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Muchos observadores predicen que la cumbre del Grupo de los Veinte (G-20) que se lleva a cabo esta semana en Seúl será recordada principalmente como un baile de alta diplomacia destinado a persuadir a sus miembros para que se abstengan de una devaluación competitiva de sus monedas y regulen los desequilibrios excesivos en cuenta corriente.
Si la mayoría de los titulares de Seúl se refieren a disputas sobre divisas y a quién pertenece el déficit o superávit más perjudicial, entonces los líderes se habrán malgastado la oportunidad de llegar al fondo de la cuestión.
En efecto, ese resultado sería un revés para los países en desarrollo y afectaría posiblemente la legitimidad del G-20 como agente de inclusión de la cooperación económica y financiera en la economía mundial.
Lo que los líderes del G-20 deberían mantener en el centro de los debates es el hecho de que los países en desarrollo están ayudando a la economía mundial a salir de la crisis, pero que enfrentan enormes dificultades para el desarrollo, incluso en ámbitos tan importantes como la seguridad alimentaria, el acceso a servicios financieros, y la ayuda para el comercio como también de sistemas adecuados de carreteras, puertos y ferrocarriles y el acceso a servicios de electricidad confiables y asequibles.
Los países en desarrollo han realizado una contribución al crecimiento mundial de entre un 35% y un 40% en la última década y en 2010 se prevé que aporten alrededor del 50%. Sin embargo, a pesar de su supremacía económica, muchas de estas naciones están peleando una batalla cuesta arriba para alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio (ODM) para 2015, especialmente a raíz de la crisis financiera.
En la Reunión Ministerial del G-20 en Gyeongju celebrada a fines de octubre pasado se mencionaron muchas de estas cuestiones del desarrollo. Cabe destacar el siguiente pasaje en el comunicado final del encuentro:
“Esperamos con interés el plan de acción plurianual del Grupo de trabajo sobre el desarrollo del G-20 para promover el crecimiento económico incluyente y sostenible y la capacidad de adaptación en los países en desarrollo. Estamos comprometidos a alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio fijados para 2015 y reforzaremos nuestros esfuerzos en este sentido, incluso mediante el uso de la asistencia oficial para el desarrollo”.
Los problemas de desarrollo a largo plazo, que van apareciendo como parte del impulso hacia el logro de un crecimiento más equilibrado, deberían ser el sello distintivo del G-20 y el rol de promover un desarrollo sostenible e incluyente debería ser traspasado de los coreanos a los franceses, cuando asuman la presidencia del G-20 en 2011.
En el libro Postcrisis Growth and Development: A Development Agenda for the G-20 (Crecimiento y desarrollo después de la crisis: Un programa de desarrollo para el G-20), recientemente publicado, se propone que, a medida que la recuperación mundial progrese, el G-20 debería ampliar su programa para centrarse en los siguientes temas:
- Infraestructura. La provisión de esta es fundamental para el crecimiento y el desarrollo sostenible en el largo plazo tanto en países de ingreso mediano como bajo. Para facilitar esos esfuerzos, el G-20 podría desarrollar planes de acción para aumentar el financiamiento público y privado de la infraestructura, mejorar la eficiencia y la sostenibilidad ambiental y proveer mayor asistencia técnica y financiera. Además de integrar las preocupaciones económicas y ambientales, será fundamental fomentar las actividades de colaboración para recopilar y dar a conocer los datos sobre alcance y calidad de la infraestructura y sobre inversiones e impactos.
- Comercio. Reconociendo la importancia del fomento del comercio y el acceso a los mercados para el crecimiento económico, la cumbre del G-20 en Seúl debería considerar medidas tales como el compromiso de mantener los niveles de ayuda para el comercio y ofrecer acceso pleno “libre de derechos y cuotas” para los países menos desarrollados. El comercio es uno de los mecanismos más poderosos para asegurar el crecimiento mundial y sostenido. Por lo tanto, es fundamental enfrentar el proteccionismo y renovar el compromiso del programa de Doha sobre el comercio.
- Agricultura y seguridad alimentaria. Dada la importancia crítica de la productividad agrícola para el crecimiento económico y la seguridad alimentaria en la lucha contra la desnutrición y el descontento social en los países en desarrollo, se plantea la necesidad de tomar medidas. La coordinación multilateral es esencial para lograr la prontitud, flexibilidad, capacidad y cantidad adecuada de recursos para alcanzar estos objetivos. El G-20 puede y debe ofrecer recursos adicionales para ampliar la asistencia agrícola y de seguridad alimentaria a los países en desarrollo en condiciones de recibirla, de acuerdo con las promesas hechas por 14 jefes de Estado en L’Aquila en julio de 2009. Las intervenciones prioritarias en la agricultura incluyen la investigación y extensión relevantes para los pequeños agricultores, una mejor gestión de los recursos de tierras y aguas, la inversión en infraestructura rural para reducir los costos de transacción y las mejoras institucionales que permitan que los sectores públicos y privados movilicen recursos y repartan los costos en apoyo de planes nacionales que sean incluyentes y se basen en hechos concretos.
- Inclusión financiera. Un mayor acceso a servicios financieros tendrá un fuerte impacto positivo sobre el crecimiento económico y la generación de empleo. Se estima que unos 2.700 millones de adultos en edad laboral carecen aún de acceso a servicios financieros formales básicos, como las cuentas corrientes o de ahorro. El déficit de servicios financieros es igualmente crítico para las pequeñas y medianas empresas (pymes), que son importantes impulsores de la creación de empleo y del crecimiento del producto interno bruto (PIB) en los países en desarrollo. El G-20 podría mejorar el acceso a estos servicios y sentar las bases para el crecimiento económico sostenible mediante la convocatoria a una asociación mundial para avanzar en el progreso hacia el acceso universal y centrarse en una gama de productos financieros, más allá del crédito, como los pagos, el ahorro, las remesas y los seguros.
Si no se incluyen los temas del desarrollo como prioridades del G-20, se relegará a los países en desarrollo a ser una idea de último momento y no asociados verdaderos en el proceso de globalización.
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