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Su aire acondicionado lo refresca, y aumenta la temperatura del mundo. Podemos cambiar eso.

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© Banco Mundial

Los sistemas de refrigeración y enfriamiento son esenciales para aumentar la productividad laboral ; mejorar los resultados educativos; conservar los alimentos y minimizar el desperdicio de estos; mejorar la atención de salud, y respaldar los objetivos digitales de los países (que su computador se caliente muy rápido). Y todo esto, desde una mayor productividad a una mejor educación y salud, es vital para eliminar la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida en todo el mundo.

Pero, resulta que el refrigerador ubicado en el rincón hace mucho más que alargar la duración de sus frutas y vegetales: también contribuye al calentamiento del planeta. En un giro de algún modo irónico, sabemos ahora que al detener el aumento del agujero en la capa de ozono en las últimas décadas bajo la tutela del Protocolo de Montreal, sin querer hemos colaborado con el calentamiento de la atmósfera. Las buenas noticias, sin embargo, son que podemos tomar medidas al respecto de manera rápida, y los resultados (en términos ecológicos) son prácticamente inmediatos. No obstante, si continuamos en la misma senda, podríamos enfrentar grandes problemas. 

Sin duda, el éxito del Protocolo de Montreal en cuanto a frenar el agotamiento de la capa de ozono de la Tierra, un problema ambiental de carácter universal, también ayudó en nuestra lucha contra el cambio climático. Sin la existencia del acuerdo del Protocolo de Montreal y los 25 años en que se han tomado medidas para detener la producción y el consumo humano de sustancias químicas dañinas, el mundo estaría hoy enfrentando condiciones climáticas mucho peores. En general, los logros en la reducción gradual de los clorofluorocarbonos (CFC) —un compuesto orgánico hecho exclusivamente de cloro, flúor y carbono—, han sido equivalentes a 8000 millones de toneladas de CO2 anuales. Sin embargo, en retrospectiva, hemos aprendido que los hidrofluorocarbonos (HFC) —las sustancias químicas elegidas para reemplazar a algunos CFC—, son poderosos gases de efecto invernadero. Lo que es peor, su uso va en aumento en el mundo, ya que son considerados como los mejores sustitutos de los productos químicos usados en los sistemas de aire acondicionado y refrigeración.

Los HFC que más preocupan son miles de veces más potentes que el dióxido de carbono.  Pero a diferencia de este último, los HFC tienden a permanecer en la atmósfera por un periodo más corto, haciendo posible, si son eliminados, observar una inversión visible de los impactos del aumento de la temperatura durante el transcurso de la generación de nuestros niños. Por el contrario, mientras más tiempo permanezca el CO2 en la atmósfera nos demoraremos más en observar el impacto de la eliminación del gas, por lo que los resultados tangibles serían vistos solo por los hijos de nuestros niños.

De Dubai a Kigali pasando por Viena

Dado que los efectos del cambio climático que enfrenta el mundo ya son enormes, es evidente que las medidas para reducir los HFC deben acelerarse  para prevenir un punto crítico irreversible. Esto fue un tema central en las reuniones del Protocolo de Montreal que recién finalizaron en Viena (i) con la participación de ministros de todo el mundo, quienes se concentraron en la reducción gradual de los HFC. Un estudio pionero (PDF, en inglés) proyectó que las temperaturas mundiales podrían revertirse hasta en 0,5 grados centígrados si los HFC y su crecimiento previsto son eliminados. Necesitamos cada décima de grado posible.  
Junto a varios de mis colegas asistí a las reuniones de Viena, parte de una serie que comenzó en Dubai en noviembre pasado con el objetivo específico de trabajar para modificar el Protocolo de Montreal y reducir los HFC. Una enmienda es importante porque daría una señal clara al mundo de la necesidad de adoptar medidas, y dado que se enmarca en el Protocolo de Montreal tendría fuerza legal rápidamente. En los debates se destacó la necesidad de ser flexibles para responder a las diversas situaciones de los países, manifestándose al mismo tiempo un sólido consenso multilateral para adoptar medidas contundentes. La decisión final se tomará en octubre en Kigali, Rwanda.

Ya estamos trabajando

Debido a que las proyecciones del crecimiento previsto de los HFC son más altas en los países en desarrollo (lo que no sorprende, ya que esto se correlaciona estrechamente con el desarrollo económico), el Grupo Banco Mundial no está a la espera de un acuerdo internacional para acelerar sus acciones en materia de reducción de los HFC. Ya estamos trabajando con los países en el marco de nuestros proyectos del Protocolo de Montreal para determinar dónde se pueden adoptar reducciones y en qué lugares podemos disminuir los HFC a medida que las tecnologías estén disponibles y sean asequibles y seguras. Por ejemplo, en Tailandia, estamos trabajando con fabricantes para producir sistemas de aire acondicionado (i) que no dañen la capa de ozono y, al mismo tiempo, reduzcan los HFC y ahorren energía. Además, con el respaldo del Gobierno de Canadá, estamos desarrollando herramientas para que los equipos del Banco identifiquen y aprovechen las oportunidades de obtener logros en tres frentes: reducir el ozono, reducir los HFC y aumentar la eficiencia energética en las inversiones del Banco que incluyan componentes de refrigeración y enfriamiento.

Sabemos que el Protocolo de Montreal ya ha conseguido resultados. Hemos recibido informes este año que la recuperación del agujero en la capa de ozono ha alcanzado una superficie equivalente al tamaño de la India, y se proyecta que se logre una completa restauración a mediados del siglo. Pero es demasiado pronto para celebrar: el desafío sigue siendo enorme. Octubre será el momento para tomar una decisión que repercutirá en las generaciones futuras.


Autores

Karin Shepardson

Lead Environmental Specialist, World Bank South Asia Region

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