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Objetivos y medidas, pobreza y prosperidad compartida

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ImageEn su última Carta anual, Bill Gates destaca el poder de la medición. Nos recuerda que el cambio a menudo es gradual y, a menos que tengamos una buena vara para medir, es difícil saber si el pequeño paso que dimos fue en la dirección correcta. No es sorprendente que, en el mundo de la tecnología, nuevas formas de calcular la creación de energía y un micrómetro capaz de determinar distancias minúsculas cumplieran un papel fundamental en la promoción del progreso. Gates tiene razón al insistir en esto y esa es la razón por la que, incluso en proyectos sociales y económicos, es importante desarrollar formas de medir que nos permitan saber cómo lo estamos haciendo.

Curiosamente, la publicación de la carta de Gates coincide con la iniciativa en curso en el Grupo del Banco Mundial para definir los objetivos y medidas del bienestar que el Banco como organismo multilateral promoverá y buscará. Esperamos estar pronto en condiciones de poner nuestras medidas y objetivos en el espacio público. Este blog pretende dar a los lectores una idea de los temas en cuestión y recibir sugerencias.

Permítanme comenzar por recomendar a los lectores que, cuando lean a Bill Gates, es importante que tengan en cuenta que hay más para aprender de la vida de personas exitosas que simplemente líneas. La Carta anual de Gates sobre la medición es un punto clave, pero no hay que olvidar lo que demuestra ampliamente su vida: que centrarse solo en la medición es arriesgarse a perder algunas características esenciales de la vida que pueden ser nebulosas y no mesurables pero que no dejan de ser importantes.

Con esto en mente, tomamos la decisión de que, junto a los objetivos y medidas que desarrollamos, también daremos cuenta de lo que queremos lograr, para nosotros y para las naciones que se comprometen con el Banco (y tal vez incluso para las que no lo hacen). En el ámbito del cambio climático y el medio ambiente, por ejemplo, si nos centramos únicamente en lo que podemos atribuir a una nación y elaborar como objetivo formal, perderemos mucho de lo que está en nuestro interés colectivo. Y aunque debemos esforzarnos por avanzar hacia una medida y un objetivo, centrarse en eso de manera apresurada podría ser contraproducente.

Dada la importancia de las metas y aspiraciones narrativas, la tarea de articularlas y codificarlas no es algo que se puede tomar a la ligera. Afortunadamente, no tenemos que empezar de cero. El propio historial de investigaciones del Banco Mundial, junto con la tradición de larga data en la economía del bienestar de elaborar medidas formales para el seguimiento de la pobreza, la desigualdad, la alfabetización y otras dimensiones del bienestar social, con importantes contribuciones de Amartya Sen, (i) Tony Atkinson, (i) Serge-Christophe Kolm (i) y otros, nos dan una ventaja.

En nuestras reflexiones tuvimos claro que el objetivo central del Banco debe seguir siendo la erradicación de la pobreza absoluta. Es un hecho vergonzoso que aun habiendo establecido la línea de pobreza en un ingreso tan bajo como el de US$1,25 por persona al día, descubramos que alrededor del 20% de la población mundial está en dicha situación. Esto representa cerca de 1.300 millones de personas que viven por debajo del umbral de pobreza.

La fijación de objetivos no es una tarea fácil. Si son demasiado ambiciosos,  languidecerán sin impacto. Si son demasiado sencillos, pasará como con el gurú, en la película cómica de Satyajit Ray, Mahapurush, (i) que lleva a sus crédulos discípulos cada mañana para contemplar el horizonte oriental mientras “ordena” que salga el sol.

La búsqueda de las principales metas mundiales y los objetivos de desarrollo del milenio (i) implica un gran esfuerzo en términos de recopilación y análisis de datos estadísticos. Me siento alentado por la política de Datos de libre acceso del Banco y su asociación con la Fundación Bill y Melinda Gates y otras organizaciones para seguir mejorando la capacidad estadística en el ámbito del desarrollo humano, económico y social. Estamos comprometidos actualmente en la organización de la información estadística y el establecimiento de una fecha límite razonable en la que el porcentaje de personas por debajo del umbral de pobreza se reduzca a cerca de cero. Esperamos poder anunciar pronto la meta. La tarea a partir de entonces será trabajar junto a la ONU y los Gobiernos nacionales para desarrollar políticas operativas que permitan alcanzar ese objetivo.

