Antes de la pandemia, existía una idea generalizada de que la tecnología revolucionaría el campo educativo. Por ejemplo, se solía creer que la tecnología transformaría cómo los docentes enseñan, pero la realidad es (y era) que no todos los docentes están igualmente entusiasmados con el uso de la tecnología como parte de sus prácticas de enseñanza. Mientras algunos están más abiertos a incorporar soluciones digitales, otros presentan mayores niveles de resistencia a la integración de la tecnología. La pandemia del coronavirus (COVID 19) evidenció cómo una integración tecnológica insuficiente puede resultar en profundas pérdidas del aprendizaje – tendencia que se ha exacerbado dadas las restricciones de la educación presencial debido al cierre masivo de escuelas (entre otros factores).
Proveer de tecnología a los docentes suele ser el primer paso y el “más fácil”. Sin embargo, cuando se entrega una nueva tecnología y los docentes no entienden cómo usarla efectivamente, tienden a ser escépticos sobre su potencial para mejorar la enseñanza. Por lo tanto, los responsables de políticas tienen la tarea de cultivar las habilidades digitales necesarias para integrar efectivamente la tecnología potenciando el rol docente. Desarrollar habilidades como parte de sus prácticas y evaluar críticamente cuándo, dónde, cómo y en qué medida estas nuevas modalidades de enseñanza son realmente efectivas (y si no lo son, entonces cambiar el rumbo). No obstante, estas habilidades no se desarrollan aisladamente, ni simplemente porque la tecnología está disponible. Existen factores claves para apoyar a los docentes en la adopción de nuevas tecnologías, algo que va más allá de simplemente reemplazar un cuaderno por una tablet.
Cuatro perspectivas con las que responsables de políticas pueden transformar cómo los docentes incorporan la tecnología:
1. Dominio de las ideas, no del teclado: La mayoría de los responsables de políticas entienden que la habilidad de los docentes para enseñar efectivamente usando tecnología requiere una combinación de habilidades tecnológicas y pedagógicas. A pesar de los esfuerzos por ofrecer capacitaciones a gran escala (ver UAE por ejemplo), no ha habido un cambio significativo de las prácticas docentes. Por ejemplo, “menos de la mitad de los docentes reportan uso frecuente de TICs cuando enseñan” (indica el estudio global ICILS , realizado antes de la pandemia). Asimismo, a pesar de los esfuerzos para definir y cultivar estas habilidades, no ha habido una transformación global sobre cómo los docentes usan la tecnología. La pandemia ha mostrado claramente que es importante alejarse de un enfoque meramente instrumental (usar la tecnología como una herramienta) y centrarse en políticas públicas que promuevan un cambio profundo que transforme el aprendizaje dentro y fuera del aula.
2. Transformar el software y el mindware: La evidencia indica que a muchos docentes no les gusta la tecnología. Sus creencias sobre la incorporación de la tecnología en la enseñanza regular están directamente influenciadas por las capacitaciones y los programas de desarrollo profesional que reciben en este tema. Por lo tanto, para transformar las visiones de los docentes sobre el uso de la tecnología no sólo es necesario tener acceso a tecnología y capacitaciones, sino que también asegurar su integración (domesticación) en las prácticas cotidianas. Estos esfuerzos no sólo deben ser impulsados por iniciativas de “arriba hacia abajo”, sino que también (y quizás más importante) por iniciativas de “abajo hacia arriba”, tales como comunidades de práctica, entre otras experiencias de redes de docentes.
3. Diseñar soluciones centradas en el usuario: Los responsables de políticas necesitan comprender muy bien cómo los docentes utilizan la tecnología. Por ello, es fundamental recolectar sistemáticamente información sobre el ambiente o el contexto en que los docentes usan la tecnología. Esto va más allá de simplemente medir las habilidades digitales docentes. Es clave entender los retos y preocupaciones que enfrentan los docentes. Los actores políticos necesitan interpretar qué problemas pueden ser abordados utilizando instrumentos de política pública y en qué situaciones la tecnología debería ser incluida (o no) como parte de la solución. Los responsables políticos debiesen incorporar también a los docentes en este análisis y usar esta información para revisar constantemente su enfoque.
4. Mejores datos para mejores decisiones: Para poder comprender los desafíos asociados con la incorporación de la tecnología en la educación, los responsables políticos deben evaluar la efectividad de sus intervenciones. Para entender cómo los docentes usan la tecnología y cuáles son sus percepciones, los actores políticos deberán monitorear constantemente cómo la tecnología está siendo usada y qué brechas deben atenderse. Al mismo tiempo, comprender las prácticas y las experiencias docentes con (y sin) tecnología informará sobre lo que se necesita realizar para lograr una incorporación eficaz. Existen diversos instrumentos de evaluación que contribuyen a este objetivo, aquí algunos ejemplos: Mentoring Technology-Enhanced Pedagogy Self-Assessment tool, Mydigiskills, Digital Competence Wheel, Tests Pix. Dos ejemplos de evaluaciones sistémicas que incluyen al entorno escolar completo son: SELFIE (en EU) o Guía Edutec (en Brasil).
La pandemia ha redefinido cómo los docentes enseñan y cómo se conectan con sus estudiantes. Se puede hacer (mucho) más para promover una apropiada integración de la tecnología en la enseñanza. Tenemos una oportunidad única de reimaginar el rol docente – no sólo lo que la tecnología puede hacer por los docentes, sino que también cómo la experiencia de interactuar con y a través de la tecnología puede motivarlos a ellos y a sus estudiantes. La tecnología es simplemente una herramienta, pero sin la integración apropiada no conducirá a un aprendizaje efectivo.
*This photo (copyright: City of Seattle Community Tech) is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 2.0 Generic License.
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