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Por qué elijo hablar de la depresión en el Día Mundial de la Salud

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Por qué elijo hablar de la depresión en el Día Mundial de la Salud © OMS


El Día Mundial de la Salud de este año tiene un significado especial para mí y muchas otras personas. El eslogan “Hablemos de la depresión” arroja luz sobre un problema que suele permanecer escondido en un rincón oscuro de nuestra mente, atrapándonos en una dolorosa agonía de tristeza, pérdida de interés y miedo.

Aunque he sido bendecido con una buena salud física, en diferentes momentos de mi vida he sucumbido muchas veces a una sensación de pérdida y desapego que me ha hecho sentir débil e incapaz de enfrentar el día, la semana o mucho menos el futuro. Estos episodios solían aparecer en periodos de transición, como pasar de la escuela secundaria a la universidad, o cuando estaba separado de la familia, o cuando sufrí la pérdida de mi padre mientras vivía solo en África. Con una llamada telefónica, o posteriormente, cuando pude conectarme a través de Skype o FaceTime, logré llegar a los seres queridos, compartir la angustia que sentía en ese momento, y poco a poco, con palabras tranquilizadoras de que todo iba a estar bien y que las cosas mejorarían al día siguiente, pude salir de aquellas paredes invisibles que me rodeaban, proyectando una sombra pesada. Estos sentimientos me impidieron apreciar la sensación de recuperar energía que te da una buena caminata o maravillarme con el resurgimiento de los árboles y la multitud de colores que aparecen con la llegada de la primavera.
 
Permítanme confesarles: esos periodos fueron y son difíciles de enfrentar. No son fáciles de manejar. Cuando escuché la canción de Bruce Springsteen titulada “This Depression”, no solo me enteré de su larga lucha contra la depresión, sino que llegué a la conclusión que la letra describe con gran claridad sentimientos que me son familiares:

“Cariño, he estado deprimido,
pero nunca tan deprimido.
He estado perdido,
pero nunca tan perdido.
Esta es mi confesión.
Necesito tu corazón
en esta depresión.
Necesito tu corazón.
Cariño, he estado mal,
pero nunca tan mal.
He tenido mi fe debilitada,
pero nunca he estado sin esperanza”.
 

Ustedes se preguntarán, ¿por qué estoy tratando de exorcizar mis demonios mentales en un blog público? La respuesta es simple. Todos los que hemos enfrentado esta realidad tan concreta sabemos bien que no es algo de lo que las personas quieran hablar porque es incómodo o porque la mayoría de las personas no sabe lo que es experimentar estas condiciones. A diferencia de las enfermedades físicas, un estado de ánimo deprimido, la pérdida de interés y placer, la concentración deficiente, la ansiedad constante y la reducción de la energía por lo general no son visibles para los demás. Como resultado, el camino fácil para los afectados es retirarse, encerrarse, ocultar la angustia de no sentirse bien porque no queremos sentirnos avergonzados de ser vistos como débiles o que nos estamos desmoronando.
 
Si bien la melancolía y la tristeza son transmitidas con una claridad solemne en las improvisaciones de guitarra por maestros de blues como el legendario BB King, o bien retratadas en las pinturas del “período azul” por Pablo Picasso, para muchos de nosotros, sentirse abatido, triste o ansioso representa momentos transitorios que se pueden manejar con algún esfuerzo y la ayuda de seres queridos y amigos o, si es necesario, con asesoramiento profesional o algún tipo de terapia. Desafortunadamente, para aquellos que no tienen acceso a servicios de salud o apoyo social, la depresión y la ansiedad severas a menudo se traducen en una vida miserable, agravada por el alcoholismo y la drogadicción, viviendo con el terror de ser descubiertos, temiendo a perder la familia o el empleo, una situación que los deja al margen de la sociedad y que podría terminar trágicamente con el suicidio.
 
De hecho, como se documenta en un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos depresivos y de ansiedad son muy comunes en todos los países, afectando el estado de ánimo o los sentimientos de las personas afectadas, con síntomas debilitantes que varían de nivel de gravedad (de leve a severo) y duración (de meses a años) y que causan un daño social terriblemente alto. Estos trastornos, que son condiciones de salud diagnosticables, difieren de los sentimientos de tristeza, estrés o miedo que cualquiera puede experimentar de vez en cuando en su vida. En todo el mundo, se calcula que más de 300 millones de personas sufren de depresión , lo que equivale al 4,3 % de la población mundial. Más del 80 % de esta carga de morbilidad no fatal se registra en países de ingreso bajo y mediano.
 
Ninguno de nosotros es inmune a estas condiciones, ya que pueden y afectan a personas de todas las edades, y de todas las clases sociales. Sin embargo, el riesgo de sufrir depresión y ansiedad severas aumenta con la pobreza , el desempleo, la muerte de seres queridos, la ruptura de una relación, las enfermedades físicas, el conflicto, el desplazamiento forzado, la condición de refugiado, el desajuste social, y la criminalidad y la violencia.
 
En este Día Mundial de la Salud, sería bueno expresar nuestra compasión y comprensión por aquellos afectados por enfermedades mentales  que perjudican la salud, el funcionamiento y el bienestar de las personas. En la búsqueda de la cobertura sanitaria universal y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, no podemos olvidar que el logro de la paridad de los servicios de salud mental con otros servicios de salud y sociales debe ser una medida fundamental de las políticas sociales y de salud, la planificación, la organización, y los mecanismos de protección financiera para personas necesitadas en todo el mundo.

Enlaces relacionados

Video: “Yo tenía un perro negro, y su nombre era depresión”

Video: “La salud mental tiene que ser una prioridad mundial de desarrollo”
 
Letra de la canción “This Depression” de Bruce Springsteen (i)
 
OMS: La depresión y otros trastornos mentales comunes. Estimaciones mundiales de la salud (PDF, en inglés)
 
Blog: La paridad de la salud mental en el programa mundial de salud y desarrollo (i)

Autores

Patricio V. Marquez

Asociado superior de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins

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