El estudio de las comunidades de todo el planeta permite observar una falta brutal de capacidad de adaptación en nuestra vida moderna. Las ciudades se han expandido sin una cuidadosa planificación en las zonas propensas a inundaciones y tormentas, destruyendo las barreras naturales y dejando a menudo que los pobres busquen refugio en los lugares más vulnerables. Las sequías se han vuelto más frecuentes debido al cambio climático y han perjudicado los cultivos, provocando una escasez de alimentos.
En los últimos 30 años, los desastres han provocado la muerte de más de 2,3 millones de personas, lo que equivale a la población de Toronto en Canadá, o al total de habitantes de Namibia.
El tsunami que azotó Aceh (Indonesia) en 2004 mató a 165.000 personas y causó daños por US$4.500 millones. La sequía en el Cuerno de África entre 2008 y 2010 provocó que 13,3 millones de personas tuvieran que enfrentar la falta de alimentos. Millones de habitantes de la región y de todo el Sahel sufren aún esta situación dado que las condiciones de sequía han continuado. El terremoto de Haití de 2010 dejó más de 220.000 víctimas fatales y destruyó decenas de miles de edificios y viviendas, desplazando a 1,5 millones de personas y provocando pérdidas por US$7.800 millones, lo que equivale al 120% del producto interno bruto (PIB) del país. Las inundaciones de 2010 en Pakistán costaron 1.985 vidas y causaron daños por un valor de US$10.100 millones. Japón sufrió la devastación de un terremoto y un tsunami el año pasado que mató a 20.000 personas y dejó cuantiosos perjuicios económicos por una cifra cercana a US$210.000 millones.
El cambio climático y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos que está causando significan que el pasado no es un prólogo del futuro y que la incertidumbre aumentará en los próximos años. Esto pone en peligro las iniciativas mundiales para erradicar la pobreza y amenaza con hacer volver a la miseria a las personas vulnerables que han salido de dicha condición.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Debemos invertir en capacidad de recuperación como parte del esfuerzo para cambiar el rumbo del crecimiento por uno que sea ecológico y más incluyente.
La planificación urbana (i) es el primer paso. En las ciudades de todo el mundo se observa un aumento de nuevas viviendas, escuelas, hospitales y otros tipos de infraestructura. Se puede garantizar que estas estructuras más resistentes a los terremotos se construyan en zonas menos propensas a las inundaciones y que no se destruyan las protecciones naturales contra tormentas, tales como los bosques de ladera y los manglares costeros. Los principios del crecimiento ecológico incluyente (i) pueden dar como resultado comunidades con mayor capacidad de recuperación que también reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático.
Las normas de construcción y la educación son asimismo fundamentales. El terremoto y el tsunami que afectaron a Japón en 2011 mostraron de qué manera la gestión de riesgos de desastres puede limitar los daños de una devastadora catástrofe natural. Las normas de construcción permitieron que muchos edificios y viviendas permanecieran en pie durante el violento temblor, y la capacitación en gestión de riesgos de desastres en las escuelas y por medio de la televisión salvó innumerables vidas. Todos los países y Gobiernos –dondequiera que se encuentren en su trayectoria de desarrollo– pueden tomar medidas en ese sentido.
La comunidad internacional también puede hacer más.
En este momento, la prevención y preparación ante desastres representa solo el 3,6% de la asistencia relacionada con los desastres, aproximadamente unos US$3.300 millones. En cambio, se destina casi el 70% a la respuesta de emergencia después de una catástrofe, y alrededor de una cuarta parte se dirige a la reconstrucción y rehabilitación. Esto debe cambiar.
Las medidas proactivas dan frutos en cantidad de vidas y bienes salvados. En la isla de Santa Lucía, (i) el Banco Mundial ha respaldado la investigación sobre la reducción del riesgo de deslizamientos de suelos desde 2004, lo que llevó a la construcción de pendientes de desagüe en cinco comunidades que eran vulnerables. Cuando pasó el huracán Tomas en 2010, ninguna de esas comunidades estuvo entre las muchas que sufrieron devastadores deslaves en toda la isla.
Esta semana, Ministros de Gobierno de todo el mundo se reúnen en Sendai, Japón, cerca del epicentro del terremoto de 2011, para escuchar a expertos en gestión de riesgos de desastres. Uno de los objetivos del Diálogo de Sendai (i) -de dos días de duración- es la creación de un consenso mundial en torno a la necesidad de crear capacidad de recuperación. Puede ver las sesiones en línea. También hablaré junto con otros líderes del mundo de la política, la ciencia y el arte sobre desastres, capacidad de adaptación, esperanza y recuperación en el evento TEDxSendai (i), que se transmitirá en vivo el 10 de octubre.
Necesitamos una cultura de prevención y capacidad de recuperación, y necesitamos invertir en ella.
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