Nos enfrentamos a una serie de crisis superpuestas e interconectadas que están afectando las vidas y los medios de subsistencia de las personas en casi todas partes. Los efectos combinados del lento crecimiento económico, el aumento de los conflictos y la fragilidad, la persistencia de la desigualdad y los fenómenos meteorológicos extremos han causado conmoción en todo el mundo.
Las economías de ingreso alto muestran signos de resiliencia, pero las perspectivas de las economías de ingreso bajo y los países frágiles siguen siendo sumamente preocupantes.
Hace apenas una década, teníamos motivos para ser más optimistas. Entre 1990 y 2015 se produjeron avances significativos en materia de desarrollo sostenible, con más de 1000 millones de personas que pudieron salir de la pobreza extrema. Este fue un logro monumental, impulsado principalmente por el fuerte crecimiento económico de China e India, y redujo la brecha en los niveles de ingreso entre las economías más ricas y las menos favorecidas.
Sin embargo, lo que parecía un camino claro hacia la erradicación de la pobreza se ha ido desvaneciendo. Nuestro nuevo informe muestra que las tasas de pobreza mundial solo han vuelto a los niveles previos a la pandemia, lo que indica una trayectoria para los próximos años que, en el mejor de los casos, es sombría.
Casi la mitad de la población mundial —alrededor de 3500 millones de personas— vive con menos de USD 6,85 al día, la línea de pobreza de los países de ingreso mediano alto. En un nivel más extremo, casi 700 millones de personas viven con menos de USD 2,15 al día, la línea de pobreza de los países de ingreso bajo. La pobreza extrema se concentra cada vez más en África subsahariana o en lugares afectados por conflictos y fragilidad.
Pero sabemos que la pobreza es mucho más que la falta de dinero o ingresos. En la actualidad, millones de personas también se ven privadas de elementos vitales básicos, como una nutrición adecuada, atención de salud, educación, seguridad y vivienda.
Las desigualdades de ingresos y de oportunidades siguen siendo elevadas en muchos países, especialmente en América Latina y África subsahariana, lo que constituye un importante obstáculo para mejorar la calidad de vida de las personas. Incluso cuando los países han experimentado un fuerte crecimiento económico, este no siempre se ha traducido en oportunidades para que los más pobres o vulnerables no caigan en la pobreza.
Como comunidad mundial, debemos trabajar con más ahínco, de manera más estrecha y con mayor urgencia para reducir la pobreza y aumentar la prosperidad. Con el fin de superar las múltiples crisis actuales y lograr un mundo más justo, seguro y próspero es fundamental implementar soluciones audaces y realizar una acción internacional coordinada.
Para avanzar, debemos impulsar el crecimiento inclusivo y la resiliencia. La pobreza puede reducirse mucho más rápido cuando los países crean más y mejores empleos y ayudan a las personas a conseguir más activos a largo plazo. El empleo estable no solo proporciona ingresos para costear elementos esenciales para la vida, sino que también brinda oportunidades para ascender en la escala económica y social.
Igualmente importante es la mitigación y la adaptación al cambio climático. Casi 1 de cada 5 personas está en riesgo de verse afectada por peligros relacionados con el clima en todo el mundo. Esto significa que es probable que en el transcurso de su vida experimente una crisis meteorológica grave de la que le costará recuperarse. Si bien las prioridades normativas variarán en función de los países y las regiones, los esfuerzos para abordar el cambio climático son esenciales.
En concreto, los países de ingreso bajo deberían promover la inversión en capital humano, físico y financiero. Para lograr el máximo impacto en la reducción de la pobreza, deben crear oportunidades de empleo e impulsar un mayor crecimiento que sea inclusivo. Si bien los países de ingreso bajo son los que menos contribuyen a las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, también deben esforzarse por aumentar su resiliencia ante las conmociones climáticas.
Por su parte, los países de ingreso mediano deben acelerar el crecimiento económico y mejorar la capacidad productiva de los hogares más pobres invirtiendo en educación, infraestructura y servicios básicos. Al mismo tiempo, no se pueden ignorar las emisiones de gases de efecto invernadero de estos países; si no se toman medidas, sus emisiones aumentarán en las próximas décadas y superarán las de los países más ricos. Deberán asegurarse de que el crecimiento reduzca la vulnerabilidad y sea también menos intensivo en carbono.
Las emisiones de carbono siguen siendo más elevadas en los países de ingreso alto y mediano alto. Si bien se prevé que las emisiones disminuirán, los avances actuales no son lo suficientemente rápidos como para limitar el calentamiento global. Estos países deben acelerar la transición hacia economías con bajas emisiones de carbono y, al mismo tiempo, gestionar los posibles costos a corto plazo.
Prioridades para avanzar hacia la consecución de objetivos interrelacionados
Para avanzar hacia la solución de estos desafíos interrelacionados, necesitamos también una sólida base de evidencias. Si bien la disponibilidad de datos ha mejorado en muchos países, se requiere invertir más en este ámbito para producir información confiable y oportuna, especialmente en los países más pobres. Estos datos deben darse a conocer públicamente de modo de permitir un monitoreo más preciso de los impactos de las políticas y mejorar su diseño.
Tampoco llegaremos muy lejos si no aumentamos de manera significativa el financiamiento para el desarrollo sostenible. Muchos países en desarrollo carecen de acceso a financiamiento asequible y se enfrentan a elevadas cargas de la deuda, lo que limita su capacidad para invertir en áreas esenciales como educación, atención de salud e infraestructura, todas fundamentales para una reducción sostenida de la pobreza.
El financiamiento es esencial para que los países de ingreso bajo logren sus objetivos de desarrollo, y las instituciones multilaterales pueden aprovechar este financiamiento para obtener aún más recursos. Por ejemplo, la Asociación Internacional de Fomento del Grupo Banco Mundial, que proporciona asistencia a los países más pobres y vulnerables, se encuentra en la actualidad en el proceso de reponer sus recursos para seguir prestando un apoyo crucial a los países más necesitados.
Aunque los avances se han estancado, aún hay esperanza. Existen diversas vías que pueden acelerar el ritmo de la reducción de la pobreza, impulsar la prosperidad compartida y proteger nuestro planeta. El futuro depende de que mantengamos el optimismo, pero también de que adoptemos medidas conjuntas y urgentes.
Únase a la conversación