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Para enfrentar sida y pobreza es vital empoderar a mujeres y niñas

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“No puedes comer un dulce con el envoltorio”, les dijeron jóvenes sudafricanos a los investigadores de un reciente estudio del Banco Mundial, (i) explicando por qué se niegan a usar condones a pesar del alto y conocido riesgo de contraer el VIH. A menudo los hombres no consideran a los preservativos como algo varonil, y las mujeres no se sienten capaces de insistir.
 
¿Qué significa esto? Una encuesta Gallup de 2011 realizada en 19 países de África al sur del Sahara, (i) región donde viven más de dos tercios de la población del mundo infectada con el VIH, descubrió que la mayoría de los adultos sabe cómo prevenir la propagación del virus. Pero, aunque el 72% estuvo de acuerdo que las personas siempre deben utilizar condones cuando tienen relaciones sexuales, solo el 40% dijo que alguna vez los había usado.

Normas sociales como estas —que incluyen la aceptación de lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) describe como una epidemia global de violencia contra la mujer— ayudan a explicar por qué en muchos países el sida afecta de manera desproporcionada a las mujeres. Es esencial empoderar a las mujeres y oponerse a estas normas para enfrentar la epidemia, lo cual ayudará a avanzar más en la lucha para terminar con la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida.
 
A pesar de enormes progresos en el tratamiento del sida, quedan grandes retos, especialmente con respecto al género. A nivel mundial, la mitad de las personas que vive con el VIH son mujeres, pero en África al sur del Sahara esta cifra supera el 60% y las jóvenes africanas tienen entre tres y seis veces más probabilidades de infectarse que sus pares masculinos. Y mientras en la mayoría del mundo las mujeres viven más que los hombres, la enfermedad ha bajado la esperanza de vida femenina en Kenya, Malawi, Zambia y Zimbabwe.

Las desventajas se superponen

En su Informe Mundial 2013, ONUSIDA destaca las múltiples desventajas superpuestas que aumentan el riesgo de las mujeres de contraer el VIH y agravan sus consecuencias.
 
Ellas a menudo enfrentan barreras importantes en el acceso a la atención de salud porque su movilidad está restringida y carecen de control sobre las finanzas. Cuando deben cuidar a familiares con sida, disminuyen sus oportunidades educacionales y laborales.

La violencia de género aumenta todavía más el riesgo de contagio con el VIH. Dos estudios recientes en Uganda y Sudáfrica descubrieron que las mujeres que habían sido objeto de violencia por parte de su pareja íntima tenían 50% más probabilidades de haber adquirido el virus que las mujeres que no habían vivido esta situación.  

Otros signos de la falta de poder de decisión de las mujeres y niñas son los altos índices de matrimonios a temprana edad y una enorme carencia de autonomía que les impide proteger su salud.

Alrededor de 38% de las mujeres en África al sur del Sahara dice que no puede rechazar las relaciones sexuales con su marido o compañero, mientras que 70% de las mujeres en tres países sostiene este mismo punto de vista. La mitad de las mujeres en la región también afirma que no le pueden pedir a su marido o pareja que usen preservativo, mientras que en Malí y Níger, más del 40% siente que no puede rechazar el sexo aunque su marido tenga una enfermedad de transmisión sexual.

En tanto que el 31% de las mujeres afirma que negarse a tener relaciones sexuales justifica la violencia física contra las esposas. En Asia meridional, este porcentaje llega al 14%.

El matrimonio infantil aumenta significativamente el riesgo de una niña de ser infectada con el VIH por un marido de mayor edad. Un tercio de las niñas de todo el mundo se casa antes de los 18 años, y una de cada nueve antes de cumplir los 15. En 2010, 67 millones de mujeres de entre 20 y 24 años contrajeron nupcias antes de los 18 años.
 
Además, los roles de género, además de fomentar la promiscuidad masculina, hacen que las mujeres sean más vulnerables a la violencia y restringen su capacidad de conversar o negociar el tema de las relaciones sexuales. Estos son factores importantes que impulsan el aumento del contagio entre las mujeres. Es importante que la  organización copatrocinadora más reciente de ONUSIDA -que encabeza una respuesta global coordinada a la epidemia- sea ONU Mujeres.
 
Preparar el camino para el logro de avances

Se han hecho enormes progresos desde que surgió el sida en 1981. La ciencia y la justicia social unieron fuerzas para reducir considerablemente el costo de los medicamentos contra la enfermedad. Gracias a ello, alrededor de 10 millones de personas de países en desarrollo reciben tratamiento y pueden tener una vida saludable y plena. Además, los nuevos infectados han decrecido en un tercio desde 2001. Pero muchos más contagiados siguen viviendo con el VIH (sin tener acceso a tratamiento), y queda mucho trabajo por delante.
 
Tenemos ahora una oportunidad histórica de ayudar a preparar el camino para un cambio transformacional, y aumentar el impulso en la lucha para terminar con el sida como parte de un mayor esfuerzo concertado para abordar la desigualdad y la pobreza extrema. Esto es cierto tanto en las negociaciones y consultas sobre las metas globales  que sucederán a los objetivos de desarrollo del milenio (ODM) después de 2015, como en la evaluación de dónde se han producido y no se han producido avances desde la histórica Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo. (i)
 
Durante una reunión de alto nivel realizada aquí este mes, ONUSIDA y el Grupo del Banco Mundial se comprometieron a enfrentar en conjunto los problemas interrelacionados del sida, la desigualdad y la pobreza extrema. Está claro que una parte esencial será empoderar a las mujeres y  niñas.
 
Siga al equipo de Salud del Banco Mundial en Twitter: @worldbankhealth.


Autores

David Wilson

Program Director, Health Nutrition and Population practice of the World Bank

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