En mi opinión, si realmente nos interesa el programa Aprendizaje para Todos (i), es importante analizar el papel que desempeña el sector privado en la educación. En el Banco Mundial —que sigue siendo la mayor fuente internacional de fondos multilaterales destinados a respaldar la educación pública en países de ingreso mediano y bajo de todo el mundo— no estamos interesados en la educación privada per se, sino más bien en lo que podemos aprender de las instituciones de educación privada que innovan y agregan valor. Las iniciativas en ese sentido se organizan en torno a modalidades que permiten explorar y entender mejor la prestación privada de diversos tipos bajo una mirada más detallada.
Como señalé en una conferencia sobre educación organizada recientemente por la Corporación Financiera Internacional (IFC):
Mi interés y el interés de mi organización es determinar qué funciona para el sistema. Para nosotros, es el sistema público. No hacemos distinción en nuestra estrategia. Es el sistema educativo y todo lo que abarca: los hogares, el sector privado, la estructura gubernamental. El sistema público tiene que funcionar. Por lo tanto, si algo funciona en una escuela privada, queremos saber por qué y determinar qué se puede transferir al sistema público (incluida la investigación que muestra esos efectos secundarios). En mi opinión, el peor resultado posible sería encontrar algo que funciona en el sector privado y beneficia únicamente a las familias que lo utilizan, y no poder transferirlo al sector público. En ese caso, no hay una ganancia neta. La ganancia neta se traduce en enseñanzas que pueden transmitirse y sirven para mejorar los resultados de los servicios públicos.
Desde esa perspectiva, el sector público aprende, divulga y regula en busca de calidad. Es cierto que no muchos de los sistemas educativos que conozco regulan en busca de calidad. En muchos de los países en los que trabajamos, en especial los de ingreso bajo, se espera demasiado del Gobierno. Los Gobiernos son proveedores, financiadores, reguladores, y se les exige que sean innovadores. Sin embargo, no esperamos lo mismo de los Gobiernos de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En los Países Bajos, por ejemplo, el Gobierno holandés no financia ningún tipo de educación. Todas las escuelas reciben el mismo financiamiento, los padres tienen la posibilidad de elegir y más de dos tercios de todas las escuelas son privadas. Las escuelas públicas son municipales y el Gobierno central no las financia. Un organismo separado se encarga de la evaluación y el Gobierno se ocupa únicamente de la regulación. Si bien los Países Bajos se ubican en un extremo del espectro mundial en ese sentido, ofrecen valiosas enseñanzas para otros países.
Si en un país como los Países Bajos se aplica ese enfoque, ¿por qué les pedimos tanto a los Gobiernos de muchos de los países en desarrollo? Creo que parte de la respuesta está relacionada con el hecho de que a menudo se regula sobre los insumos del proceso, como los salarios, los edificios y los materiales.
Cuando comencé a trabajar para el Banco Mundial, hace 22 años, y supervisábamos nuestros proyectos de educación, la mayor parte de los debates se refería a cosas como el tamaño de las ventanas que se debían comprar o los tipos de materiales que se usaban para las paredes. En otras palabras: nada (realmente) relacionado con la educación, o, al menos, vinculado con la calidad de la educación.
Muchas cosas han cambiado en el Banco Mundial desde esa época y esto se debe a nuestros clientes y asociados. Los Gobiernos y los ministerios de Educación son más exigentes en términos de calidad. Así, una vez que entendamos qué debe financiarse y definamos cómo debe ser la regulación, creo que podremos lograr un gran avance.
La calidad no es un concepto estático: se trabaja, se innova y se regula constantemente. Incluso si se advierte que un modelo de escuela privada es bueno o apenas mejor que el modelo de escuela pública equivalente, las enseñanzas y los conocimientos que se derivan de ese modelo no alcanzan para transformar un sistema educativo. Pueden ofrecer inspiración y orientación como punto de partida, pero eso no es suficiente.
Ahora bien, si un modelo escolar específico resulta innovador y genera resultados iguales o ligeramente superiores a los de escuelas comparables en el sistema público por un tercio de los costos (como vemos, por ejemplo, en Andhra Pradesh, India) o por la mitad de los costos (como en el caso de las escuelas por concesión de Bogotá, Colombia), cobrando solo unos pocos dólares por mes a cada estudiante, hay un margen considerable para determinar qué se necesitaría para pasar de ese estándar mínimo a uno superior.
En la mayoría de los sistemas educativos de países de ingreso bajo, en ocasiones se destina el 90 % y hasta el 97 % del presupuesto educativo público a salarios. En esas circunstancias, existen muy pocas oportunidades para innovar, para emprender actividades de investigación y desarrollo que nos ayuden a entender el proceso de aprendizaje. Sin embargo, si pudiéramos encontrar modelos que ofrezcan resultados similares a los modelos tradicionales por un tercio del costo, y aprender de ellos, se liberaría una gran cantidad de recursos que podrían destinarse a descubrir cuáles son las cosas que funcionan.
Un ejercicio de ese tipo no tendría como objetivo recortar el financiamiento de la escuela pública, sino determinar cómo distribuir mejor los escasos fondos que se invierten en la actualidad, de manera que generen mejores resultados para los niños, las familias y las comunidades del sistema de educación pública. Independientemente de que los modelos y la información provengan de instituciones educativas públicas o privadas, debemos estar abiertos a las enseñanzas que nos ayudarán a mejorar y fortalecer el sistema educativo de los países.
Aunque todos los días aprendemos un poco más sobre el tema, se necesitará mucha más investigación. Manténgase actualizado.
Puede seguir al equipo de educación del Banco Mundial en Twitter: @wbeducation
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