A raíz de la pandemia de COVID-19, ha surgido una tendencia preocupante que ha captado la atención de educadores, profesionales de la salud mental y formuladores de políticas por igual: un marcado aumento de la depresión y la ansiedad entre los jóvenes, que está fuertemente asociado con resultados negativos en el aprendizaje y desconexión de la escuela, especialmente entre los adolescentes y los grupos vulnerables y minoritarios. Este fenómeno ha ido acompañado de un preocupante aumento de las tasas de deserción escolar, especialmente en los países de ingresos bajos y medios, lo que plantea interrogantes críticos sobre las consecuencias a largo plazo para las trayectorias educativas y profesionales de los jóvenes que sufren problemas de depresión y ansiedad.
La salud mental es un fuerte determinante del desarrollo de habilidades y de los resultados educativos.
La depresión y los problemas de salud mental, especialmente entre los jóvenes, están estrechamente asociados con una serie de desafíos que pueden obstaculizar su proceso educativo y de desarrollo de habilidades, contribuyendo en última instancia a menores resultados de aprendizaje, estancamiento de habilidades cognitivas y socioemocionales y a un mayor riesgo de desescolarización. Existen varios canales a través de los cuales la depresión obstaculiza los resultados educativos, tales como:
- Disminución de la motivación, el interés y la energía: las personas deprimidas experimentan una falta de motivación e interés en las actividades, incluido el trabajo escolar. La falta de entusiasmo por su proceso de aprendizaje puede resultar en ansiedad y desvinculación educativa, lo que dificulta que los estudiantes alcancen su potencial académico de manera activa.
- Autopercepción negativa: las personas con depresión a menudo luchan contra una baja autoestima, caracterizada por sentimientos de inutilidad e incapacidad. Estos sentimientos de insuficiencia pueden crear falsas percepciones de que no podrán tener éxito académico o social, lo que limita aún más sus esfuerzos y aspiraciones en la escuela.
- Funcionamiento cognitivo deteriorado: la depresión puede afectar funciones cognitivas como la memoria, la atención y la capacidad de resolución de problemas. Los pensamientos negativos persistentes y la capacidad de concentración reducida pueden obstaculizar la capacidad para interactuar y retener el material académico, lo que lleva a un menor rendimiento escolar.
- Habilidades socioemocionales reducidas: la depresión puede alterar el desarrollo de habilidades socioemocionales esenciales, como la comunicación interpersonal y la resolución de conflictos. Estas habilidades son cruciales para construir relaciones positivas con compañeros y maestros. Los estudiantes que sufren de depresión tienen más probabilidad de tener interacciones sociales caracterizadas por un mayor conflicto y una menor colaboración con sus compañeros.
- Desconexión a largo plazo: con el paso del tiempo, las dificultades académicas, el aislamiento social y la autopercepción negativa pueden elevar el riesgo de abandono escolar. Los jóvenes deprimidos pueden abandonar la escuela para escapar de las presiones y los desafíos, pese a las consecuencias negativas a largo plazo de esta decisión para sus oportunidades futuras. Esto puede generar brechas en su aprendizaje, oportunidades perdidas para el desarrollo de habilidades y desafíos en la transición a la educación superior o al mundo laboral.
Los sistemas educativos de todo el mundo están reconociendo la importancia de abordar la salud mental de los estudiantes
La identificación temprana, la intervención y el apoyo a la salud mental dentro del entorno escolar son cruciales para abordar la depresión, especialmente en la escuela secundaria y postsecundaria. Sin embargo, en los países de ingresos bajos y medios, entre el 76% y el 85% de los estudiantes con problemas de salud mental no reciben ningún tratamiento.
Además, los países a nivel mundial gastan menos de lo necesario en salud mental y tienen una grave escasez de profesionales de la salud mental. No obstante, los sistemas educativos a nivel global están empezando a reconocer la importancia de abordar las necesidades de salud mental de los estudiantes y están introduciendo programas de consejería estudiantil y terapia cognitivo-conductual (TCC) en sus planes de estudio y como parte de sus servicios a los estudiantes. He aquí algunas opciones prometedoras, que se han probado con éxito tanto en países desarrollados como en desarrollo:
- Programas de educación sobre salud mental: estos programas tienen como objetivo crear conciencia sobre los problemas de salud mental, reducir el estigma y enseñar a los estudiantes estrategias para controlar su bienestar mental. Estos programas suelen incluir componentes sobre el manejo del estrés, la regulación emocional y la importancia de buscar ayuda cuando sea necesario.
