La rápida urbanización mundial –se prevé que en 2050 el 70% de la población habitará en ciudades– hace cada vez más crítico contar con un transporte seguro, limpio y eficiente. El acceso a mejores puestos de trabajo, escuelas y clínicas brinda a los pobres un camino para salir de la pobreza y lograr una mayor prosperidad.
Pero el transporte tal como lo conocemos hoy en día, con calles atestadas de automóviles, camiones y gases, es también una amenaza. El tránsito, los accidentes y la contaminación conducen a la pérdida de productividad. El sector del transporte es responsable también del 20% de todas las emisiones de CO2 relacionadas con la energía, que crecen a razón de 1,7% anual desde el año 2000, contribuyendo a los crecientes peligros que representa el cambio climático. Existen cadenas de suministro y combustibles ineficientes, y una cultura que promueve el uso del automóvil, que conllevan congestión, pérdida de productividad y accidentes fatales. Según el informe Global Burden of Disease (Carga mundial de la morbilidad), (i) la contaminación atmosférica urbana agravada por el tránsito vehicular causa unos 3 millones de muertes al año, (i) y el carbono negro que contiene está contribuyendo al cambio climático.
En resumen, gran parte del transporte actual es insalubre para las personas y el planeta.
Las urbes de rápido crecimiento en el mundo en desarrollo tienen en este momento una oportunidad –y la necesidad urgente– de crear sistemas de transporte público sostenibles y con bajo nivel de emisiones de carbono antes de que modalidades de uso del suelo insostenibles sean una realidad permanente. Hong Kong lo hizo: redujo el tránsito y las emisiones gravando los vehículos personales e invirtiendo en transporte público. La Ciudad de México disminuyó drásticamente su contaminación con normas más estrictas para los combustibles y un sistema de metrobús: hoy en día, más de 20 millones de los 32 millones de viajes diarios de sus residentes se realizan en el transporte público. Se espera que la vía verde de Guangzhou, -el sistema de transporte rápido por autobús y unas 5000 bicicletas de uso compartido- permitan eliminar 86 000 toneladas de CO2 anuales durante los primeros 10 años y disminuyan en 4 toneladas el material particulado, una de las causas de las enfermedades respiratorias.
Todas estas ciudades aprovecharon lo que denominamos “beneficios colaterales” y que pueden considerarse como una bonificación mundial a las decisiones inteligentes a nivel local. Las personas se identifican de inmediato con la reducción de la congestión y los costos de salud, la disminución de los precios del transporte, y la mejora de la competitividad y el crecimiento económico.
Los argumentos a favor del transporte menos contaminante son sólidos. El desafío es el financiamiento. Y ahí es donde la comunidad internacional puede desempeñar un papel importante y lograr que el mundo avance rápidamente hacia un transporte ecológico sostenible a una mayor escala.
En primer lugar, determinar los precios adecuados. La rebaja de los subsidios a la gasolina y el diésel y la fijación de un precio sólido a largo plazo para el carbono reflejarían con mayor exactitud los costos del uso de combustibles fósiles y convertirían el transporte ecológico en una clara opción.
Lograr que el financiamiento circule. Solo un 4% de las 500 ciudades más grandes de los países en desarrollo es considerado solvente en los mercados internacionales, y un 20% en los mercados locales. Nuestra Iniciativa Ciudades Habitables con Bajo Nivel de Emisiones de Carbono está ayudando a estas urbes a aumentar sus calificaciones crediticias, pero aún necesitarán recursos de otras fuentes. Una forma es incorporar el transporte en el flujo de financiamiento relacionado con el clima, lo cual es un desafío para el Fondo Verde para el Cambio Climático y todos los que entregan financiamiento para el desarrollo y el clima. Solo 31 de los 7414 proyectos del Mecanismo para un Desarrollo Limpio (i) están relacionados con el transporte.
Trabajar donde más importa. Es necesario fomentar una cultura respecto de un transporte público seguro, limpio y asequible en aquellas ciudades que están creciendo. Mediante la combinación de políticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y reformas sectoriales más amplias que maximicen los beneficios colaterales, como el mejoramiento de la salud, podemos crear un poderoso argumento para que los sectores público y privado inviertan en el sector.
Es fundamental contar con sistemas de transporte seguro, con bajos niveles de emisiones de carbono y eficiente, para avanzar en la lucha contra el cambio climático. Se trata de sistemas que queremos y que tenemos que usar. Lograr este objetivo es un bien para nosotros mismos y nuestros niños.
Foto: El sistema de autobuses rápido de la ciudad China de Guangzhou reduce el tráfico y el tiempo de recorrido. Benjamin Arki/Banco Mundial.
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