodécimo). Después de ocho años, y de realizar dos ensayos controlados aleatorios, numerosos talleres y varios estudios de diagnóstico, sigo sin tener una respuesta precisa.

No existe una solución fácil

En 2008, menos de 6 de cada 10 alumnos matriculados en el décimo grado se graduaron en México. Dado que la expansión del programa de transferencias monetarias condicionadas (CCT, por sus siglas en inglés) en México tuvo un efecto positivo sobre las tasas de retención en la escuela secundaria inferior, (i) y las encuestas indican que las “limitaciones económicas” son el principal motivo de la deserción, una estrategia obvia era, por lo tanto, establecer un programa de becas para la educación secundaria superior.

Eso fue lo que hicimos, junto con una estrategia de evaluación, para determinar si el programa realmente reducía la deserción escolar. En un documento que estamos preparando con Orazio Attanasio y Costas Meghir, a partir de un ensayo controlado aleatorio, mostramos que, entre 2009 y 2012, el programa de becas para la escuela secundaria superior no tuvo un impacto importante sobre las tasas de graduación ni mejoró los resultados de aprendizaje de matemáticas o español.

Mientras todavía trabajaba en el Ministerio de Educación, encontré un conocido artículo de R. Jensen (i) que demuestra que la entrega de información sobre los beneficios de la educación secundaria a los estudiantes de ese nivel en la República Dominicana fue suficiente para reducir las tasas de deserción escolar.

En 2009, invitamos a Jensen a la Ciudad de México para que nos ayudara a preparar la intervención y la estrategia de evaluación (que se basaba en un ensayo controlado aleatorio). Una vez más, esta intervención no funcionó como se esperaba. A partir del examen estandarizado ENLACE, basado en el censo, con Ciro Avitabile demostramos en un reciente documento de trabajo (i) que proporcionar información a los estudiantes sobre los beneficios económicos asociados a la educación secundaria superior no bastó para reducir la deserción en México. Como consuelo, vimos que la intervención de entrega de información tuvo un efecto positivo, importante y significativo en términos económicos sobre los resultados de aprendizaje, especialmente entre las niñas.

¿Qué está pasando?

¿Por qué estas dos políticas que, a priori, parecen sensatas no funcionan para disminuir la deserción? Creo que parte de la explicación se relaciona con nuestra escasa comprensión de las causas del abandono escolar en la enseñanza secundaria superior. Si bien las tasas de deserción tanto en México como en la mayoría de los países de América Latina se presentan en dicho nivel de educación, la raíz del problema se puede remontar a etapas más tempranas en la vida y la enseñanza de los estudiantes que no se gradúan.

La desigualdad y la pobreza en México y el resto de América Latina son inaceptablemente altas. Los niños pequeños de los hogares pobres de la región no reciben la estimulación inicial necesaria para adquirir habilidades cognitivas y socioemocionales a lo largo de la vida. En casos extremos en que las mujeres embarazadas no están bien alimentadas, los bebés de las familias más pobres están en desventaja desde el nacimiento. Cuando estos niños ingresan en el sistema educativo formal, ya presentan un déficit importante de habilidades en comparación con los niños de los hogares que no son pobres. La situación se torna más grave, ya que los niños de los hogares más pobres de América Latina suelen asistir a las escuelas que tienen peor desempeño, que carecen de infraestructura y materiales de aprendizaje y, quizás aún más importante, que no cuentan con maestros calificados. Las desigualdades que se producen en el nacimiento, en vez de reducirse o nivelarse, se exacerban a medida que los niños crecen.

Cuando la pobreza y el bajo nivel de habilidades cognitivas se combinan con la falta de orientación y supervisión de un adulto, las posibilidades de graduarse de la escuela secundaria superior son mínimas. Al considerarse el problema de la deserción como el resultado de un problema de carácter más estructural y más profundo, no es sorprendente que una transferencia mensual de USD 40 (dólares estadounidenses) o la entrega de información sobre los beneficios económicos de la educación no sean suficientes para solucionar el problema del abandono escolar.

¿Qué se puede hacer?

La prevención es la política más eficaz porque ataca la raíz del problema con intervenciones de alta calidad en la primera infancia. (i) Además, el mejoramiento de la calidad de la enseñanza en las escuelas públicas también reduciría el problema de la deserción en la enseñanza secundaria superior, especialmente entre los estudiantes de hogares pobres.

Pero el hecho que se tomen medidas de ese tipo no debería excluir la implementación de intervenciones en el nivel de la educación secundaria superior para ayudar a disminuir el abandono en la cohorte actual. ¿Existen ahora nuevas evidencias sobre qué puede ayudar a los niños que actualmente tienen 15 años y presentan resultados de aprendizaje deficientes y no cuentan con la orientación de un adulto? Y, un desafío aún mayor: ¿hay alguna manera de mantener en la escuela a los niños marginados y mejorar sus habilidades?

Las pruebas de un reciente ensayo controlado aleatorio realizado en Chicago muestran que existen intervenciones eficaces. (i) Los niños desfavorecidos de escuelas secundarias ubicadas en zonas marginales de Chicago participaron en un programa de tutoría de matemáticas ofrecido por un profesor a dos alumnos durante una hora al día (i) y una hora a la semana de terapia cognitivo-conductual (TCC). Los resultados son impresionantes. Los puntajes en las pruebas de matemáticas mejoraron en media desviación estándar, y se espera que las tasas de graduación mejoren en un 46 % (14 puntos porcentuales) después de un año.

La experiencia de Chicago muestra que se establecen sinergias al abordar de manera simultánea las deficiencias cognitivas y socioemocionales, pero cada una de ellas requiere una intervención separada y bien diseñada, un alto nivel de liderazgo, y recursos humanos y financieros.

Aunque las tasas de deserción escolar en México se han reducido ligeramente desde 2008, la situación no es muy distinta en este momento y es un desafío común desde Tijuana a Tierra del Fuego. El punto de partida para encarar el problema del abandono en la educación secundaria superior es aceptar que no existe una solución fácil. La solución exige una gran cantidad de esfuerzo y recursos, pero si logramos dar oportunidades a nuestros jóvenes desfavorecidos, eso valdrá la pena.


Autores

Rafael de Hoyos

Jefe de programa, Desarrollo Humano en la Unión Europea, Banco Mundial

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