- Servicios de consejería estudiantil: muchas escuelas ofrecen servicios de consejería por profesionales autorizados. Los estudiantes pueden acceder a estos servicios para discutir sus preocupaciones de salud mental, recibir orientación sobre estrategias de afrontamiento y obtener derivaciones para terapias más intensivas si es necesario. Algunas escuelas están estableciendo centros de bienestar donde los estudiantes pueden recibir asesoramiento, asistir a sesiones de atención plena o acceder a otros servicios de salud mental. En países y escuelas que no cuentan con los recursos suficientes, los educadores necesitan recibir capacitación que los capacite para reconocer los signos de los problemas de salud mental de los estudiantes y brindarles apoyo inicial.
- Terapia cognitivo-conductual: la TCC es un enfoque basado en evidencia para tratar problemas de salud mental, que puede integrarse en la pedagogía. Algunos sistemas educativos están integrando principios y técnicas de TCC en sus planes de estudio en diferentes materias. Esto puede implicar enseñar a los estudiantes a desafiar los patrones de pensamiento negativos, fomentar una mentalidad de crecimiento y proporcionar ejercicios prácticos para controlar la ansiedad y el estrés. La evidencia emergente de países en desarrollo, como México, Ghana, Pakistán y Sri Lanka, sugiere que la TCC podría tratar eficazmente los problemas de salud mental, y fomentar el aprendizaje y el desarrollo de habilidades.
- Cursos de habilidades para la vida: Es importante que las escuelas implementen programas de apoyo entre pares donde mentores o consejeros estudiantiles capacitados apoyen a sus pares. Estos programas crean un espacio seguro y confidencial para que los estudiantes discutan sus inquietudes y busquen orientación de alguien más cercano a su edad. Estas condiciones podrían fomentar cursos de habilidades para la vida sobre inteligencia emocional, comunicación y resolución de conflictos.
El Banco Mundial apoya activamente la agenda de salud mental en los países en desarrollo. En St. Maarten, por ejemplo, para abordar el impacto emocional del huracán Irma, el Proyecto de Mejora de los Servicios de Salud Mental tiene como objetivo desarrollar la capacidad del país para abordar eficazmente los problemas psicosociales y de salud mental. En Níger, el Banco Mundial apoyó a mujeres rurales con intervenciones psicológicas mediante capacitación en habilidades para la vida. En México, el Banco Mundial, en colaboración con la Secretaría de Educación, apoyó a más de 6.000 estudiantes en el marco del programa piloto “PODER”, que brindó a los adolescentes de escuelas públicas Terapia cognitivo-conductual impartida durante diez semanas durante el año académico.
Los sistemas educativos deben desarrollar su capacidad para abordar la salud mental de los estudiantes
Deben existir varias condiciones necesarias para diseñar e implementar programas exitosos para abordar la depresión y promover la salud mental en las escuelas. En primer lugar, las escuelas deben tener un liderazgo administrativo proactivo y de apoyo que reconozca la importancia de la salud mental de los estudiantes y se comprometa a asignar recursos y personal para estos programas. Una financiación adecuada es crucial para emplear consejeros y profesionales de salud mental calificados y capacitar a los maestros para identificar y abordar la depresión en sus aulas. Además, las escuelas deben crear un entorno libre de estigmas que anime a los estudiantes a buscar ayuda sin temor a ser juzgados. Un plan de estudios integral de educación en salud mental y habilidades para la vida debe ser una parte integral de cada plan de estudios de escuela secundaria.
En conclusión, una buena salud mental es un aspecto fundamental para el aprendizaje y el desarrollo de habilidades, y los sistemas escolares de todo el mundo deben ser conscientes de ello e introducir enfoques pedagógicos que ayuden a los estudiantes a afrontar la ansiedad y la autorregulación, especialmente entre los adolescentes. El costo de no intervenir es alto y puede contribuir a perpetuar un ciclo de disminución de oportunidades para los jóvenes vulnerables y poner en peligro su progreso social y económico.
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