La lucha contra la pobreza absoluta cuenta con un respaldo bastante universal (aunque se puede discutir su medida precisa). Lo que puede generar rápidamente molestias es la búsqueda de la “prosperidad compartida”, que el Grupo del Banco Mundial está considerando agregar a la meta de erradicación de la pobreza. La erradicación de la pobreza suena bien como algo distante, mientras que la prosperidad compartida entra en nuestros propios patios traseros. No es sorprendente que haya una tendencia en algunos sectores a equiparar “compartir” con “sistemas políticos desacreditados”. Esta es la táctica estándar que consiste en boicotear a x hallando una y que sea universalmente desprestigiada y luego hacer campaña para comparar x con y. En el caso de “compartir”, esta es una conspiración de los egoístas, deliberada o involuntaria. Me alegra que el Grupo del Banco esté a punto de añadir a la meta anterior de erradicación de la pobreza la nueva de la promoción de la “prosperidad compartida”.

Al convertir esto en una medida formal, queremos tomar en serio ambas palabras: “prosperidad” y “compartida”. El fomento de la prosperidad sugiere crecimiento, un pastel que se amplía. Creo que este es un objetivo que vale la pena y que resuena naturalmente en los países ricos, pobres y de ingreso mediano y sería tonto ignorar esta aspiración universal. “Compartida” sugiere que el crecimiento debe ser inclusivo, que debe llegar a los más débiles y desfavorecidos, en lugar de abandonarlos en los márgenes. Una forma natural de formalizar esto es promover el rápido crecimiento del ingreso per cápita del segmento desfavorecido de cada nación, como por ejemplo el 40% más pobre. Es la mejor manera de dar forma a la idea del crecimiento inclusivo.

El consejo de Gandhi para aquellos que enfrentan un dilema fue: “recuerda la cara del hombre más pobre y más débil que hayas visto y pregúntate si el paso que estás considerando dar le será de alguna utilidad a esa persona”. Al desarrollar un criterio para medir la prosperidad compartida, queremos representar la idea de empujar a los débiles y desfavorecidos a la corriente principal. Esto significará compartir con los que son menos afortunados y también con los que no han nacido todavía. A menos que haya algún avance tecnológico mágico, no queda claro si el medio ambiente podrá sostener grandes poblaciones como las de China, India, Indonesia y Brasil, que aumentarán los niveles de consumo a los que observamos en las naciones industrializadas. Por lo tanto, este logro implicará crecimiento, innovación tecnológica, conservación del medio ambiente, pero además —y no hay manera de evitarlo— capacidad de compartir.

No podemos consumir, gastar visiblemente y agotar los recursos mundiales, ignorando el hecho de que hay habitantes de la tierra que apenas sobreviven y que habrá otros que vendrán a vivir en la tierra mucho tiempo después de que nos hayamos ido. Esta preocupación se resume en la idea de prosperidad intertemporal compartida. Esto nos mete de lleno en el tema del cambio climático, la protección del medio ambiente y la biodiversidad. Nos impone una responsabilidad hacia las generaciones futuras que no están aquí para expresar sus preocupaciones.

La prosperidad compartida debe ser un principio rector para que el Banco haga investigaciones y promueva el activismo en áreas de crecimiento inclusivo, protección ambiental y sostenibilidad. Este no es más que un principio organizador, pero puede -a través de refinamiento, debate y diálogo-, convertirse en una idea convincente que guíe las políticas para crear un mundo que sea no solo próspero sino también justo y equitativo, o sea, un mundo mejor.


Autores

Kaushik Basu

Former Chief Economist & Senior Vice President of the World Bank

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