Del potencial a la acción: la Eficiencia Energética en América Latina

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A person holding a digital tablet and looking at house efficiency rating. Photo: ©Ground Picture/Shutterstock

La región de América Latina y el Caribe está frente a inmensos desafíos y oportunidades en la transformación de su sector energía. Se proyecta que la demanda de energía aumentará más de un 50% hasta 2050, y los países de la región necesitan asegurar que este incremento no debilite sus compromisos de sostenibilidad. Como consecuencia, hay una importante tarea pendiente en la región: priorizar la eficiencia energética como una estrategia esencial para resolver este doble desafío.

En este contexto, un nuevo informe del Banco Mundial, "Aprovechando el potencial de la eficiencia energética en América Latina y el Caribe", encuentra que las mejoras de eficiencia energética en la región se han estancado en los últimos 20 años, y provee guías sobre las principales variables para impulsar nuevos avances. En los últimos 15 años, Estados Unidos y la Unión Europea han reducido su intensidad energética un 2% y 1,8% por año, mientras que América Latina ha conseguido una reducción anual modesta del 0,5%. 

Esta situación requiere acciones urgentes para apoyar los esfuerzos regionales de acción climática y cero emisiones, al tiempo que impulsa la competitividad, especialmente en el contexto de precios internacionales de energia volátiles.

¿Qué se ha hecho?

En conjunto, los países de América Latina y el Caribe han implementado casi 300 medidas y programas de eficiencia energética desde 1985. Sin embargo, el progreso ha sido desigual entre países  – algunos han mostrado acciones y esfuerzos consistentes a lo largo de más de 20 años, mientras otros muestran señales de actividad esporádica. Por ejemplo, México ha sido uno de los campeones de los esfuerzos de eficiencia energética en la región, implementando acuerdos voluntarios de eficiencia energética, y colaborando con empresas del sector industrial para proveer apoyo técnico, promover reducción del consumo, y certificar buenas prácticas.

Estos avances han permitido a los países mejorar sus puntuaciones generales de eficiencia energética, según medidos en los Indicadores Regulatorios para Energía Sostenible (RISE, por sus siglas en inglés), una herramienta del Banco Mundial para ayudar a los gobiernos a evaluar sus políticas de energía. Como consecuencia, la región ha logrado con éxito desacoplar el crecimiento económico del aumento en la demanda energética durante los último 15 años, con la ayuda también de cambios en las estructuras productivas.

Sin embargo, a pesar de varias buenas prácticas, la región todavía enfrenta importantes barreras para mejorar su eficiencia energética. Las brechas normativas, la aplicación desigual de la regulación, la falta de coordinación entre actores públicos y privados, la inestabilidad política y la desigualdad de capacidades técnicas no solo limitan el interés de los inversores, sino que tiene su impacto directo en el uso de la energía. Más aún, la presencia de distorsiones de precio, como los subsidios a la energía, crean obstáculos significativos a las mejoras de eficiencia energética.
 

¿Cómo allanar el camino?

La buena noticia es que los países de la región pueden ampliar significativamente sus esfuerzos en eficiencia energética para impulsar una desarrollo verde, resiliente e inclusivo. La Agencia Internacional de la Energía estima que estas reducciones pueden llegar hasta a cuadruplicar las mejoras de los últimos 20 años (0,5% anual), hasta alcanzar el 2,3% anual hasta 2040. Esto se traduciría rápidamente en mejoras de asequibilidad de la energia para hogares, y competitividad para las empresas.  Las mejoras en eficiencia energética derivadas de reformas en los subsidios y las regulaciones también ofrecen ahorros energéticos significativos para las economías locales, según los análisis econométricos realizados como parte del reporte del Banco Mundial.

Se estima que el potencial de ahorros acumulados como resultado de la eficiencia energética podría alcanzar hasta US$6.300 millones en Brasil, llegando a un total de US 18.000 millones a nivel regional. Si bien los países más grandes de la región tienden a mostrar mayores ahorros en términos absolutos, las economías más pequeñas y vulnerables América Central y el Caribe son las que más podrían beneficiarse de los mayores ahorros relativos.

Este es el mejor momento para reevaluar las opciones disponibles y aumentar los esfuerzos en mejorar la eficiencia energética. Tres elementos centrales deben tenerse en cuenta:

  1. Compromiso a largo plazo y una visión integral son claves para una política exitosa. La planificación nacional, la gobernanza y los mecanismos de financiación aparecen como las políticas más destacadas para reducir la intensidad energética y mejorar la eficiencia energética en los diferentes sectores de la economía. Resolver estas brechas regulatorias podría, por sí mismo, llevar a una reducción de 2,3% de la intensidad energética de la región.
  2. Incentivos para la integración de tecnologías más eficientes en cada sector, y mejora en el acceso a la información sobre el impacto de estas mejoras. Para que se convierta en realidad, tiene que ir acompañado de financiamiento financieros y ayudas para la transición.
  3. Reducir los subsidios energéticos a la vez que se protege a las poblaciones más vulnerables. Las simulaciones llevadas a cabo en el reporte resaltan los efectos de reducir los subsidios a combustibles fósiles. Si bien en promedio las reducciones de intensidad energética obtenidas con esta acción son menores que al realizar mejoras regulatorias, algunos países como Argentina y El Salvador podrían alcanzar reducciones de hasta 2,5% en su intensidad energética debido al considerable apoyo público que recibe su sector energético. Las medidas de eficiencia energética pueden, por lo tanto, ser una política eficaz para apoyar la progresiva reducción de subsidios a combustibles fósiles, mientras se protege a los más vulnerables.

El conjunto de políticas identificadas en el Reporte puede contribuir al desarrollo verde, resiliente e inclusivo en la región, mejorando el acceso a la energia para los más vulnerables y la competitividad para las empresas, mientras que se ayuda a generar trabajo local y sostenible.


Autores

Claudia Vasquez

Program Leader for Infrastructure & Lead Energy Specialist, World Bank

Jevgenijs Steinbuks

Senior Economist, Infrastructure Chief Economist Office

Roberto Estevez

Especialista de Energia del Banco Mundial

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