La próxima Conferencia de las Américas puede, sin duda, constituirse en una plataforma de diálogo para proyectar una América Latina más fuerte, más dinámica, más competitiva y más democrática a la salida de la peor crisis económica-financiera de las últimas décadas.
La presencia en Miami del Presidente Oscar Arias, de Costa Rica, representa una voz de moderación, de respeto a la diversidad que existe hoy en la región, pero al mismo tiempo una voluntad y compromiso intransigente con los valores integrales de la democracia y la paz.
Su visión como mediador del conflicto en Honduras ha de representar una contribución de peso en las presentes críticas circunstancias por las que pasa el país centroamericano.
El tema, entonces, de la estabilidad política en la región es una de las dos grandes vertientes temáticas de esta conferencia, y la presencia del ex presidente estadounidense Bill Clinton, enviado especial de la ONU a Haití adquiere en este contexto, un relieve especial.
La conferencia, en la que por primera vez participa como patrocinador el Banco Mundial, se ha de centrar además en cómo Latinoamérica y el Caribe han de emerger de la crisis económica.
Antes del colapso del banco de inversión Lehman Brothers, hace un año y fracción, varios economistas levantaron la teoría del desacoplamiento de la región de los movimientos económicos de los países ricos, porque América Latina se venía salvando de la crisis. Aquí no hay crisis, decían en algún país, menos aquí, decían en otro. Empero, la crisis demostró que el desacoplamiento era otra burbuja, de las tantas que explotaron por esos tiempos.
Lo que sí es cierto es que la crisis global golpeó de manera distinta a unos y a otros, ya que mientras Brasil ya se desmarca del resto volviendo a dar claras señales de crecimiento, el otro gigante de la región, México, sigue en recesión.
¿Y el comercio, que cayó más del diez por ciento en un año? ¿Cómo afectará a las naciones más abiertas del continente como Chile? ¿Podrá haber una recuperación regional sin un crecimiento sólido de los flujos comerciales? Quizás ésta sea una buena pregunta para los economistas del Banco Mundial.
¿O acaso volveremos a una época de un comercio más restringido, acechado por la voluntad proteccionista que cuando se expande, lo hace como el virus HIN1? Y en el caso del comercio por más que la gente se lave las manos, no se evita el contagio del proteccionismo.
Quizás, también, la conferencia de Miami constituya una oportunidad para encontrar alternativas pragmáticas, diversas, al problema generalizado de la desigualdad social de la región, un foro de búsqueda de soluciones, más que una nueva ocasión de la agenda regional para culpar a terceros de los males que aquejan a la región.
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