No podemos prevenir los desastres, pero juntos podemos reducir sus impactos
Los desastres relacionados con el clima son frecuentes y graves, pero hay pruebas alentadoras de que podemos prepararnos para enfrentarlos y gestionarlos. Si nos remontamos a lo acontecido con el ciclón Bhola en Asia meridional en 1970 o con el huracán Katrina en Estados Unidos en 2005, vemos catástrofes que costaron miles de vidas y causaron daños por miles de millones [de dólares]. En cambio, algunas tormentas recientes —el ciclón Fani en 2019 y el huracán Ida el mes pasado— si bien han golpeado duramente a las comunidades han causado mucho menos daño a las personas y las economías.
Aunque no hay dos desastres iguales, hoy podemos hacer más para aumentar la preparación, reducir los impactos y apoyar una recuperación resiliente. Ciertas acciones clave pueden marcar la diferencia para las personas y comunidades que se encuentran en el centro de los desastres naturales.
Cuanto más pobre es una comunidad, más vulnerable es a los peligros naturales y al cambio climático. En la actualidad, los desastres empujan a 26 millones de personas a la pobreza cada año. Para las familias de agricultores con ahorros limitados, una inundación o sequía que arruina los cultivos es económicamente devastadora. Y esto es tanto a corto plazo, con la pérdida de ingresos que reduce el acceso a los alimentos y otras necesidades, como a más largo plazo, ya que los efectos en la educación y la salud limitan los horizontes de los niños durante toda la vida.
El desarrollo inclusivo y la reducción de la pobreza son esenciales para proteger a las personas más pobres de los desastres. Mejorar el acceso a los recursos financieros, técnicos e institucionales las situará en una posición más favorable para responder al cambio climático. De hecho, los avances del desarrollo podrían reducir a la mitad el número de personas que caerá en la pobreza para 2030 como consecuencia del cambio climático.
La adaptación es un desafío para los hogares y las pequeñas empresas que impulsan las economías locales en las economías en desarrollo. Tienen incentivos para adaptarse: las familias y los emprendedores saben lo que significan las perturbaciones climáticas para los suministros, los clientes y los productos. No obstante, necesitan apoyo para prepararse, orientación en materia de inversiones y financiamiento, especialmente cuando las soluciones tienen elevados costos iniciales.
Aunque no hay dos desastres iguales, hoy podemos hacer más para aumentar la preparación, reducir los impactos y apoyar una recuperación resiliente. Ciertas acciones clave pueden marcar la diferencia para las personas y comunidades que se encuentran en el centro de los desastres naturales.
Las empresas privadas y los inversionistas pueden apoyar la adaptación y la resiliencia, invirtiendo, por ejemplo, en viviendas resistentes a huracanes, sistemas de riego eficiente, microrredes resilientes y cadenas de suministro y logística que limiten los trastornos cuando se producen desastres. Y podrían innovar más: hoy, solo el 0,5 % de las patentes mundiales promueven la adaptación al clima y la resiliencia. Es fundamental preparar planes nacionales con evaluaciones de mercado que puedan atraer al sector privado.
La adaptación ayuda a las comunidades a hacer frente a los desastres, recuperarse rápidamente y evitar consecuencias a largo plazo. Los sistemas de alerta temprana pueden salvar vidas y generar beneficios superiores a su costo por un factor de al menos 4 a 10. Los sistemas de protección social pueden dar apoyo rápido después de un desastre natural y también ayudar en crisis como las sequías en Kenya y Etiopía.
Por su parte, los Gobiernos pueden adaptar los planes urbanos y del uso de la tierra a los riesgos climáticos de largo plazo y evitar que tanto las personas como las inversiones queden atrapadas en zonas de alto riesgo. Esto hará que las inversiones, los activos y los servicios del sector público sean más resilientes. En la actualidad, los países en desarrollo pierden alrededor de USD 390 000 millones al año cuando los desastres causan cortes de energía y agua y provocan trastornos en el transporte. Sin embargo, los servicios de infraestructura podrían volverse más confiables si se dispone de mejores datos y existe una mejor gobernanza. Crear nuevos activos de infraestructura más resilientes aumentaría los costos iniciales en apenas un 3 %, mientras que cada dólar invertido evitaría pérdidas de USD 4 en promedio.
El financiamiento del Grupo Banco Mundial para la adaptación, que incluye donaciones y créditos sin interés o con una tasa muy baja de la AIF para los países más pobres, se centra en resultados tangibles. En Níger, una mejor gestión de la tierra hizo aumentar el rendimiento de los cultivos en 62 %. En Mozambique, donde nuestras inversiones anteriores ayudaron a reducir los daños causados por los ciclones, estamos colaborando en la construcción de carreteras resilientes y conexiones de transporte. Proteger el medio ambiente también implica apoyar soluciones basadas en la naturaleza. Por ejemplo, los arrecifes de coral y los manglares ofrecen barreras naturales contra las tormentas y preservarlos aporta mitigación climática y beneficios económicos. Los proyectos en zonas costeras financiados por el Banco están ampliando los manglares en India y ayudando a seis países de África occidental a restaurar humedales y limitar la erosión costera.
Los impactos climáticos también deben ser gestionados a nivel macroeconómico. En muchos países, afectarán los ingresos fiscales, la balanza comercial y los flujos de capital. Los impactos en todos los sectores requieren una planificación estratégica al más alto nivel. Una intervención que beneficie a todos sería crear una resiliencia general de la economía diversificando sus estructuras, la composición de las exportaciones y la base impositiva.
Las soluciones descritas aquí —proteger a los más pobres, amortiguar las economías locales, invertir en resiliencia y prepararse para los impactos a nivel macro— requieren inversiones importantes. Sin embargo, con el compromiso de los Gobiernos, los prestamistas multilaterales, como el Grupo Banco Mundial, y el sector privado, estas son factibles.
Esta columna de opinión se publicó originalmente en The Telegraph. (i)
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