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Ver más posibilidades de desarrollo y menos temor en el fenómeno de la migración

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A pesar de las advertencias de las Naciones Unidas (ONU) en el sentido de que hasta 30 000 migrantes se podrían ahogar en el mar Mediterráneo este año en esta arriesgada manera de ir a Europa, la inteligencia naval occidental calcula que entre 450 000 y 500 000 refugiados se están reuniendo en Libia para intentar cruzar en los meses del verano que se aproxima.

La desesperada condición de los jóvenes migrantes que huyen de sus países en el norte de África y el Sahel por lo que —ellos esperan— es una nueva vida de empleos y oportunidades en Europa fue analizada por los líderes mundiales en la reunión del Grupo de los Siete (G-7) en Alemania esta semana.

En su comunicado, los líderes del G-7 declararon que las “recientes tragedias en el mar Mediterráneo, la bahía de Bengala y el mar de Andamán ilustran la necesidad urgente de abordar con eficacia este fenómeno y, en especial, el crimen del tráfico de migrantes. Reafirmamos nuestro compromiso para impedir y combatir el tráfico de migrantes, y para detectar, disuadir y desbaratar el tráfico humano dentro y fuera de nuestras fronteras. Hacemos un llamado a todas las naciones a enfrentar las causas de estas crisis que tienen tales trágicas consecuencias para tantas personas y afrontar las necesidades únicas de desarrollo de los países de ingreso mediano que reciben refugiados y migrantes”.

Aunque los así llamados “viajes de la muerte” a través del Mediterráneo han capturado la atención del mundo, escenas igualmente terribles han tenido lugar en las últimas semanas en las aguas de Indonesia y Malasia, donde barcos oxidados llenos de migrantes de Bangladesh y de la minoría étnica rohingya de Myanmar han intentado atracar con su carga humana en cualquier país del sudeste asiático que pudiera ofrecerles protección.

Qué impulsa a tantas decenas de miles de jóvenes cada año a dejar todo atrás y apostar en contra del destino para hacer tales viajes peligrosos a países más ricos fue el tema recurrente de la Octava Conferencia sobre Migración y Desarrollo (i) que tuvo lugar aquí en el Banco esta semana en colaboración con el Organismo Francés de Desarrollo (AFD, por sus siglas en francés) y el Centro para el Desarrollo Mundial, con sede en Washington.

Desde sus pequeños principios académicos hace ocho años, la conferencia se ha convertido en el principal foro de políticas de desarrollo sobre migraciones, viajando como un nómada más de un país a otro y ofreciendo a sus investigadores un escenario de gran potencia para exponer sus nuevas ideas. Doscientos investigadores enviaron sus informes para que se presentaran en la conferencia, pero solo 30 llegaron a la instancia final, según Caglar Ozden, economista principal del equipo de investigación sobre la integración comercial e internacional (DECTI) de la Vicepresidencia de Economía del Desarrollo, quien es el principal organizador este año.

“Hemos avanzado mucho en la investigación de las migraciones con el fin de que el debate de las políticas no tenga lugar tras un velo de ignorancia y de sesgos culturales”, dijo Ozden. “A pesar de la retórica, nuestras bases de datos mostraron que los niveles mundiales de migración han permanecido muy estables durante los últimos 60 años: en alrededor del 3 % de la población mundial. En pocas palabras, demostramos que la investigación es la herramienta más importante en el debate sobre políticas, el cual, si no fuera así, estaría dominado por las emociones y la retórica vacía“.

Antes de que comenzara el foro, Ozden me pidió que mirara la sala donde se estaba llevando a cabo la conferencia. “Mira”, me dijo, “la mayor parte de nosotros somos migrantes aquí hoy. Mantenemos nuestra identidad pero vivimos y funcionamos bien en nuestros hogares adoptados”. “Este”, suspiró, “no es el caso para la mayoría de los migrantes, especialmente en el Occidente, que está viviendo tan dramáticos cambios económicos y demográficos”.

