[Estancamiento en el nivel de aprendizaje: stagˈlərniNG/ sustantivo
Un crecimiento nulo en los resultados básicos de aprendizaje, pese a los altos niveles de gasto en educación.]
Argentina no es ajena a la estanflación, es decir un estancamiento del crecimiento económico, a pesar de una alta inflación. Pero durante aproximadamente la última década, además ha sufrido de estancamiento en el nivel de aprendizaje, o sea un crecimiento nulo en el aprendizaje, pese a los elevados niveles de gasto en educación. Esto no es solo ineficiente sino también doloroso, ya que significa que el país no está aprovechando la posible oportunidad de reducir la pobreza.
Una de las mejores maneras de llegar a ser más ricos –en función del crecimiento del producto interno bruto (PIB)– es aumentar la productividad, lo que a su vez requiere una fuerza laboral más educada. Gracias a Eric Hanushek y Ludger Woessman (PDF, en inglés) ahora sabemos que una mayor educación, medida en años de escolaridad, es insuficiente. Un mayor nivel de aprendizaje es lo que puede significar un mayor crecimiento. Para ser precisos, 100 puntos en la PISA (una evaluación internacional trienal que mide las habilidades lectoras, matemáticas y científicas de estudiantes de 15 años) se traducen en un PIB per cápita anual 1,74 % mayor.
En Argentina, este es un problema con consecuencias a largo plazo para los pobres. No ha habido prácticamente ninguna mejora en el aprendizaje desde 2000, según los puntajes de PISA. Sin embargo, otros países latinoamericanos como Brasil, Chile, Colombia, México y Perú han logrado avances, llegando a promediar más de 30 puntos en PISA. Si Argentina hubiera seguido el ritmo de sus vecinos en materia de educación, incluso obteniendo solo 25 puntos, podría haber obtenido un 0,4 % en el PIB per cápita en el largo plazo. Teniendo en cuenta el contexto de Argentina, esto se traduce en unos USD 1500 (dólares estadounidenses) por persona al año.
¿Por qué el sistema educativo argentino no ha podido producir resultados en materia de aprendizaje, al igual que sus vecinos? Analicemos tres posibles causas:
- Se necesitan más insumos. Esto puede incluir una mayor cantidad de maestros, de dinero para infraestructura, de equipos de tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), por nombrar solo algunos.
- El sistema carece de eficacia. Esto se refiere a la capacidad del país para tomar los insumos existentes (tales como materiales, personal o infraestructura) y transformarlos en aprendizaje. Por ejemplo, esto puede incluir establecer objetivos de aprendizaje comunes para todos los actores del sistema; tener el sistema de control y evaluación necesario para realizar un seguimiento de los objetivos y proporcionar un diagnóstico claro, y ofrecer a las escuelas asistencia técnica para transformar el diagnóstico en un plan de acción.
- Factores exógenos sobre los que los responsables de las políticas educativas no tienen ningún control. Esto incluye factores cruciales como los resultados de aprendizaje anteriores, el desarrollo en la primera infancia, la motivación y las expectativas del estudiante, entre otros.
Para comenzar, no hay escasez de financiamiento. Gracias a la ley argentina de financiamiento de la educación de 2006 que obliga a una inversión del 6 % del PIB en el sector, en combinación con el alto crecimiento económico posterior a la crisis, el país ha movilizado grandes cantidades de recursos para la educación en los últimos años. Esto resultó en una triplicación de los recursos reales entre 2003 y 2013. Esto permitió un aumento sumamente necesario de los salarios reales de los maestros (de alrededor del 76 %). Pero también dio lugar a un incremento del 20 % en la cantidad de docentes, con lo que la proporción de alumnos por maestro bajó a 11 (la segunda más baja de la región después de Cuba), una inversión histórica en la construcción de escuelas, y una inversión masiva en tecnología, en particular en computadoras portátiles.
Según un reciente estudio (PDF, en inglés) la falta de eficacia influye en las tendencias en los resultados del aprendizaje en Argentina. Es importante destacar que la variable correspondiente a la proporción de alumnos por cada maestro no tiene correlación con la mejora del aprendizaje, pero la proporción de maestros con educación terciaria sí parece importar: la calidad de los maestros, no la cantidad.
Luego usamos los resultados del análisis de regresión para una mayor descomposición de los efectos del aprendizaje, usando microsimulaciones. Es decir, creamos situaciones hipotéticas para responder a la pregunta: “¿Cómo hubieran evolucionado los resultados de las pruebas en Argentina entre 2000 y 2006 si el único cambio observado en ese periodo hubiera sido la eficiencia del sistema?
Los resultados de las simulaciones muestran que la cantidad de insumos del sistema apenas afectó los puntajes de PISA. Más bien, lo que influye en las tendencias de aprendizaje es el nivel de eficacia con que se usaron esos insumos en la producción de aprendizaje. La disminución de los resultados de aprendizaje entre 2000 y 2006 se explica principalmente por la caída de los resultados de las pruebas de los alumnos de las escuelas públicas. En tanto que gran parte de la recuperación entre 2006 y 2012 se explica por las mejoras de las variables socioeconómicas, como los efectos de la riqueza y los niveles de educación de las madres, que son variables sobre las que el sistema educativo no tiene control.
En conclusión: El estancamiento en el nivel de aprendizaje en Argentina es otro ejemplo del fracaso de las políticas de financiamiento de la educación que se basan en los insumos. (PDF, en inglés)
Los insumos educativos siguen siendo importantes en el proceso de aprendizaje, pero su impacto es limitado, y tiende a disminuir con el tiempo, si el sistema no es capaz de usarlos con eficacia. Las autoridades argentinas deberían centrarse, en cambio, en un sistema sólido de evaluación de los alumnos que dé mayor importancia al aprendizaje y ayude a los maestros, las escuelas, los supervisores y otros actores a reunirse en torno al objetivo final de mejorar el aprendizaje.
Para lograrlo, deben examinar de cerca sus sistemas de control y evaluación para asegurarse de que proporcionan información oportuna a las escuelas. Además, deben considerar sistemas de financiamiento escolar que recompensen el desempeño. Por último, tienen que garantizar que los maestros tengan un camino profesional desafiante y gratificante a la vez, que les ofrezca oportunidades para avanzar, los apoye para alcanzar la excelencia, y los reconozca –por su desempeño– como el activo más valioso del sistema educativo.
*Con la colaboración de Rafael de Hoyos y Sara Troiano
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