La volatilidad del mercado, los temores a una recaída, la falta de confianza de los inversores y las manifestaciones sociales desde Wall Street hasta las calles principales de todo el mundo son solo algunos de los titulares a los que nos enfrentamos hoy en día.
Durante un tiempo, pareció que el mundo finalmente dejaba atrás la gran recesión que se originó con la crisis financiera de 2008 en EE. UU. y que se extendió rápidamente a otras principales economías. En el núcleo de la recuperación estaba el mundo en desarrollo.
Aunque el producto interno bruto (PIB) de EE. UU. y de la zona del euro se redujo un 3,5% y 4,3%, respectivamente, en 2009, las economías emergentes y en desarrollo crecieron un 2,8%. Un año más tarde, ese crecimiento aumentó al 7,3%, más del doble del crecimiento de las economías avanzadas.
Eso no es todo. Aunque el desempleo en EE. UU. aumentó drásticamente y sigue siendo casi del 9%, el empleo se mantuvo firme en países como Brasil y China. De hecho, los mercados laborales en Asia oriental se mantuvieron en gran medida alejados de la crisis y los indicadores en esta área en América Latina se recuperaron rápidamente en 2010 de la contracción del año anterior.
Sin embargo, eso sucedió entonces. Ahora la situación en el mundo en desarrollo es más preocupante. Según los datos publicados esta semana por el Banco Mundial, la recuperación del mercado laboral sigue siendo lenta en algunos países desde la crisis financiera, con un crecimiento del empleo y de los ingresos muy inferior a los niveles anteriores a la crisis. No se trata solo de los puestos de trabajo, sino también de los ingresos. Todos queremos tener un trabajo, pero también un ingreso digno para mantener a nuestras familias. Lamentablemente, los ingresos no recuperaron sus niveles anteriores a la crisis en las grandes economías en desarrollo.
Según Job Trends (Tendencias del empleo), una nota del Banco Mundial que examina los mercados laborales de 136 países en desarrollo, Asia oriental y América Latina han tenido un desempeño relativamente bueno en 2010.
Europa y Asia central fue la región más afectada por la crisis, con un impacto muy negativo en esta materia. En África y Oriente Medio, la caída del PIB fue más moderada y los mercados laborales parecen ser más resistentes.
Pero en 2011 las cosas están cambiando y no necesariamente para mejor, como lo demuestran los datos de grandes países en desarrollo. En los dos primeros trimestres, el crecimiento del PIB comenzó a disminuir en los principales mercados emergentes como China, Brasil, México, Rusia y Sudáfrica. Y hubo una recuperación desigual del mercado laboral, con una débil generación de empleos y un crecimiento dispar de las ganancias.
Esta es una situación peligrosa, no solo para las propias naciones en desarrollo, sino también para los países industrializados. Si las primeras no pueden sostener su saludable crecimiento de 2010 y crear puestos de trabajo, la economía mundial perderá el sólido motor del cual dependía la recuperación.
En momentos en que la zona del euro avanza con dificultad y que EE. UU. enfrenta una contracción del consumo interno, lo mejor que le puede pasar a los países industrializados será contar con economías en desarrollo dinámicas con empleos de buena calidad.
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