El primer economista del Banco Mundial, Kaushik Basu, inauguró la Conferencia sobre Migración y Desarrollo esta semana apelando a que el público no pasara por alto las privaciones y la miseria de los migrantes en Asia oriental y meridional que, como los del Norte de África, también navegan hacia lo que esperan son mejores condiciones de vida.

Lejos de ser un problema del siglo XX, dijo Basu, la migración se convirtió en un tema fundamental para los economistas del desarrollo desde fines de la década de 1880 con la primera publicación del trascendental trabajo “Las leyes de las migraciones”, escrito por el geógrafo británico E. G. Ravenstein en el Journal of the Royal Statistical Society. Aunque después se debatieron sus leyes fundamentales, la obra impulsó las investigaciones posteriores.

“La migración internacional es el área en que vemos las barreras más resistentes para la integración mundial porque se obtiene rechazo de ambos lados: el país de origen lamenta la pérdida de sus doctores, trabajadores y jóvenes que se van a países más ricos, y al país anfitrión le preocupa integrarlos”, señaló Basu. “Estados Unidos es un buen ejemplo de un país que ha estado históricamente abierto a la inmigración y que como resultado ha generado un crecimiento económico importante”.

Recordándole a su orador principal que se conocieron en un restaurante vietnamita en Boston a mediados de los años noventa, Basu presentó entonces a Dani Rodrik, profesor de la cátedra Albert Hirschman de Economía en el Institute for Advanced Study de la Universidad de Princeton.

En su presentación “¿Es el Estado el enemigo de la equidad mundial?”, Rodrik preguntó si la movilidad laboral a través de varios países pudiera ser, en principio, una fuerza potente para la igualdad mundial y si ¿seríamos capaces de seguir justificando las restricciones en nuestras fronteras? La respuesta, dijo Rodrik, dependía de la siguiente pregunta: “Si el grupo frente al cual debemos justificarnos es la tribu, o la nación, entonces es probable que nuestra moralidad sea tribal o nacionalista. Si, sin embargo, la revolución en las comunicaciones ha creado un público mundial, entonces puede que necesitemos justificar nuestro comportamiento frente al mundo entero. Este cambio crea la base material para una nueva ética que servirá a los intereses de todos los que viven en este planeta de una manera que, a pesar de mucha retórica, ninguna ética anterior lo ha hecho”.

Rodrik cree que los niveles actuales de inmigración entre los países son demasiado bajos si se consideran los patrones históricos previos, y por razones de imparcialidad ética y económica entre los países pobres y más ricos, está muy por debajo de lo que debería ser. ¿Cuánto más alta debería ser la inmigración económica? Rodrik dijo que no está seguro, pero reiteró que cree firmemente que es ética y económicamente demasiada modesta.

Comparemos la situación actual de la inmigración, señaló Rodrik, con las migraciones masivas del siglo XIX que hizo más ricas y más industrializadas a las economías de los países del Atlántico norte, aunque también impulsó la desigualdad mundial de los ingresos durante las décadas siguientes.

Rodrik terminó su presentación respondiendo a su propia pregunta, diciendo que el Estado no es el enemigo de la equidad mundial. Sostuvo que la existencia de los Estados, y los bienes y servicios públicos que proporcionan, son cruciales para la eliminación de la pobreza y la desigualdad en el mundo. De manera que las fronteras nacionales y las sólidas instituciones dirigidas por el mercado perdurarán.

A medida que terminaba el primer día de la conferencia, Caglar Ozden visiblemente aliviado me dijo que la “inmigración no solo tiene relación con el aumento del salario y de los ingresos. Como lo demuestran los informes de esta conferencia (y los de las anteriores), cuando las personas se mueven, muchas otras cosas maravillosas suceden. Los movimientos de la gente están estrechamente vinculados con los temas de la educación y el género, con la transferencia de normas culturales, el medio ambiente y el crimen, y con casi cada asunto que se puede pensar que se relaciona con el desarrollo. Aquí es donde la investigación académica y política está trabajando y necesitamos traspasar estos mensajes a los responsables de formular las políticas”.


Autores

Phil Hay

Communication Adviser, Development Economics, World Bank

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